Cuando dejo de encajar para empezar a pertenecer: El viaje emocional de Lilo y Stitch hacia la autenticidad.

Cuando dejo de encajar para empezar a pertenecer: El viaje emocional de Lilo y Stitch hacia la autenticidad

Recién vi Lilo & Stitch con mi hija, la esperamos muchísimo. Lo que empezó como una tarde de película se convirtió en una experiencia profundamente reveladora (y para muchos adultos que fueron solos a verla, sin niños). Mientras compartíamos risas y silencios, no pude evitar mirar la historia con ojos de madre, de la niña que fui y  de terapeuta.
Lilo & Stitch no es solo son personajes. Son una metáfora viva de muchas personas que llegan a terapia cargando con el caos interno de no haber tenido un lugar donde simplemente ser.

Y entonces lo vi con claridad: este no es solo un cuento de Disney. Es una guía emocional para quienes crecieron creyendo que tenían que encajar para ser amados, cuando en realidad lo que siempre necesitaron fue pertenecer sin condiciones.

Lilo y Stitch: Dos almas que no encajan… hasta que se encuentran

Lilo es una niña intensa, solitaria, rechazada por sus pares, con una vida marcada por la pérdida. Stitch es un experimento creado para el caos, incapaz de adaptarse, programado para la destrucción. Ninguno “funciona bien” en el mundo.
Pero cuando se encuentran, algo cambia. No intentan corregirse, sino reconocerse. Lilo ve a Stitch más allá de su caos. Y Stitch, por primera vez, se siente visto.

En terapia, esto ocurre cuando nuestro paciente se ofrece a sí mismo un espacio libre de exigencias, donde el paciente deja de ser un “caso difícil” y se convierte en alguien digno de ternura (requiere su proceso, pero se logra). Como Lilo con Stitch. 


Encajar es adaptarse. Pertenecer es ser.

Desde el inicio, Stitch intenta adaptarse. Se disfraza de perro, copia conductas humanas, trata de ser “normal”. Pero fracasa. Porque su esencia está en conflicto con lo que se espera de él.
Lilo, en cambio, lo acepta como es: destructivo, desordenado, intenso. No porque lo idealice, sino porque reconoce que su conducta no define quién es él, como en su mismo caso.

Pertenecer no exige borrar el dolor, sino integrarlo. Como terapeuta, lo veo constantemente: cuando una persona deja de actuar para agradar y empieza a mostrarse auténtica, algo se libera. El cuerpo respira distinto. La identidad empieza a tener raíz.


El entorno como puente para reaprender

Lilo no le impone a Stitch un cambio. Lo lleva a su mundo: le da una cama, lo integra en sus rutinas, lo nombra como parte de su familia.
Le dice:

“Ohana significa familia. Y familia significa que nadie se queda atrás ni se olvida.”

Esa es una experiencia emocional que sana, Stitch no cambia por obligación, cambia porque se siente en casa.

“En consulta personas que aprenden a exigirse a sí mismas y ponerse máscaras para intentar encajar en entornos altamente violentos (bullying, por ejemplo) y otras experimentar dolor por la exclusisión. 

No se trata solo de entender qué pasó en la infancia o por qué nos sentimos como nos sentimos. Muchas veces, las personas que vivieron experiencias tempranas de trauma, negligencia o vínculos inseguros ya conocen la historia. La han contado. La han analizado.
Pero no logran sentir que ha cambiado algo dentro de ellas.
Ahí es donde entran estos enfoques.

EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimiento Ocular)

Permite reprocesar memorias traumáticas que quedaron “congeladas” en el sistema nervioso. A través de estimulación bilateral (movimientos oculares, toques alternados o sonidos), se activa la capacidad natural del cerebro de integrar experiencias y liberar la carga emocional asociada.

Muchos pacientes dicen: “Ya no duele igual”, o incluso, “ya no me siento esa niña o ese niño asustado”.

En este proceso, se da algo profundo: el cuerpo comienza a entender que ya no está en peligro. No se trata de borrar el pasado, sino de reorganizar cómo se vive en el presente.

Brainspotting

Trabaja con puntos visuales que conectan directamente con zonas profundas del cerebro donde se almacenan emociones y experiencias no verbalizadas. Al sostener la mirada en un punto específico, el cuerpo accede a emociones que no pasan por la mente racional, lo que permite una liberación auténtica y espontánea.

“No sabía por qué lloraba, pero sentí que algo por fin salía. Como si esa parte de mí hubiera esperado mucho para ser escuchada.” — Paciente, tras sesión de Brainspotting

Este enfoque es especialmente útil cuando las palabras no alcanzan, cuando lo que duele no tiene forma de contarse, pero sí de sentirse y transformarse.

Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)

ACT ayuda a dejar de luchar contra las emociones, pensamientos o recuerdos dolorosos, para empezar a vivir desde los valores personales elegidos. No busca eliminar el malestar, sino enseñarnos a relacionarnos con él de una manera diferente.

“El miedo sigue ahí, pero ya no me detiene. Ahora camino con él, no contra él.” — Paciente, tras un ejercicio de valores en ACT

ACT fortalece la identidad auténtica: permite dejar de ser una versión diseñada para encajar, y empezar a construir una vida con sentido, aunque el pasado aún duela.


Se trabaja no solo desde la narrativa, sino desde el cuerpo, para integrar experiencias donde el paciente se siente contenido sin ser exigido.

Estas terapias reconocen que el trauma no solo se aloja en la memoria, sino también en el cuerpo, en los gestos, en las respuestas automáticas. Y por eso, no basta con hablar: es necesario sentir desde otro lugar.
En estas sesiones, los pacientes no solo se “dan cuenta” de lo que les pasó… lo viven de forma diferente, acompañados, sin juicio, sin presión por cambiar. Y eso es profundamente reparador.

Es el equivalente a lo que Lilo le ofreció a Stitch:
Un espacio donde podía hacer ruido, equivocarse, ser impulsivo… y aun así seguir siendo parte de algo.

En terapia, ese entorno se construye conscientemente. Y desde ahí, se reprograma la relación del paciente con el mundo, con los otros y —sobre todo— consigo mismo.



De sobrevivir adaptándose a vivir con autocuidado

Stitch comienza queriendo “portarse bien” para no ser abandonado. Pero eso no es vínculo, es miedo. Muchas personas viven así:

“Creencias como: tengo que ser útil o suficiente, operan como condicionantes para el establecimiento de relaciones. Si muestro dolor, incomodo.  Viven con miedo, a mostrarse reales por el rechazo. Inclusive a veces renuncian a establecer relaciones sin intentarlo, porque aprendieron a ser excluidos”.

En terapia trabajamos para desmontar esos mandatos.


 V. Stitch elige quedarse: identidad y valor desde lo interno

En una de las escenas más poderosas, Stitch tiene la opción de irse, de regresar al espacio, de dejar todo atrás. Pero decide quedarse. Dice:

“Este es mi familia. Pequeña. Rota. Pero buena. Sí, muy buena.”

Ese momento representa el clímax del proceso terapéutico: cuando el paciente ya no quiere huir de sí mismo, sino quedarse, construirse, sostenerse.
Ya no necesita una identidad funcional. Tiene una identidad elegida.


 Recomendaciones prácticas para dejar de encajar y empezar a pertenecer


 1. Crea tu “ohana emocional”

Haz una lista de personas, espacios o incluso símbolos (una canción, tu terapeuta, una rutina) donde puedes ser tú. Aun si es una sola cosa, que sea real.


 2. Nombra tus formas de encajar

¿En qué contextos te ajustas para agradar? ¿Cuándo cambias tu forma de hablar, sentir o pensar para ser aceptado? Reconocerlo es el primer paso para transformarlo.


 3. Haz reparenting con la voz de Lilo

Cuando tengas un mal día, pregúntate: ¿Qué diría Lilo si me viera así? Imagina que te dice: “Te elijo así, incluso con tus errores”.


 4. Integra tu historia con técnicas corporales

Practica ejercicios de respiración, escaneo corporal o visualización guiada. La pertenencia no se piensa: se siente. Identifica una parte del cuerpo donde experimentes sensaciones físicas asociadas a emociones y coloca tu mano como si la acompañaras, tomar una respiración profunda, cambiar de posición, etc. 


 5. Elige quedarte contigo

Como Stitch, podrías escapar. Volver a tu caos, a tus máscaras. Pero cada día, puedes practicar una microdecisión: quedarte contigo. Con tu dolor, tu ternura, tu historia.
Eso es sanar.

Lilo y Stitch no se salvan porque cambian. Se salvan porque se encuentran. Dos seres  que sin querer, se convierten en hogar el uno para el otro.

En terapia, eso es lo que ocurre entre el paciente y su propio mundo interno: dejan de luchar, empiezan a pertenecer.

Tú también puedes hacerlo. Porque como dijo Stitch, aunque estés roto, puedes ser bueno. Muy bueno.

 

Scroll al inicio