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Silencio emocional, ghosting y ley del hielo: cómo identificar y sanar la violencia afectiva invisible

La ley del hielo y otras formas de violencia emocional en las relaciones A veces no hacen falta gritos, insultos o agresiones directas para que una relación nos destruya emocionalmente. A veces, basta con el silencio. Un silencio sostenido, calculado, que nos hace dudar de nuestro valor, que genera culpa, ansiedad, inseguridad. Un silencio que, lejos de ser madurez emocional, se convierte en una estrategia de control disfrazada de necesidad personal. Este tipo de comportamiento se conoce como ley del hielo, y aunque puede parecer “menos grave” que otras formas de violencia, sus efectos psicológicos son profundos y duraderos. Este blog tiene como objetivo ayudarte a identificar esta dinámica, entender su impacto en tu salud mental, y acompañarte —desde una mirada terapéutica— en tu proceso de sanación. ¿Qué es la ley del hielo? Cuando el silencio se convierte en castigo Todos necesitamos momentos de espacio. A veces el conflicto emocional nos abruma y preferimos callar antes que decir algo que hiera. Eso es legítimo. Pero otra cosa muy distinta es castigar al otro con silencio, dejarlo en el limbo sin explicación, sin contención, sin palabra. La ley del hielo ocurre cuando una persona interrumpe abruptamente la comunicación y la conexión emocional como forma de castigo. No se trata de “tomar espacio para pensar”, sino de generar un vacío relacional que deja al otro en incertidumbre. Es un mensaje implícito que grita: “No importas lo suficiente como para hablar contigo”. Este tipo de silencios no son pausas para sanar, sino armas para controlar. La persona que aplica la ley del hielo suele tener el control emocional del vínculo, mientras que la otra se consume preguntándose qué hizo mal.  ¿Por qué lo normalizamos? Aprendizajes y autoengaños Muchas veces hemos crecido en entornos donde el silencio se usaba como forma de corrección: padres que dejaban de hablarnos cuando “nos portábamos mal”, profesores que ignoraban a los alumnos como castigo, parejas que se alejaban sin decir una palabra. Aprendimos a interpretar el silencio como una consecuencia lógica de nuestras acciones. Y por eso, en la vida adulta, lo normalizamos. Frases como “necesita espacio”, “está procesando”, o “no sabe cómo decir lo que siente” pueden encubrir formas más sutiles de manipulación emocional. El problema no es dar espacio; el problema es usar el silencio para dañar o confundir. Cuando crecemos con estas creencias, es fácil caer en relaciones donde sentimos que merecemos el castigo emocional. Nos volvemos expertos en justificarlos, aun cuando nos sentimos completamente rotos por dentro. Efectos psicológicos del castigo con silencio El impacto del silencio prolongado es profundo y suele pasar desapercibido. Muchas personas no logran ponerle nombre a lo que sienten, pero experimentan una mezcla entre ansiedad constante, miedo al abandono, culpa crónica y una necesidad desesperada de reparar una conexión que el otro eligió cortar. Desde un enfoque de trauma, el silencio puede actuar como un detonador emocional: revive sensaciones de rechazo, abandono o invalidez emocional que quizás vienen de muy atrás. El cuerpo lo sabe, incluso si la mente no logra entenderlo. Aquí, la Terapia Focalizada en las Emociones (TFE) aporta una comprensión clave: en el centro de nuestras heridas vinculares suelen estar emociones primarias no procesadas como el miedo, la tristeza o la soledad. Cuando somos ignorados o castigados con silencio, estas emociones se activan con gran intensidad, pero muchas veces no sabemos cómo nombrarlas o gestionarlas. Como resultado, se generan emociones secundarias (como la rabia o la culpa), que a menudo enmascaran el verdadero dolor. Las consecuencias más comunes incluyen: Ansiedad anticipatoria: miedo constante a que desaparezcan otra vez. Autoestima fragmentada: creencia de que no vales lo suficiente para que te expliquen lo que ocurre. Sobreadaptación: intentar agradar para evitar más silencios. Despersonalización: desconexión de ti mismo/a por no saber dónde estás parado emocionalmente. Hipervigilancia emocional: leer cada gesto, cada palabra, buscando señales que eviten el “próximo silencio”. Validación emocional: reconocer que lo que viviste fue real Una parte esencial del proceso de sanación es validar tus emociones. Muchas personas dudan si están exagerando, si lo que les pasó realmente fue violencia emocional. Es común pensar: “Tal vez estoy siendo muy sensible”, “No me gritó, no me pegó, solo dejó de hablarme”. Pero precisamente por eso es tan dañino: porque no se ve. Porque no deja moretones, sino heridas emocionales que sangran en silencio. Validar lo vivido no es victimizarse, es reconocer el daño para poder empezar a sanar. Desde la TFE, se entiende que la validación emocional no es un acto racional, sino experiencial: es necesario sentir que lo vivido tiene sentido, que hay un espacio seguro para expresar el dolor sin ser juzgado o minimizado. Cuando una persona puede poner en palabras su miedo al abandono, su tristeza por sentirse ignorada, su rabia por haber sido castigada emocionalmente, comienza un proceso de reorganización interna que da lugar a la sanación.  La diferencia entre pedir espacio y ejercer castigo emocional Una persona emocionalmente responsable puede necesitar espacio… pero lo comunica. Dice lo que necesita, acuerda un tiempo, se mantiene en contacto emocional aunque no haya palabras. No deja al otro en el vacío. Ejemplos de comunicación saludable: “Estoy muy alterado/a, necesito una hora para calmarme antes de seguir hablando.” “No puedo procesar esto ahora, pero quiero retomarlo mañana.” “Necesito unos días para pensar, pero no es por ti, y te aviso cuando me sienta preparado/a.” En cambio, el castigo emocional se manifiesta como indiferencia total, ausencia de empatía y falta de cierre. No se comunica, se retira. No explica, desconecta. No pausa, desaparece. Recomendaciones para comenzar a sanar Ponle nombre a lo que viviste: Ley del hielo, ghosting, castigo emocional… No es exageración, es una forma de violencia. Valida tu dolor: No estás loco/a, no eres exagerado/a. Tu sufrimiento tiene sentido. No intentes arreglar lo que te daña: El silencio como castigo no es una pausa amorosa, es una desconexión impuesta. Acércate a vínculos que sí saben dialogar: Relaciones donde se puede hablar, sentir y reparar. Busca ayuda profesional: Un proceso terapéutico con enfoque en

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Cuando el vínculo con tu familia duele.

Cómo reconocer vínculos familiares que generan sufrimiento y saber cuándo alejarse para sanar. La familia puede ser una fuente de amor, cuidado y contención, pero también (y más frecuentemente de lo que se reconoce) puede convertirse en un espacio de dolor emocional, ansiedad y conflicto interno. Hablar de esto no es fácil, en parte porque nos han enseñado que la familia “es lo más importante” y que “todo se perdona por amor”. Sin embargo, cuando el vínculo familiar deja de ser seguro y comienza a afectarnos profundamente, es momento de preguntarnos si realmente estamos eligiendo ese amor… o si solo estamos aferrándonos a la expectativa de que ese vínculo algún día sea lo que siempre soñamos. ¿Qué significa que un vínculo familiar sea dañino? Un vínculo familiar se vuelve perjudicial cuando, lejos de cuidar, genera desgaste, culpa, ansiedad o confusión constante. No se trata de la persona en sí, sino del tipo de relación que se establece, de cómo se interactúa emocionalmente. Indicadores frecuentes que escuchamos en terapia: “Después de verlos, necesito días para recuperarme.” “No puedo decir lo que pienso sin que me juzguen.” “Siempre termino cediendo, aunque no quiero.” “En casa no puedo ser yo.” Estos patrones dañinos a menudo están tan normalizados que cuesta identificar que lo son. La terapia ayuda a hacer consciente lo que ha sido silenciosamente doloroso durante años. El miedo a perder el vínculo y el duelo de lo que no fue Muchas personas no se atreven a revisar la relación con sus familiares por miedo a perder algo. Pero lo que temen perder muchas veces no es el amor real, sino la expectativa de que esa persona algún día se convierta en el padre, la madre o el hermano que soñaron. También temen sentir emociones como el enojo, porque se les enseñó que “eso no se hace con la familia”. Sin embargo, reprimir emociones legítimas no nos hace más fuertes, solo más atrapados. El problema no es sentir enojo: el problema es quedarse atascado, sin poder expresarlo, convirtiéndolo en resentimiento. Validar el enojo y la tristeza es parte del proceso de sanar. Solo desde ahí puede nacer una relación más sana y real. Creencias que perpetúan el sufrimiento. Algunas creencias muy comunes que escuchamos en consulta: “Si me alejo, dejo de amar.” “Tengo que quedarme, aunque me duela.” “No puedo enojarme con ellos, son mis padres.” Estas ideas, profundamente arraigadas, limitan el bienestar emocional y perpetúan vínculos basados en el miedo y la culpa. Desde enfoques como la ACT y la TCC, ayudamos a cuestionar estas creencias y a reconectar con los propios valores, incluso si eso implica tomar decisiones difíciles. El impacto emocional: trauma, ansiedad y desconexión Cuando crecemos en relaciones familiares en las que sentimos que no podemos ser quienes somos, que tenemos que agradar todo el tiempo, evitar el conflicto o reprimir lo que sentimos, nuestro sistema nervioso aprende a adaptarse desde la supervivencia emocional. Muchas personas viven en un estado de alerta constante sin saberlo. Se sienten tensas, ansiosas o tristes sin una razón clara. Esto ocurre porque las emociones que no se pudieron expresar —como el miedo, el enojo o la tristeza— quedan almacenadas en el cuerpo, generando malestar físico y emocional que se arrastra por años. La terapia orientada al procesamiento del trauma, como el reprocesamiento visual (por ejemplo, EMDR o Brainspotting), trabaja directamente con estas experiencias congeladas en la memoria emocional. No se trata de revivir el dolor, sino de permitir que el cuerpo y la mente comprendan que eso que dolió ya pasó, que hoy puedes estar a salvo y elegir de forma diferente. Cuando la mente reprocesa y el cuerpo libera, se produce un cambio profundo: desaparecen síntomas físicos, se regula la ansiedad, mejora el sueño, y muchas personas comienzan a tomar decisiones que antes les parecían imposibles, como poner límites, decir que no, o simplemente dejar de sentirse culpables por cuidar de sí mismas. Sanar no es olvidar lo que pasó. Es dejar de vivir como si siguiera pasando.   ¿Tomar distancia es alejarse para siempre? No necesariamente. Tomar distancia no siempre implica cortar físicamente la relación. Muchas veces se trata de renunciar a la expectativa de que esa persona cambie, y empezar a aceptar la realidad tal cual es. La distancia también puede ser emocional: elegir no involucrarte en ciertas conversaciones, dejar de intentar complacer o esperar una validación que nunca llega. Distanciarse puede ser una forma de cuidarse sin dejar de amar. Sanar no es borrar: es resignificar La verdadera sanación no siempre implica reconciliación, pero sí implica darle otro lugar a ese vínculo en tu vida, uno que no duela, que no pese, que no te desvíe de tu bienestar.Y sí, muchas veces se puede reconstruir una relación más sana desde la honestidad emocional y los límites. Otras veces, es mejor no volver, y eso también es válido. Sanar es poder decir: “Me dolió, pero ya no me controla.” Sanar no es borrar: es resignificar La verdadera sanación no siempre implica reconciliación, pero sí implica darle otro lugar a ese vínculo en tu vida, uno que no duela, que no pese, que no te desvíe de tu bienestar.Y sí, muchas veces se puede reconstruir una relación más sana desde la honestidad emocional y los límites. Otras veces, es mejor no volver, y eso también es válido.

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¿Por qué me siento triste y no sé por qué?

¿Por qué me siento triste y no sé por qué? Quizá no entiendas tu tristeza, pero eso no significa que no tenga sentido.Muchas personas experimentan esa tristeza silenciosa, sin motivo claro, y no saben qué hacer con ella. Hay días en los que te despiertas con una sensación extraña en el pecho. No ha pasado nada malo, nadie te ha herido, y sin embargo… estás triste. No sabes por qué. No puedes explicarlo, pero tampoco puedes ignorarlo. La tristeza, esa vieja conocida que a veces llega sin avisar y sin motivo aparente, puede ser desconcertante. Muchas personas llegan a consulta diciendo: “Estoy bien, todo está en orden… pero me siento mal, apagado, desconectado. No entiendo por qué.” Si te ha pasado esto, quiero que sepas algo desde el principio: no estás solo/a, no estás roto/a, y tu tristeza tiene sentido, aunque aún no lo comprendas. La tristeza como emoción: un sistema para sobrevivir Es posible pensar que los seres humanos somos la única especie capaz de sentir emociones… pero esto está lejos de ser cierto. Todos los mamíferos experimentan emociones porque forman parte de un sistema biológico de supervivencia. Las emociones nos ayudan a reaccionar rápidamente ante los peligros del entorno. Cuando hay una amenaza, miedo y rabia activan al cuerpo para huir o luchar. Pero ¿qué pasa con la tristeza? La tristeza suele aparecer cuando algo nos falta, cuando perdemos algo que era importante: Un ser querido Una relación Una etapa de vida Una oportunidad Una parte de nosotros que ya no reconocemos Y aunque no haya una “gran pérdida” aparente, puede haber pequeñas pérdidas invisibles que se acumulan. A veces, lo que perdemos no es algo externo, sino interno: el entusiasmo, la conexión, el sentido, la calma. Pero aquí viene algo fundamental: La tristeza tiene una función: nos ayuda a parar, a reflexionar, y sobre todo, a buscar apoyo. Cuando sentimos tristeza, nuestro cuerpo cambia: el rostro se entristece, bajamos la mirada, nuestra voz se suaviza. Todo esto genera, en muchas ocasiones, una respuesta de acogida en los demás. Es como si nuestro cuerpo hablara por nosotros, diciendo: “No puedo con esto solo. Necesito que alguien me vea.” ¿Por qué estoy triste si todo está bien? Hay muchas razones por las que puedes estar triste sin entender por qué. Aquí van algunas que veo frecuentemente en terapia: Acumulación de pequeñas cargas emocionales: Cosas que “no parecían tan graves” pero que fuiste guardando. Cambios vitales no procesados: Nuevos trabajos, mudanzas, rupturas, incluso “cambios positivos” que generan pérdida de estabilidad. Desconexión interna: Vivir en automático, sin pausa, sin preguntarte qué necesitas o cómo te sientes. Duelo por partes de ti que ya no están: A veces lloramos por quien fuimos y ya no somos. Cansancio emocional: Estar fuerte demasiado tiempo también agota. Y otras veces, la tristeza puede estar relacionada con experiencias del pasado que tu mente no ha conectado con el presente, pero tu cuerpo sí. ¿Cómo se aborda esto en terapia? Cuando llegas con una tristeza sin causa clara, tu terapeuta no buscará “corregirte”, sino acompañarte a explorarla con curiosidad, sin juzgarla. 🔸 Terapia Cognitivo Conductual (TCC):Ayuda a identificar pensamientos automáticos como “No tengo derecho a estar triste” o “No debería sentirme así si todo está bien”. Se trabaja en cuestionar esos pensamientos, entender de dónde vienen, y reemplazarlos por formas más compasivas y realistas. Además, se incorporan pequeños cambios en tu rutina diaria que favorecen el bienestar. 🔸 Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT):Aquí se propone dejar de pelear con la tristeza. Se trabaja para aceptar su presencia, observarla sin reaccionar de inmediato, y seguir actuando en base a lo que realmente importa en tu vida, aunque el malestar esté presente. 🔸 EMDR y Brainspotting:Se usan para abordar emociones profundas cuando hay sospecha de que la tristeza se relaciona con experiencias pasadas no resueltas. En EMDR, se utiliza estimulación bilateral para reprocesar esos recuerdos. En Brainspotting, se localiza un punto visual asociado a la emoción, y se permite al cuerpo procesarla de forma profunda, sin necesidad de racionalizar. 🔸 Modelo PARCUVE:Permite abordar emociones como la culpa, vergüenza o ansiedad que muchas veces están enmascaradas en la tristeza. Se trabaja desde lo corporal, emocional y narrativo para liberar la carga. ¿Qué puedo hacer cuando estoy triste y no entiendo por qué? Aquí van algunas ideas que puedes probar, no para «quitarte» la tristeza, sino para acompañarte con más presencia: Valídala sin exigirle explicaciones: “No sé por qué estoy triste, pero me doy permiso para sentirlo.” Escucha tu cuerpo:¿Cómo se siente la tristeza físicamente? ¿Dónde la sientes? ¿Qué necesitaría esa parte de ti? Crea una pausa real:Detente. Respira. Quizá la tristeza llegó porque necesitabas bajar el ritmo. Habla con alguien que no intente solucionarte, sino escucharte. Escribe sin filtro:A veces, al escribir sin pensar, aparece eso que no sabías que te estaba doliendo. Busca ayuda profesional si la tristeza no se va o interfiere demasiado con tu vida. ¿Cuándo buscar ayuda profesional? No esperes a “estar muy mal” para pedir ayuda. La terapia no es solo para quienes ya no pueden más. Es también para quienes quieren comprenderse, crecer, y cuidar su salud mental como parte de su bienestar general. 🚩 Busca apoyo si: La tristeza dura más de dos semanas sin mejorar Te cuesta realizar tareas básicas o disfrutar de cosas que antes te gustaban Sientes que tu cuerpo está agotado o muy agitado sin razón clara Te aíslas, lloras con frecuencia o estás muy irritable Tienes pensamientos de inutilidad, desesperanza o ideas relacionadas con la muerte. “Quizá no entiendas tu tristeza, pero eso no significa que no tenga sentido. A veces, es el idioma que usa tu cuerpo para pedirte que te abraces más fuerte.”

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Sentirse perdido en la vida: Una oportunidad de aprendizaje

«El que no sabe para dónde va, cualquier rumbo es bueno. Y ninguno le satisface» (Paciente en proceso psicológico). Esta frase refleja el vacío que sienten muchos jóvenes adultos hoy: avanzar sin dirección, lograr cosas sin satisfacción. Cuando tomas decisiones desde la presión externa y no desde tu verdad, el rumbo se vuelve confuso y nada te satisface.  «No sé qué quiero hacer con mi vida», «Siento que todo el mundo avanza menos yo», «Estoy haciendo mil cosas, pero ninguna me llena».Estas frases no son raras entre jóvenes adultos. De hecho, son más comunes de lo que parecen. En una etapa donde todo parece moverse rápido, se espera que elijas una carrera, un trabajo, una pareja, una identidad… casi sin espacio para preguntarte si realmente eso es lo que tú deseas. Vivimos muchas veces en piloto automático, cumpliendo mandatos familiares o sociales: “Estudia algo con salida laboral”, “Consigue estabilidad”, “Sé alguien en la vida”. Pero, ¿quién decide qué significa «ser alguien»?Esa desconexión entre lo que hacemos y lo que realmente necesitamos, genera un vacío difícil de explicar: nos sentimos perdidos, aunque desde afuera parezca que «vamos bien». Creencias invisibles, decisiones visibles: lo que creo, guía lo que elijo Cuando no sabemos hacia dónde ir, solemos buscar más información, hacer tests vocacionales, ver videos motivacionales. Pero rara vez nos detenemos a mirar qué creencias nos están guiando en silencio. Frases como: “Tengo que tener éxito para valer” “Si me equivoco, arruinaré mi vida” “No puedo defraudar a mis padres” “Si no soy productivo, estoy perdiendo el tiempo” Estas creencias actúan como filtros que deforman la manera en que tomamos decisiones. Desde la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), se entiende que muchas veces estas ideas vienen de la infancia, la cultura o experiencias pasadas, y aunque no siempre son conscientes, afectan profundamente cómo vivimos. Una buena pregunta para comenzar es:¿Desde qué creencia estoy buscando mi propósito?   No es hacia afuera: el acto radical de detenerse e ir hacia adentro A veces la presión de encontrar “el camino correcto” nos empuja a buscar hacia afuera: ¿qué habilidad tengo? ¿Qué está de moda? ¿Qué genera dinero? ¿Qué me dice el test vocacional? Pero encontrar dirección no es solo elegir una carrera o un objetivo, es volver a ti. La verdadera claridad no viene de acumular más opciones, sino de detenerte.El acto de pausar para escucharte, aunque incómodo, es lo que te permite reconocerte. Desde la Terapia Dialéctico Conductual Radicalmente Abierta, se trabaja mucho la capacidad de introspección real, esa que surge cuando no estás actuando para encajar, sino para entenderte. Algunas preguntas poderosas para ese momento de pausa: ¿Qué parte de mí estoy ignorando por seguir avanzando? ¿Estoy eligiendo desde el miedo o desde el deseo? ¿Qué necesito escuchar que no me he permitido? Nuestro GPS interno: lo activas tu mismo, tus valores de vida. Tener dirección no es tener respuestas fijas.  Es tener un GPS interno, que te oriente incluso en la incertidumbre.Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), se trabaja el concepto de valores, entendidos como principios que dan sentido a nuestras acciones. Son diferentes de las metas porque no se “cumplen”: se viven. Un valor puede ser: cuidar, crear, aprender, conectar, explorar.Una meta sería: “ser ingeniero”, “ganar dinero”, “tener pareja”.Puedes cumplir una meta y seguir vacío si no está conectada con un valor auténtico. Ejercicio sugerido:Recuerda una situación en la que te sentiste muy tú. ¿Qué valor estaba presente? ¿Qué dice eso sobre lo que realmente importa en tu vida?   Muchas veces no es que no sepamos qué hacer, es que algo dentro de nosotros nos impide movernos.Es importante identificar qué emoción está interfiriendo. Por ejemplo: Pánico: “Si me equivoco, arruinaré mi vida” Ansiedad: “Tengo que decidir ya” Rabia: “Estoy harto de que todo el mundo opine sobre mi vida” Culpa: “Mis padres se esforzaron por mí, no puedo defraudarlos” Vergüenza: “¿Y si fracaso y todos lo ven?” Reconocer y atender estas emociones es un paso esencial antes de tomar decisiones importantes. No se trata de evitarlas, sino de escucharlas con compasión. El propósito no se encuentra, se construye Vivimos esperando ese momento mágico en que “todo tendrá sentido”, como si el propósito fuera un tesoro escondido. Pero el propósito no aparece de golpe. Se construye con cada elección diaria que está alineada contigo. No necesitas tener todo resuelto para empezar. Solo necesitas estar dispuesto a caminar hacia lo que te importa, incluso si no sabes exactamente a dónde lleva. Esa es la verdadera dirección con sentido.   Recomendaciones prácticas Pausa intencionalAgenda un momento semanal sin distracciones para preguntarte:¿Cómo me siento? ¿Qué necesito? ¿Qué parte de mí he ignorado últimamente? Lista de creencias limitantesAnota todo lo que crees que “deberías” hacer o ser. Luego pregúntate:¿Esta idea es mía? ¿O la heredé de alguien más? Identifica tu emoción dominante (PARCUVE)Elige cuál de estas emociones te frena más seguido. Escribe:¿Qué me quiere decir esta emoción? ¿Qué necesito validar o sanar? Crea tu brújula de valoresElige 3 valores que te importen profundamente. Luego piensa:¿Qué acciones concretas puedo hacer esta semana que reflejen ese valor? Diseña un experimento de vida de 30 díasElige una acción diaria conectada con un valor (por ejemplo: conectar → enviar un mensaje genuino a alguien cada día). Evalúa cómo te sientes al final del mes.    

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Tu emoción no es el enemigo. Es la señal de algo que importa.

Tu emoción no es el enemigo. Es la señal de algo que importa. Hemos aprendido —de manera casi automática— a tragarnos las lágrimas, a disfrazar la rabia con sonrisas, a no mostrar tristeza para no parecer débiles, a minimizar lo que nos duele con frases como “no es para tanto” o “debería estar agradecido”. Y así, en nombre del control y la funcionalidad, muchas veces nos desconectamos de nosotros mismos. ¿Qué pasa cuando nos contenemos todo el tiempo? Al reprimir nuestras emociones, no las eliminamos. Solo las empujamos hacia adentro.Y lo que queda guardado, no desaparece: se transforma en síntomas, se filtra en los vínculos, se acumula en el cuerpo. La angustia sin nombre se manifiesta como un nudo en la garganta. El enojo no expresado se convierte en impaciencia o cinismo. El miedo silenciado se transforma en ansiedad. La tristeza ignorada se esconde detrás de un cansancio sin explicación. En consulta, escucho frases como: “No sé por qué lloro si no me pasa nada grave.”“Todo está bien, pero siento una presión en el pecho todo el día.”“Me cuesta dormir, tengo miles de pensamientos, pero no logro identificar qué me preocupa.” No es que no haya nada. Lo que hay es una desconexión de lo que sentimos porque hemos aprendido a no escucharnos. Escucharse no es debilidad. Es una forma de volver a casa. Escucharse no es actuar impulsivamente. No es gritar todo lo que sentimos ni vivir desde la emoción sin filtros.Tampoco es victimizarnos ni quedarnos estancados en el dolor. Escucharse es permitirnos reconocer lo que está pasando dentro.Es ponerle nombre a esa sensación vaga que llevamos cargando hace días.Es sostenernos con presencia, sin juicio, sin prisa por “estar bien”. ¿Cómo podemos comenzar a escucharnos? Aquí algunos pasos para empezar: 1. Nombrar la emoción Haz una pausa y preguntate: ¿Qué estoy sintiendo ahora?¿Dónde lo siento en el cuerpo?¿Tiene una forma, color, temperatura? Nombrar nos da poder. No es lo mismo decir “me siento rara” que “estoy triste y frustrada porque no me sentí escuchada”. 2. Validar lo que sentimos Permitirnos sentir no significa justificar todo, pero sí reconocer que lo que sentimos tiene sentido desde nuestra historia, nuestras heridas, nuestras necesidades. “Es normal que me sienta así. Lo que me pasó fue doloroso, y mi emoción está tratando de cuidarme.” 3. Buscar formas de expresión seguras A veces no se trata de hablar, sino de encontrar otras formas de canalizar lo que llevamos dentro: Escribir un diario emocional. Dibujar lo que sentimos, aunque no tenga forma definida. Movernos: bailar, caminar, respirar profundo. Llorar en silencio o en compañía. Usar objetos que nos den contención (una manta, un peluche, una vela, un cuaderno especial). 4. Tener una actitud compasiva No todo se va a entender de inmediato. No todo se va a resolver hoy.Pero podemos empezar a hablarnos bonito, a no juzgarnos tan fuerte, a tratarnos como trataríamos a alguien que amamos profundamente. “Estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo. No tengo que tener todas las respuestas hoy.”   Ejemplos reales y cotidianos María sonríe todo el día en el trabajo. Pero al llegar a casa, colapsa emocionalmente sin saber por qué. Lleva semanas ignorando su tristeza. Su cuerpo ya no puede más. Luis evita hablar con su pareja porque teme al conflicto. Pero la tensión se acumula, y un día explota por algo mínimo. No era el problema, solo la gota. Sofía llora viendo una película. Se siente tonta por hacerlo. Pero en realidad, lo que llora es su propia historia que nunca tuvo espacio para ser sentida. Andrés tiene un dolor de cabeza constante. Ha hecho estudios, no hay causa médica. Pero su terapeuta le pregunta: “¿qué estás conteniendo?”… y entonces, empieza a recordar Reprimir no es sanar. Contener no es sostener. Sanar no es dejar de sentir.Sanar es darnos el permiso de sentir con seguridad.Es acompañarnos en lo que aparece sin tener que taparlo.Es entender que lo que no se escucha… busca otras formas de hablar. A veces en la piel. A veces en el cuerpo. A veces en los sueños o en las relaciones. Frases para recordarte si te cuesta escucharte: 🌱 «No tengo que tener todo claro para sentir lo que siento.»🌱 «Hoy me permito reconocer lo que me habita.»🌱 «Mis emociones no son un problema. Son señales de vida.»🌱 «Puedo ser suave conmigo, incluso cuando no entiendo todo.»🌱 «Estoy aprendiendo a no huir de mí.»

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Cultura organizacional inclusiva y Trastorno del Espectro Autista

“Que nadie quede fuera: construyamos juntos un espacio laboral que abrace la neurodiversidad” Cultura organizacional inclusiva y Trastorno del Espectro Autista Al inicio de mi carrera como psicóloga trabajé en procesos de inclusión laboral para personas con discapacidad. Esa experiencia despertó un profundo compromiso que conservo hasta hoy: facilitar apoyos reales para que empresas y personas puedan construir entornos laborales verdaderamente inclusivos.(Evelyn) “No quiero que me den un trato especial, solo que se den cuenta de que mi forma de hacer las cosas no es un error, es simplemente diferente.” — Luis, adulto diagnosticado con TEA a los 29 años Beneficios de incluir personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) en el lugar de trabajo. Alta capacidad de concentración y atención al detalle Pensamiento lógico, metódico y estructurado Compromiso y constancia en tareas repetitivas Honestidad e integridad laboral Aporte de soluciones creativas desde una perspectiva distinta Mejora del clima laboral al fomentar la empatía, la paciencia y el respeto mutuo.  Las empresas que han incorporado prácticas inclusivas reportan mejoras en la productividad, la innovación y la cohesión de los equipos. Los colaboradores neurotípicos también se benefician de procesos más claros, canales de comunicación efectivos y un entorno más comprensivo y humano. Beneficios de incluir personas con TEA en el lugar de trabajo Independientemente del puesto o del nivel de autismo, existen estrategias generales de adaptación que han demostrado facilitar la integración y el desempeño laboral de personas con TEA. Muchas de estas “ajustes razonables” benefician no solo al empleado autista sino a la plantilla en general (principio de diseño universal). A continuación, se destacan recomendaciones clínicas y laborales respaldadas por expertos: Proceso de selección inclusivo: Adaptar las entrevistas y evaluaciones para que midan el talento real y no eliminen candidatos por sus dificultades sociales. Por ejemplo, extender el tiempo de entrevista y proporcionar las preguntas por adelantado, para reducir la ansiedad y permitir respuestas más precisas. También se puede ofrecer la opción de responder por escrito o mediante demostraciones prácticas en lugar de preguntas orales.  Grandes empresas como Google han implementado estas medidas en su programa de contratación de personas con autismo (entrevistadores entrenados en TEA, entrevistas más estructuradas y predecibles). Asimismo, informar claramente al candidato de cada paso del proceso de selección y qué se espera de él, evitando sorpresas, ayuda a que muestre su potencial real. Claridad en las tareas y comunicación: Una vez contratado, el empleador debe proveer instrucciones claras, concretas y sin ambigüedades. Conviene asignar objetivos bien definidos y fechas límite explícitas, evitando la comunicación implícita o “entre líneas” . Muchos empleados con TEA rinden mejor con rutinas predecibles; por ello, estructurar el día a día (por ejemplo, horarios fijos, checklist de tareas) les proporciona seguridad. Si es posible, entregar las instrucciones también por escrito o con apoyos visuales (diagramas, ejemplos) complementa la comunicación verbal y reduce malentendidos. La retroalimentación directa y honesta por parte de los supervisores es crucial: elogiar sus contribuciones específicas y señalar áreas de mejora de forma específica (evitando críticas vagas) les ayuda a ajustarse a las expectativas. Adecuaciones sensoriales y ambientales: Muchas personas con TEA son hipersensibles a estímulos como el ruido, la iluminación o la multitud. Pequeños cambios en el entorno pueden marcar gran diferencia. Por ejemplo, proporcionar un espacio de trabajo tranquilo o permitir el uso de auriculares con cancelación de ruido puede mejorar enormemente su concentración. Evitar luces fluorescentes parpadeantes (o reemplazarlas por luz natural o LED estable) reduce la sobrecarga sensorial. Si la oficina es de planta abierta ruidosa, se puede habilitar un cubículo o rincón menos concurrido para el empleado con TEA, o brindarle la opción de hacer teletrabajo ciertos días si eso aumenta su comodidad. También es útil establecer “espacios de calma” o permitir pequeños recesos donde la persona pueda retirarse momentáneamente si siente ansiedad sensorial, retomando luego su actividad con más tranquilidad. Apoyos sociales y culturales en la empresa: Fomentar una cultura organizacional neuro-inclusiva. Esto implica formar a los compañeros de trabajo y mandos medios sobre el autismo, derribando estereotipos y promoviendo la empatía. Por ejemplo, realizar talleres breves de sensibilización para el personal sobre las características del TEA (explicar por qué su colega tal vez no socializa en las pausas o tiene hábitos particulares) puede crear un ambiente de respeto y aceptación. Varios programas exitosos asignan un mentor o “buddy” al empleado con TEA: un compañero dispuesto a orientarlo en las normas no escritas de la oficina, responder preguntas cotidianas y ofrecer apoyo informal en la integración social. Desde la gestión, es recomendable que los supervisores actúen en parte como coaches: que brinden guía adicional al empleado con TEA, monitoreen su carga de trabajo para evitar sobreestrés, y estén disponibles para resolver dudas de forma paciente. Estas “prácticas de apoyo natural” suelen ser más sostenibles que depender indefinidamente de un especialista externo, y benefician a todo el equipo al cultivar liderazgo inclusivo Ajustes en las políticas y horarios: Ser flexible en ciertas normas puede constituir un ajuste razonable sin costo significativo. Por ejemplo, permitir un horario ligeramente adaptado (entradas o salidas escalonadas) si la persona tiene dificultades con el transporte en horas pico o necesita una rutina específica. Igualmente, tolerar que el empleado use estrategias autocalmantes discretas (como tener un objeto anti-estrés en el escritorio, hacer stimming leve) siempre que no afecte el rendimiento, en vez de prohibirlas, ayudará a que maneje su ansiedad. También, definir claramente las expectativas de vestimenta, breaks, etc., para que no tenga que adivinar reglas informales. Si existen políticas de rotación de puesto o tareas, planificar con anticipación cómo afectarán al empleado con TEA y comunicarlo con suficiente antelación, preparando una transición estructurada. Tecnología asistiva y herramientas organizativas: Aprovechar dispositivos y software para apoyar al trabajador. Aplicaciones de gestión de tiempo y tareas (calendarios electrónicos con alarmas, listas digitales), recordatorios visuales y temporizadores pueden ayudar con las funciones ejecutivas (organización, iniciación de tareas). Algunas personas con TEA usan aplicaciones específicas para practicar habilidades sociales o recordar protocolos laborales. Incluir estos apoyos tecnológicos personalizados puede aumentar su autonomía en

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Más allá del trauma: ¿Cómo diferenciamos el Trastorno de Estrés Postraumático del trauma complejo?

No todo trauma es igual: diferencias esenciales entre TEPT y trauma complejo. No todo trauma es igual. Mientras que el TEPT surge de eventos traumáticos puntuales, el trauma complejo deja huellas más profundas en la identidad, las emociones y las relaciones. Conocer sus diferencias es clave para un tratamiento efectivo. Descubre en este artículo cómo abordarlos desde la evidencia clínica y la adaptación terapéutica. Trastorno de Estrés Postraumático Trauma Complejo Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) El Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) se clasifica dentro de los trastornos relacionados con traumas y factores de estrés en el DSM-5. Se desarrolla después de la exposición a un evento traumático que implica una amenaza real o percibida de muerte, lesiones graves o violencia sexual, ya sea directamente experimentado, presenciado o sufrido por un ser querido. Trauma Complejo Aunque el DSM-5 no reconoce formalmente el trauma complejo como un diagnóstico independiente, sí reconoce que algunos pacientes con TEPT presentan síntomas adicionales que afectan la identidad, las relaciones y la regulación emocional. El CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS) introduce el diagnóstico de Trastorno de Estrés Postraumático Complejo (TEPT-C), diferenciándolo del TEPT estándar.   El trauma puede manifestarse de diversas maneras y afectar a las personas de formas únicas. No todo trauma es igual, y comprender sus diferencias es clave para brindar un tratamiento adecuado y efectivo. El Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) y el trauma complejo, aunque comparten ciertas similitudes, tienen orígenes, síntomas y abordajes terapéuticos distintos. El TEPT surge tras un evento traumático puntual y se caracteriza por reexperimentación, evitación e hiperactivación. En cambio, el trauma complejo se origina en experiencias prolongadas de abuso o negligencia, afectando la identidad, las relaciones y la regulación emocional. El Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) es un diagnóstico que surge tras la exposición a un evento traumático extremo, como accidentes, violencia o desastres naturales. Se caracteriza por síntomas como reviviscencias, evitación, alteraciones en la cognición y el estado de ánimo, y una activación fisiológica elevada. Por otro lado, el trauma complejo se refiere a experiencias traumáticas prolongadas y repetidas, generalmente en el contexto de relaciones interpersonales abusivas (maltrato infantil, violencia doméstica, explotación, etc.). A diferencia del TEPT, el trauma complejo afecta la identidad, la regulación emocional, las relaciones interpersonales y la percepción del mundo. Diferencias clave entre TEPT y trauma complejo Origen y Duración: El TEPT suele desarrollarse a partir de un solo evento traumático, mientras que el trauma complejo surge de experiencias prolongadas de abuso o negligencia. Síntomas: Mientras que el TEPT se enfoca en la reexperimentación y la hiperactivación, el trauma complejo involucra dificultades en la regulación emocional, disociación, autoimagen negativa y problemas interpersonales. Impacto en la Personalidad: El trauma complejo puede generar alteraciones profundas en la identidad y la manera en que la persona percibe el mundo y las relaciones. Dificultades en el Tratamiento: El abordaje del trauma complejo es más extenso, ya que se necesita trabajar no solo con los síntomas del trauma, sino con patrones de apego disfuncionales, creencias nucleares dañadas y desregulación emocional crónica.   Diferencias en su abordaje El tratamiento del TEPT generalmente incluye técnicas de procesamiento del trauma, como la exposición prolongada o la desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR), con el objetivo de reducir los síntomas de reexperimentación y evitar la evitación del trauma. En el caso del trauma complejo, los protocolos de tratamiento deben adaptarse a las necesidades individuales del paciente, utilizando un juicio clínico basado en la evolución del proceso terapéutico. En muchas ocasiones, se requiere modificar o aplicar protocolos especializados en diferentes fases, asegurando que el paciente esté preparado para afrontar cada etapa sin riesgo de retraumatización. El trauma complejo requiere un enfoque más amplio y progresivo: Primera Fase Desarrollo de habilidades de regulación emocional y estabilización. Segunda Fase Procesamiento del trauma mediante enfoques como EMDR, Brainspotting o Terapia Cognitivo-Conductual centrada en el trauma. Esta fase puede variar, de acuerdo con el modelo terapéutico, por ejemplo en EMDR, la fase 2 implica la regulación emocional en caso de ser necesario. Tercera Fase Integración y reconstrucción de la identidad y las relaciones interpersonales. Desafíos para los terapeutas y la importancia de contar con diversas herramientas El tratamiento del trauma complejo presenta múltiples desafíos para los terapeutas. Algunos de los principales incluyen: Dificultades en la alianza terapéutica: Los pacientes con trauma complejo pueden presentar desconfianza extrema debido a experiencias previas de abuso y traición. Desregulación emocional severa: Es común encontrar una elevada reactividad emocional, lo que puede dificultar el progreso terapéutico si no se han trabajado estrategias de regulación previamente. Tendencias a la disociación: La presencia de estados disociativos puede interferir en el procesamiento del trauma, haciendo necesario ajustar las intervenciones para estabilizar al paciente antes de trabajar con recuerdos traumáticos. Impacto en el terapeuta: La exposición prolongada a historias de trauma puede generar fatiga por compasión o desgaste emocional, por lo que el autocuidado del terapeuta es esencial. Para abordar estos desafíos, es crucial que el terapeuta cuente con un amplio repertorio de herramientas terapéuticas y la flexibilidad para adaptar las intervenciones según el paciente. La combinación de enfoques como EMDR, Brainspotting, TDC, ACT y modelos específicos de procesamiento emocional permite un tratamiento más efectivo y ajustado a las necesidades individuales. El reto del trauma complejo y la importancia de un psicólogo clínico altamente formado en trauma El tratamiento del trauma complejo es desafiante debido a la profundidad del daño emocional y la alteración en la identidad. La intervención debe ser realizada por profesionales con formación especializada en trauma, pues requiere un abordaje multifacético y adaptado a las necesidades individuales. Contar con un terapeuta experto en trauma facilita la estabilidad emocional, la confianza en la terapia y el acceso a herramientas eficaces para el procesamiento del trauma. Recomendaciones para pacientes y personas en búsqueda de apoyo Busca un terapeuta especializado en trauma: No todos los profesionales están capacitados en trauma complejo, por lo que es clave encontrar a alguien con formación en enfoques como TCC, EMDR, TDC o Brainspotting. No te compares

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La culpa y su papel en el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC)

La Culpa y su papel en el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) La culpa es una de las emociones que más peso tienen en la vida de las personas con Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC). Puede convertirse en un motor que alimenta pensamientos intrusivos, llevándolas a realizar compulsiones para aliviar su angustia. Comprendiendo la culpa ¿Qué es la culpa? La culpa es una emoción compleja que surge cuando una persona percibe que ha hecho algo moralmente incorrecto o ha fallado en cumplir con ciertos estándares internos o sociales. Se diferencia de la vergüenza en que la culpa está más relacionada con acciones específicas, mientras que la vergüenza afecta la identidad de la persona. En el contexto del TOC, la culpa se intensifica debido a creencias disfuncionales y a una percepción exagerada de responsabilidad. Comprendiendo la culpa ¿Qué es la culpa? La culpa es una emoción compleja que surge cuando una persona percibe que ha hecho algo moralmente incorrecto o ha fallado en cumplir con ciertos estándares internos o sociales. Se diferencia de la vergüenza en que la culpa está más relacionada con acciones específicas, mientras que la vergüenza afecta la identidad de la persona. En el contexto del TOC, la culpa se intensifica debido a creencias disfuncionales y a una percepción exagerada de responsabilidad. Comprendiendo la culpa ¿Qué es la culpa? El peso de la culpa en las personas con TOC Las personas con TOC experimentan culpa de manera desproporcionada, ya que su mente suele interpretar pensamientos intrusivos como si fueran indicativos de su moralidad o intención real. Esto genera angustia y la necesidad de realizar compulsiones para aliviar la culpa. En muchos casos, la culpa se convierte en el motor principal de las obsesiones y compulsiones, haciendo que el ciclo del TOC sea más difícil de romper.Cómo se manifiesta la culpa en el TOC? La culpa en el TOC puede manifestarse de varias formas, dependiendo del subtipo de TOC que se presente. Algunas de las más comunes incluyen: TOC Religioso o Escrupulosidad: La persona siente culpa extrema por pensamientos que considera blasfemos o inmorales. TOC de Contaminación Moral: Surge el miedo de haber causado daño ético o moral a otros, incluso sin evidencia real de ello. TOC de Responsabilidad Excesiva: Sensación de ser responsable de cualquier daño que pueda ocurrir, lo que lleva a compulsiones como la verificación repetitiva. TOC Relacional: Culpa intensa por pensamientos intrusivos sobre la pareja o relaciones personales. ¿Cómo podemos identificar la culpa en el TOC?          Para identificar la culpa en el TOC, es importante prestar atención a ciertos patrones de pensamiento y comportamiento, como: Pensamientos recurrentes de haber cometido un error imperdonable. Necesidad constante de pedir disculpas o buscar confirmación en los demás. Angustia extrema ante pensamientos intrusivos que desafían las creencias morales de la persona. Realización de rituales para aliviar la sensación de culpa. Abordaje terapéutico de la culpa en el TOC El tratamiento de la culpa en el TOC se basa en enfoques terapéuticos específicos que ayudan a desafiar y modificar la relación disfuncional con esta emoción. Algunas estrategias efectivas incluyen: Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Identificación y reestructuración de creencias irracionales sobre la culpa y la responsabilidad. Exposición con Prevención de Respuesta (EPR): Exposición gradual a los pensamientos o situaciones temidas sin realizar compulsiones. Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT): Aprender a aceptar la culpa como una emoción natural sin intentar evitarla. EMDR y Brainspotting: Enfoques que ayudan a reprocesar experiencias traumáticas que refuerzan la culpa disfuncional.   Recomendaciones Para quienes experimentan culpa como parte de su TOC, aquí algunas estrategias prácticas para manejarla: Reconoce la culpa sin juzgarla: Permítete sentirla sin etiquetarla como «buena» o «mala». Desafía pensamientos irracionales: Pregúntate si realmente eres responsable de lo que temes o si tu mente está exagerando la situación. Evita buscar constante confirmación: Pedir validación repetidamente refuerza el ciclo del TOC. Practica la autocompasión: Trátate con la misma amabilidad que ofrecerías a un amigo en una situación similar. Busca ayuda profesional: Un terapeuta puede ayudarte a gestionar la culpa de manera efectiva. La Técnica CxC Transforma tu relación con la culpa con curiosidad y compasión Cuando te descubras atrapado en la culpa o la autocrítica, intenta este cambio de enfoque: Cambia la Crítica por Curiosidad (CxC). La próxima vez que sientas una emoción difícil, en lugar de juzgarte, usa frases como: «Interesante. Aún me molesta cuando…» «Interesante. Me siento ansioso cuando…» «Interesante. Tengo miedo de…» Esto te permitirá explorar tus emociones en lugar de rechazarlas. En vez de castigarte por sentir, estarás escuchando lo que esas emociones intentan decirte. Si empiezas a ver tus emociones como mensajeras, en lugar de amenazas, descubrirás que tienen información valiosa para ti. No necesitas reprimirlas ni castigarte por sentirlas. Solo necesitas escucharlas con amabilidad. Cada vez que te descubras juzgándote por sentir algo, haz una pausa y di: «Interesante, aún me afecta esto». Notarás cómo cambia la forma en que experimentas tus emociones. No está mal sentirte mal. Lo que está mal es creer que está mal sentirte mal. ¿Te animas a intentarlo? Cuéntanos en los comentarios cómo cambia tu relación con tus emociones cuando dejas de criticarlas y comienzas a explorarlas con curiosidad.

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Miedo a la muerte: cuando el pensamiento intrusivo domina la mente

Cuándo es miedo y cuándo es TOC de miedo a la muerte Miedo a la muerte: cuando el pensamiento intrusivo domina la mente. El miedo a la muerte suele relacionarse con el miedo a no ser importante, a no dejar huella, a que la vida no tenga un impacto.  El miedo a la muerte es una de las preocupaciones más universales del ser humano. Para algunas personas, este temor puede volverse abrumador, manifestándose en pensamientos intrusivos, sensaciones físicas intensas y una ansiedad constante que interfiere con su vida diaria. En este artículo exploraremos sus causas, cómo diferenciarlo de otras condiciones y las mejores estrategias para afrontarlo desde una perspectiva terapéutica.  ¿Qué es el miedo a la muerte? El miedo a la muerte, también conocido como tanatofobia, es una ansiedad intensa y persistente relacionada con la idea de la propia muerte o la de seres queridos. Es una preocupación común en los seres humanos, pero en algunos casos puede convertirse en un pensamiento intrusivo que interfiere con la vida diaria. Este miedo puede estar presente en diferentes momentos de la vida y suele estar vinculado con la incertidumbre, la pérdida de control y la falta de sentido existencial. ¿Cuáles son las causas del miedo a la muerte? Es importante diferenciar el miedo a la muerte de otras condiciones médicas y psicológicas. Algunas personas pueden confundir sus síntomas con trastornos de ansiedad, ataques de pánico o incluso problemas cardíacos. Por ello, una valoración médica es fundamental para descartar afecciones físicas antes de asumir que el origen es psicológico. Asimismo, el acompañamiento psicológico permite identificar si el miedo a la muerte está asociado a un trastorno de ansiedad, un TOC o una crisis existencial.Las causas pueden ser diversas y están influenciadas por factores psicológicos, biológicos y sociales. Algunas de las razones más comunes incluyen: Experiencias traumáticas previas, como la pérdida de un ser querido o enfermedades graves. Pensamiento catastrofista, donde la mente imagina constantemente escenarios de muerte. Influencias culturales y religiosas, que pueden generar temor o culpa en relación con el más allá. Ansiedad generalizada, que incrementa la preocupación por la muerte. Hipocondría o ansiedad por la salud, donde cualquier síntoma es interpretado como un signo de enfermedad mortal.   TOC de miedo a la muerte: cuando la obsesión toma el control Algunas personas experimentan sensaciones físicas intensas, como opresión en el pecho, taquicardia o dificultad para respirar, que pueden ser interpretadas como señales de que van a morir en ese momento. Estos síntomas pueden intensificar los pensamientos intrusivos y reforzar la sensación de peligro inminente, aumentando la ansiedad y la necesidad de realizar compulsiones para intentar controlarlo. A continuación, algunas frases típicas que las personas con este miedo pueden decir o pensar: «Siento que en cualquier momento voy a dejar de respirar.» «Mi corazón está latiendo muy rápido, seguro es un infarto.» «¿Y si me desmayo y no despierto?» «Creo que tengo una enfermedad mortal y aún no lo sé.» «Si sigo sintiéndome así, algo malo me va a pasar.» «No puedo dejar de pensar en lo que pasará cuando muera.» «Cada vez que tengo esta sensación, siento que el final está cerca.» El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) de miedo a la muerte es una condición en la que los pensamientos sobre la muerte se vuelven obsesivos e incontrolables. Este miedo puede ser impulsado por emociones como la ansiedad, la culpa o la vergüenza, que refuerzan los pensamientos intrusivos y llevan a la persona a desarrollar compulsiones para intentar controlarlos. Algunas personas experimentan sensaciones físicas intensas, como opresión en el pecho, taquicardia o dificultad para respirar, que pueden ser interpretadas como señales de que van a morir en ese momento. Estos síntomas pueden intensificar los pensamientos intrusivos y reforzar la sensación de peligro inminente, aumentando la ansiedad y la necesidad de realizar compulsiones para intentar controlarlo. El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) de miedo a la muerte es una condición en la que los pensamientos sobre la muerte se vuelven obsesivos e incontrolables. Este miedo puede ser impulsado por emociones como la ansiedad, la culpa o la vergüenza, que refuerzan los pensamientos intrusivos y llevan a la persona a desarrollar compulsiones para intentar controlarlos. Las personas con este tipo de TOC pueden: Tener pensamientos recurrentes e intrusivos sobre su propia muerte o la de seres queridos. Realizar compulsiones para intentar neutralizar esos pensamientos (repetir frases, buscar información sobre longevidad, evitar conversaciones sobre la muerte, etc.). Experimentar ansiedad intensa y evitación de cualquier situación que les recuerde la mortalidad. El tratamiento de emociones como el pánico, la ansiedad, la rabia, la culpa y la vergüenza puede ayudar a comprender cómo estas emociones intensifican la sensación de peligro asociada a la muerte y cómo el miedo puede convertirse en un patrón repetitivo difícil de romper.     El papel de la evitación y el control en el mantenimiento del miedo La evitación es una estrategia común en las personas que temen a la muerte. Se evita hablar del tema, leer noticias relacionadas con enfermedades o accidentes, e incluso pensar en la propia finitud. Sin embargo, esta estrategia refuerza el miedo a largo plazo, ya que impide la habituación a la idea de la mortalidad. Por otro lado, el intento de control es otro factor clave. Algunas personas desarrollan rituales o comportamientos compulsivos para sentirse seguras (revisar constantemente su salud, realizar chequeos médicos innecesarios, entre otros). Sin embargo, esto solo alimenta la ansiedad y refuerza el ciclo del miedo. La sensación de pérdida de control sobre la vida y la incertidumbre del futuro pueden estar vinculadas con emociones de pánico y ansiedad, que retroalimentan la obsesión por la muerte.     El miedo a la muerte puede estar arraigado en factores psicológicos profundos, como: Causas profundas y factores psicológicos involucrados La culpa y la vergüenza también pueden desempeñar un papel importante en el miedo a la muerte. La culpa por no haber aprovechado el tiempo suficiente o la vergüenza de no haber alcanzado ciertos logros pueden hacer que la idea de la muerte se convierta en un

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¿Cómo controlar la ira y la agresividad? Técnicas efectivas para calmar el enojo y evitar explosiones emocionales.

Cómo controlar la ira y la agresividad: técnicas efectivas para calmar el enojo y evitar explosiones emocionales. ¿Qué es la rabia como emoción? La rabia es una respuesta emocional intensa que surge como un mecanismo de defensa ante una amenaza, injusticia o frustración. No es en sí misma negativa, sino que cumple una función adaptativa al proporcionar energía y determinación para enfrentar situaciones adversas. Sin embargo, cuando no se regula adecuadamente, puede convertirse en una respuesta disfuncional que afecta la salud mental y las relaciones interpersonales. Desde una visión profunda, la rabia puede estar influenciada por aprendizajes tempranos, experiencias de vida y patrones emocionales arraigados. Comprenderla implica analizar no solo su expresión externa, sino también sus causas subyacentes y las necesidades emocionales no atendidas que la activan. Un aspecto importante a cuestionar es cómo me relaciono con el enojo. Muchas veces, la lucha constante contra la rabia o el intento excesivo de controlarla impiden que exploremos las emociones subyacentes o las necesidades insatisfechas que están en la raíz de esta emoción. Si percibo la ira como algo negativo o inaceptable, es probable que no me permita procesarla de manera saludable y que termine manifestándose en conductas agresivas o en una represión emocional dañina. ¿Qué es la rabia como emoción? La rabia es una respuesta emocional intensa que surge como un mecanismo de defensa ante una amenaza, injusticia o frustración. No es en sí misma negativa, sino que cumple una función adaptativa al proporcionar energía y determinación para enfrentar situaciones adversas. Sin embargo, cuando no se regula adecuadamente, puede convertirse en una respuesta disfuncional que afecta la salud mental y las relaciones interpersonales. Desde una visión profunda, la rabia puede estar influenciada por aprendizajes tempranos, experiencias de vida y patrones emocionales arraigados. Comprenderla implica analizar no solo su expresión externa, sino también sus causas subyacentes y las necesidades emocionales no atendidas que la activan. Un aspecto importante a cuestionar es cómo me relaciono con el enojo. Muchas veces, la lucha constante contra la rabia o el intento excesivo de controlarla impiden que exploremos las emociones subyacentes o las necesidades insatisfechas que están en la raíz de esta emoción. Si percibo la ira como algo negativo o inaceptable, es probable que no me permita procesarla de manera saludable y que termine manifestándose en conductas agresivas o en una represión emocional dañina. https://www.youtube.com/watch?v=rSB9s9BLffI&t=138s ¿Cómo calmar la ira y la rabia? La ira y la rabia son respuestas emocionales que surgen ante una sensación de amenaza, injusticia o frustración. Desde una perspectiva profunda, la rabia no es solo una reacción inmediata, sino una construcción emocional que puede estar enraizada en experiencias pasadas, aprendizajes tempranos y vulnerabilidades psicológicas. Algunos pasos clave para calmar la rabia incluyen: Identificación del estímulo activador: Reconocer qué estímulos internos o externos desencadenan la rabia es esencial para abordarla. Reconocimiento corporal y emocional: La rabia se manifiesta con tensión muscular, taquicardia y una sensación de urgencia. Aprender a detectarla temprano permite aplicar estrategias de regulación. Desactivación fisiológica: La respiración diafragmática y el anclaje sensorial ayudan a reducir la activación y evitar respuestas impulsivas. Reprocesamiento emocional: Explorar la historia emocional de la rabia y sus asociaciones puede ayudar a resignificarla y canalizarla de manera funcional. El proceso terapéutico desempeña un papel fundamental en este reprocesamiento, ya que proporciona un espacio seguro para identificar los patrones emocionales y cognitivos que sostienen la ira. A través de enfoques como la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), la Terapia Focalizada en las Emociones (TFE) o el EMDR, las personas pueden trabajar en la reestructuración de pensamientos disfuncionales, la validación de sus experiencias y la integración de nuevas estrategias de afrontamiento. La terapia ayuda a abordar las heridas emocionales que pueden estar reforzando la rabia, promoviendo una mayor autoconciencia y regulación emocional. Factores asociados al manejo de la Ira. El desarrollo de problemas en la gestión de la ira puede estar influenciado por diversos factores: Entorno y aprendizaje: Las personas que crecen en ambientes violentos suelen replicar patrones de agresión física y verbal como forma aprendida de expresión emocional. Factores genéticos: Aunque algunos estudios sugieren una predisposición hereditaria a la ira, no existe consenso científico absoluto. Sin embargo, la imitación de modelos parentales violentos puede reforzar este comportamiento. Funcionamiento cerebral: Se ha planteado que las personas con tendencia a la ira presentan diferencias en la actividad cerebral en comparación con otras personas. Trastornos de salud mental: La dificultad en el control de la ira puede estar vinculada a trastornos como el Trastorno Límite de la Personalidad, Trastorno de Personalidad Antisocial, TDAH o Trastorno Explosivo Intermitente, entre otros. ¿Qué hay detrás del enojo? La rabia no es una emoción aislada, sino una capa protectora que oculta emociones más profundas. En muchas ocasiones, lo que subyace detrás de la ira es: Miedo: Temor a la pérdida de control, al rechazo o al abandono. Frustración: Sensación de impotencia ante situaciones que se perciben como injustas o irresolubles. Vergüenza y culpa: Muchas veces la ira se presenta como un mecanismo de defensa ante emociones de vulnerabilidad. Desde esta perspectiva, entender la rabia como un reflejo de heridas emocionales permite trabajar en su regulación desde la comprensión y la aceptación. ¿Cuándo el enojo requiere atención psicológica? La ira es una respuesta emocional natural y adaptativa ante diversas situaciones. No obstante, cuando se manifiesta de manera desproporcionada, intensa o frecuente, puede ser un indicador de alteraciones en la salud mental que requieren intervención profesional. Identificar y abordar sus causas subyacentes es fundamental para su adecuada gestión y tratamiento. Las dificultades en el manejo de la ira pueden contribuir al desarrollo de afecciones tanto físicas como psicológicas, impactando negativamente en la calidad de vida. Por ello, si se experimentan episodios recurrentes de enojo o irritabilidad, es recomendable buscar atención psicológica especializada para comprender sus orígenes y aplicar estrategias terapéuticas que permitan un manejo saludable de esta emoción. Manifestaciones Fisiológicas y Cognitivas de la Ira Elevación de la temperatura corporal, acompañada de una sensación intensa de calor, especialmente en el rostro. Incremento de la presión arterial

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Afrontamiento efectivo de la ansiedad: vence el miedo desde la raíz, no desde el control.

aNSIEDAD Afrontamiento efectivo de la ansiedad: vence el miedo desde la raíz, no desde el control. ¿Cómo afrontar la ansiedad de forma efectiva? Lo primero es reconocer que la ansiedad es una experiencia universal, pero cuando se convierte en un obstáculo constante en la vida diaria, muchas personas intentan controlarla a toda costa. Paradójicamente, este esfuerzo suele agravar el problema. En este artículo, exploraremos una manera diferente de afrontar la ansiedad: en lugar de luchar contra sus síntomas, aprenderemos a comprender su raíz y a desarrollar seguridad en nuestras habilidades. Descubrirás estrategias basadas en la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) y otras perspectivas innovadoras que te ayudarán a cambiar tu relación con la ansiedad. El verdadero enemigo: miedo a la ansiedad y sus síntomas La ansiedad, en sí misma, no es el problema. El verdadero conflicto surge cuando comenzamos a temer sus síntomas. La taquicardia, la sensación de ahogo o los pensamientos intrusivos no son señales de peligro real, sino respuestas naturales de nuestro cuerpo. Sin embargo, la interpretación catastrófica de estos síntomas crea un ciclo de miedo que intensifica la ansiedad. La clave está en comprender que la ansiedad no es peligrosa y que su propósito es protegernos, no dañarnos. Falsa seguridad: estrategias de control que te atrapan Para reducir la ansiedad, muchas personas recurren a estrategias de control: evitar ciertas situaciones, respirar de una forma específica, buscar constantemente la aprobación de otros o intentar pensar “positivo” en todo momento. Aunque estas tácticas pueden aliviar momentáneamente el malestar, a largo plazo refuerzan la idea de que la ansiedad es algo que debe ser evitado a toda costa. Esto solo perpetúa el ciclo del miedo. La Trampa del Control: Metáfora de las Arenas Movedizas Imagina que caes en arenas movedizas. Lo instintivo sería luchar y moverte con desesperación para salir, pero eso solo haría que te hundieras más. La ansiedad funciona de la misma manera: cuanto más intentas controlarla, más poder le das. En lugar de luchar contra ella, el camino es aprender a soltar y cambiar el enfoque hacia lo que realmente nos perturba. La Ilusión de Control y la Pérdida de Seguridad Muchas personas creen que perder el control significa estar en peligro. Sin embargo, la seguridad no proviene de tenerlo todo bajo control, sino de desarrollar la confianza en nuestras habilidades para afrontar cualquier desafío. La verdadera seguridad no se encuentra en la ausencia de miedo, sino en la certeza de que podemos gestionar lo que venga.Aceptar la incertidumbre es uno de los desafíos más grandes en el afrontamiento de la ansiedad. En lugar de buscar garantías absolutas, podemos aprender a convivir con la duda y entrenarnos para responder con flexibilidad a lo inesperado. La práctica de la aceptación y el desarrollo de habilidades emocionales son claves para este proceso. ¿Cómo soltar el control y aceptar la incertidumbre? El trabajo en terapia. Aceptar la incertidumbre es uno de los desafíos más grandes en el afrontamiento de la ansiedad. En lugar de buscar garantías absolutas, podemos aprender a convivir con la duda y entrenarnos para responder con flexibilidad a lo inesperado. La práctica de la aceptación y el desarrollo de habilidades emocionales son claves para este proceso. La seguridad está en ti: deja de buscar respuestas fuera Si la ansiedad te hace buscar respuestas externas, la solución está en mirar hacia adentro. Construir confianza en uno mismo y en la capacidad de adaptación es lo que realmente proporciona seguridad. No se trata de eliminar el miedo, sino de aprender a enfrentarlo desde la resiliencia. La Ola No se Detiene, Pero Puedes Aprender a Surfear: Metáfora del Surfista y la Ansiedad. Un surfista no puede controlar el mar, pero sí puede entrenarse para montar las olas. De la misma manera, no podemos evitar todas las situaciones que nos generan ansiedad, pero sí podemos desarrollar herramientas para gestionarlas. En lugar de intentar detener la ansiedad, aprendamos a navegarla con confianza. Recomendaciones para afrontar la ansiedad sin luchar contra ella Cambia la perspectiva: La ansiedad no es el problema, sino nuestra reacción ante ella. Enfócate en la amenaza percibida y no en sus síntomas. Deja de resistirte: En lugar de pelear con la ansiedad, acéptala y aprende a convivir con ella sin miedo. Desarrolla habilidades emocionales: La regulación emocional, la respiración consciente y la exposición gradual pueden ayudarte a enfrentar mejor los momentos de ansiedad. Construye confianza interna: La seguridad no está en controlar el entorno, sino en desarrollar la habilidad para responder con flexibilidad. Busca ayuda profesional: Terapias como la TCC, la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) y el EMDR pueden ser herramientas poderosas para cambiar la relación con la ansiedad. La ansiedad no desaparecerá por completo, pero al cambiar la forma en que la abordamos, podemos dejar de verla como un enemigo y convertirla en una oportunidad de crecimiento. ¿Listo para empezar a surfear las olas en lugar de luchar contra ellas?

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El mito del impostor: lo que realmente significa tu autocrítica

Comprendiendo lo que llamas «impostor» “El mito del impostor: lo que realmente significa tu autocrítica”. Reconciliándote contigo mismo. Lo que llamamos «síndrome del impostor» no es un defecto ni una trampa de la mente; es una parte de nosotros que busca protegernos. En lugar de combatirla, podemos aprender a entenderla y transformarla en una aliada. Descubre cómo resignificar esta experiencia y darle un nuevo sentido. La importancia de cambiarle el nombre: el estigma de llamarlo «impostor» El llamado «síndrome del impostor» es un término popularizado para describir la sensación de no ser suficientemente competente o de haber alcanzado el éxito por casualidad, en lugar de por nuestras propias habilidades. Sin embargo, este nombre refuerza la idea de que hay una parte de nosotros que es falsa, defectuosa o engañosa. Esto genera un conflicto interno que dificulta la autocomprensión y el desarrollo personal. En lugar de etiquetarlo como «impostor», podemos verlo como una respuesta natural de nuestro sistema de regulación emocional. Es una parte que busca protegernos del fracaso, el rechazo o la vergüenza, aunque lo haga de una manera poco adaptativa. Al cambiar nuestra perspectiva, evitamos autoestigmatizarnos y abrimos la puerta a una relación más compasiva con nosotros mismos. Lo que desea «el impostor»: el valor de esta parte interna En lugar de ver este fenómeno como un obstáculo, es importante preguntarnos: ¿cuál es la intención positiva detrás de esta sensación de duda y autoexigencia? La parte que llamamos «impostor» en realidad busca asegurarse de que estemos preparados, que cumplamos con ciertos estándares y que no nos expongamos a críticas o fracasos. Esta sensación tiene valor porque nos motiva a mejorar y a no dar por sentado nuestros logros. Sin embargo, cuando esta voz interna se vuelve demasiado crítica o inflexible, puede paralizarnos o generarnos angustia. La clave no es eliminarla, sino entender su función y aprender a regular su influencia en nuestras vidas. ¿Qué necesita esta parte de nosotros? Cómo atenderla de manera saludable Si esta parte de nosotros está intentando protegernos, lo peor que podemos hacer es luchar contra ella o ignorarla. En su lugar, podemos preguntarnos: ¿qué necesita esta parte para sentirse segura y acompañada? Algunas estrategias incluyen: Escuchar con curiosidad: En lugar de rechazar los pensamientos de duda, podemos preguntarnos qué está tratando de comunicar esta parte. Validar la intención positiva: Reconocer que su función no es hacernos daño, sino protegernos. Darle un nuevo rol: Podemos transformar esta voz crítica en una voz de apoyo, que nos ayude a prepararnos sin paralizarnos. ¿De dónde viene este nombre? Una revisión de su origen El término «síndrome del impostor» fue acuñado en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes lo identificaron en mujeres de alto rendimiento que sentían que su éxito no era merecido. Con el tiempo, se expandió a diversos grupos y contextos, convirtiéndose en un fenómeno ampliamente discutido en el ámbito psicológico y laboral. Sin embargo, el nombre «impostor» refuerza la idea de que hay algo fraudulento en la persona, en lugar de reconocer que se trata de una respuesta emocional comprensible basada en experiencias tempranas y creencias internalizadas. Creencias y experiencias tempranas: la construcción de la autoexigencia La sensación de ser un «impostor» muchas veces se arraiga en creencias formadas durante la infancia. Mensajes como «tienes que ser el mejor», «no cometas errores» o «si fallas, decepcionas a los demás» crean una presión interna que persiste en la adultez. Estas creencias suelen provenir de: Modelos parentales exigentes o críticos. Experiencias de rechazo o crítica en la infancia. Un sistema de comparación constante con otros. Sociedades que sobrevaloran el éxito y minimizan el error. Cuando comprendemos de dónde vienen estas creencias, podemos comenzar a cuestionarlas y reformular nuestra narrativa interna. ¿Qué necesita esta parte de nosotros? Cómo atenderla de manera saludable Si esta parte de nosotros está intentando protegernos, lo peor que podemos hacer es luchar contra ella o ignorarla En su lugar, podemos preguntarnos: ¿qué necesita esta parte para sentirse segura y acompañada? Escuchar con curiosidad: En lugar de rechazar los pensamientos de duda, podemos preguntarnos qué está tratando de comunicar esta parte. Validar la intención positiva: Reconocer que su función no es hacernos daño, sino protegernos. Darle un nuevo rol: Podemos transformar esta voz crítica en una voz de apoyo, que nos ayude a prepararnos sin paralizarnos. Practicar la autocompasión: Permitirnos experimentar estas emociones sin que definan nuestra identidad. En terapia, solemos usar nombres como «Pánfilo», «Gollum» o «Úrsula» para desdramatizar su presencia y reconocerla con humor y distancia. Nombrarla nos ayuda a verla como una parte de nuestra mente y no como una verdad absoluta sobre quiénes somos. Estrategias prácticas para gestionar esta experiencia. Al comprender y resignificar esta experiencia, podemos transformar la sensación de «impostor» en una oportunidad de crecimiento y autocomprensión. Observar el pensamiento sin reaccionar En lugar de tratar de eliminar los pensamientos de duda, podemos observarlos como si fueran nubes pasando por el cielo. Escribir la creencia subyacente Cada vez que surja la sensación de «impostor», escribir qué pensamiento la sostiene. ¿Es una creencia sobre la perfección? ¿Sobre el miedo al fracaso? Ejercicio de reescritura Tomar esa creencia y reformularla desde una perspectiva más flexible. Por ejemplo, cambiar «Si fallo, demostraré que no soy suficiente» por «Los errores son oportunidades para aprender». Exposición gradual Identificar pequeñas acciones que nos generen inseguridad y realizarlas sin buscar la validación externa inmediata. Cartas de autocomprensión Escribir una carta a uno mismo desde la perspectiva de alguien que nos ama incondicionalmente, recordando que somos más que nuestras dudas y errores.

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Más allá del reloj: la importancia de cerrar bien tu sesión de terapia.

Más allá del reloj: la importancia de cerrar bien tu sesión de terapia. Psicóloga Evelyn Zúñiga ¡Toma tiempo para lo importante: tu mismo! La terapia es un espacio de encuentro con uno mismo, donde el tiempo es un recurso valioso, pero no debe convertirse en lo más importante. Muchas veces, al final de una sesión, las personas sienten que no alcanzaron a procesar todo lo necesario o que debían salir de terapia más reguladas. Esto puede generar frustración y ansiedad, afectando la efectividad del proceso. Este artículo explora la importancia de gestionar el tiempo en terapia sin que se convierta en una limitación. Hablaremos de la necesidad de cerrar cada sesión con estabilidad emocional y de cómo se pueden evitar las sensaciones de prisa o incompletitud. La terapia no se trata solo de ajustarse a un horario; se trata de darte el valor y la tranquilidad que mereces en cada sesión. «Llego temprano, pero me pongo ansioso esperando mi turno» El tiempo de espera antes de ingresar a la sesión puede influir en la disposición del paciente para el trabajo terapéutico. Algunas personas pueden llegar con anticipación y aprovechar ese momento para relajarse y prepararse mentalmente, mientras que otras pueden experimentar ansiedad o distracciones que afectan su concentración. La actitud con la que una persona ingresa a terapia puede impactar su capacidad de aprovechar la sesión al máximo. «Solo tengo una hora de sesión y a veces siento que no es suficiente» El tiempo de una sesión psicológica suele estar definido por un estándar profesional de aproximadamente una hora. Esta estructura es necesaria para la organización del trabajo terapéutico, la planificación del profesional y la gestión de otros pacientes. Sin embargo, este límite puede presentar retos cuando el proceso emocional de la persona requiere más tiempo para alcanzar una sensación de estabilidad antes de salir de la consulta. En ocasiones, el tiempo disponible puede no ser suficiente para procesar y resignificar completamente lo trabajado en la sesión. «Programé una cita dental justo después de esta, tengo 10 minutos para desplazarme hasta allá» El tiempo en consulta es un espacio donde la persona puede explorar sus emociones, pensamientos y dificultades. Sin embargo, es frecuente que los pacientes tengan agendas ocupadas y, una vez terminada la sesión, deban reincorporarse a sus responsabilidades diarias. Este ritmo de vida puede generar una sensación de prisa o de falta de tiempo para procesar lo trabajado en terapia, lo que podría llevar a la frustración o a una sensación de inacabado.   «A veces siento que tomarme una hora para mí es un lujo» La sociedad actual tiende a valorar la rapidez y la productividad, lo que puede llevar a las personas a sentir culpa por dedicar tiempo a su bienestar emocional. En algunos casos, el asistir a terapia puede percibirse como una pérdida de tiempo si no se ven «resultados rápidos». Esta presión social puede hacer que el paciente minimice la importancia del trabajo emocional y se enfoque más en los tiempos establecidos que en su propio proceso de sanación. «Me siento mal cuando la sesión está terminando y no hemos acabado con el tema» Los terapeutas también enfrentan el desafío de gestionar el tiempo de manera equilibrada, asegurando que cada paciente reciba la atención adecuada sin comprometer su propio bienestar ni el de los siguientes consultantes. En algunos casos, cerrar una sesión cuando el paciente no está completamente regulado puede generar preocupación o malestar tanto en el profesional como en el paciente, ya que el tiempo parece insuficiente para abordar todo lo necesario. «Saliendo de terapia, a veces me siento revuelto y no sé qué hacer con lo que hablamos» Cuando una sesión está por terminar y la persona no ha alcanzado una regulación emocional adecuada, puede experimentar malestar o confusión después de salir de la consulta. Esto es especialmente relevante en sesiones donde se han trabajado temas intensos o traumáticos. La regulación emocional es un aspecto fundamental para asegurar que el paciente pueda continuar con su día sin sentirse desbordado por lo trabajado en terapia. «Llego a terapia con prisa y siento que no me concentro del todo» El proceso terapéutico es un espacio destinado al bienestar personal. Llegar con prisa o sin la disposición adecuada puede afectar la calidad del trabajo realizado en la sesión. Tomarse el tiempo necesario para asistir con calma y estar presente en el momento de la terapia permite un mejor aprovechamiento de cada encuentro. «Me hubiera gustado cerrar mejor la sesión, pero el tiempo se acabó» En algunas sesiones, no se logra un cierre emocional satisfactorio, y eso puede generar inquietud. Es importante entender que el proceso terapéutico es continuo y que algunas emociones o pensamientos pueden requerir más de una sesión para ser comprendidos y resignificados. Aceptar que no siempre se llega a una conclusión inmediata es clave para evitar frustraciones innecesarias. «Entiendo que alguien antes de mí necesitaba más tiempo para sentirse seguro» A veces, las sesiones pueden extenderse porque una persona necesitaba un tiempo adicional para regularse, resignificar lo que surgió en terapia o simplemente sentirse segura antes de salir. Es importante desarrollar empatía hacia estos momentos, ya que podría ser algo que nosotros mismos necesitemos en otro momento. La terapia es un espacio humano y flexible, donde el bienestar de cada persona es la prioridad. «No somos un cronómetro, estamos aquí para dar valor y validar emociones» Asiste con tiempo suficiente: Llegar con unos minutos de anticipación te ayudará a prepararte mentalmente y a aprovechar mejor la sesión. Usa el tiempo de espera de forma intencional: Si llegas antes de tu cita, intenta practicar la respiración consciente o realizar una actividad relajante para entrar en la sesión con mayor claridad mental. Planifica un espacio para procesar la sesión: Si es posible, evita programar actividades demandantes justo después de terapia. Dedica unos minutos para reflexionar sobre lo trabajado. Acepta que no todas las sesiones cerrarán con una solución inmediata: A veces, el proceso terapéutico requiere varias sesiones para abordar un tema en profundidad.

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¿Por qué ocultamos la información en terapia?

¿Por qué ocultamos información en terapia? En terapia, el miedo al juicio, la vergüenza o el temor a revivir emociones pueden llevarnos a ocultar información, afectando el proceso terapéutico.  Más allá de juzgarnos, entendernos… Causas, impacto y cómo los psicólogos pueden ayudarnos a superarlo Cuando una persona inicia un proceso terapéutico, espera encontrar un espacio seguro para hablar sobre sus pensamientos, emociones y experiencias. Sin embargo, muchas veces surge la tendencia a ocultar información. Ya sea por vergüenza, miedo o inseguridad, este fenómeno es más común de lo que parece y puede afectar el progreso de la terapia.  Desde la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), se entiende que la información que ocultamos suele estar influenciada por pensamientos automáticos, creencias irracionales y emociones intensas como la vergüenza. En este artículo exploraremos por qué sucede esto, cómo impacta el proceso terapéutico y qué estrategias utiliza el terapeuta para abordarlo.  Creencias y causas más comunes Las razones por las que una persona decide no compartir cierta información en terapia suelen estar asociadas a creencias disfuncionales y estrategias de afrontamiento basadas en la evitación. Algunas de las más frecuentes incluyen: 🔹 Miedo al juicio del terapeuta: “Si le cuento esto, pensará que estoy loco/a.” 🔹 Creencias sobre lo que es importante compartir: “Esto no es relevante para la terapia.” 🔹 Temor a revivir emociones intensas: “Si hablo de esto, me sentiré peor.” 🔹 Vergüenza sobre la propia historia o pensamientos: “No quiero que nadie sepa esto de mí.”  La protección legal y ética del paciente Uno de los mayores temores de los pacientes es qué hará el terapeuta con la información que comparten. En este sentido, la confidencialidad es un pilar fundamental en la terapia psicológica. 🔹 ¿Qué es el secreto profesional? Garantiza que la información compartida en consulta no será divulgada sin el consentimiento del paciente. 🔹 ¿Cuándo hay excepciones? En casos de riesgo para la vida del paciente o de terceros, abuso infantil o situaciones legales específicas.  ¿Qué ocurre cuando ocultamos información? Impacto en el proceso terapéutico Cuando un paciente oculta información relevante, se generan barreras que afectan la efectividad del tratamiento: ❌ La terapia avanza a un ritmo más lento. ❌ Las estrategias pueden ser menos efectivas si la información no es completa. ❌ El paciente puede sentirse estancado o frustrado.  ¡No estás solo! La vergüenza y su impacto en el ocultamiento de información La vergüenza es una emoción central en el ocultamiento de información. Se asocia con creencias como: 🔹 “Si digo esto, no seré aceptado/a.” 🔹 “Esto demuestra que soy débil.” 🔹 “Es mejor mantenerlo en secreto para evitar el rechazo.” La vergüenza es una emoción compleja que puede hacer que una persona se sienta defectuosa, inadecuada o indigna de aceptación. Cuando experimentamos vergüenza, tendemos a escondernos y evitar mostrar ciertas partes de nosotros mismos, lo que incluye ocultar información en terapia.   En terapia, la verguenza la vemos de múltiples formas: 🔹 Pensamientos automáticos negativos → “Si le cuento esto a mi terapeuta, me verá como una mala persona.” 🔹 Sensación de ser inadecuado/a → “Nadie más debe saber lo que siento o pienso.” 🔹 Evitar ciertos temas sensibles → “Es mejor no hablar de esto para no revivir la emoción”, «Solo quiero sentirme bien, no quiero recordar cosas que fueron difíciles» 🔹 Ansiedad ante la posibilidad de ser juzgado/a → “Si hablo de esto, me mirará diferente.”    Ejemplo de verguenza Una persona con ansiedad social siente que debe «ser un buen paciente» y decir cosas inteligentes en terapia para impresionar a su terapeuta. Esto la lleva a ocultar sus pensamientos más irracionales por miedo a sonar «tonta».  «No necesitas filtrar lo que dices aquí. Lo importante no es si algo suena lógico o no, sino cómo te hace sentir.»  ¡No estás solo! ¿Cómo el terapeuta ayuda a regular la vergüenza del paciente?  Cuando un paciente experimenta vergüenza intensa en terapia, su sistema nervioso puede reaccionar como si estuviera ante una amenaza real. Esto puede provocar bloqueos emocionales, evitación o incluso la sensación de querer huir de la sesión. 📌 Aquí es donde el terapeuta juega un papel crucial: 🔹 Actúa como una figura reguladora que ayuda al paciente a sentirse seguro. 🔹 Refuerza la idea de que la terapia es un espacio libre de juicios. 🔹 Modela respuestas emocionales compasivas para que el paciente aprenda a tratase con más amabilidad. Cuando el paciente teme compartir información, lo que realmente necesita no es presión, sino una experiencia de acompañamiento y validación.  Cuando el terapeuta valida la emoción del paciente, se genera un efecto inmediato de seguridad y comprensión emocional. La validación no significa simplemente estar de acuerdo con lo que la persona siente, sino reconocer y aceptar su experiencia emocional sin juicio. Muchas veces, las personas han aprendido a reprimir o minimizar sus emociones debido a experiencias previas donde fueron ignoradas, ridiculizadas o juzgadas. En terapia, la validación actúa como un puente que permite que el paciente reconozca sus propias emociones sin culpa ni vergüenza, favoreciendo un espacio donde la expresión emocional se vuelve más accesible. Cuando la vergüenza es intensa, suele llevar al paciente a evitar compartir ciertos pensamientos o recuerdos, pues teme ser juzgado o que su terapeuta cambie su percepción sobre él. Sin embargo, cuando el terapeuta responde con validación, utilizando frases como «Tiene sentido que te sientas así», «Es comprensible que esto sea difícil para ti», o «No hay nada malo en experimentar esta emoción», el paciente comienza a replantearse la idea de que compartir sus emociones lo hará menos digno de aceptación. La vergüenza, que antes parecía abrumadora, pierde parte de su intensidad y permite que el paciente se abra de manera más progresiva. Este proceso da paso a la expresión emocional gradual. La validación es el primer paso para que el paciente se atreva a explorar sus emociones sin sentir que debe esconderse. En lugar de forzar la apertura inmediata, el terapeuta acompaña el ritmo del paciente, permitiéndole compartir solo lo que está listo para expresar. Algunas personas pueden empezar verbalizando su emoción de manera general, como «Me siento incómodo hablando de esto», mientras que otras pueden necesitar escribir primero lo que sienten antes de verbalizarlo. El terapeuta respeta y guía este proceso, asegurándose de que el paciente no se sienta abrumado, sino acompañado. A medida que el paciente experimenta estas interacciones seguras en terapia, comienza a integrar nuevas experiencias de confianza. Si en el pasado ha vivido rechazo, burla o incomprensión cuando expresó sus emociones, la terapia le permite experimentar lo contrario: ser

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Conexión y Bienestar ¡Bienvenido a mi blog! La psicología no es solo teoría; es una guía para comprendernos mejor y mejorar nuestra calidad de vida. Te invito a leer, reflexionar y compartir este espacio donde cada artículo es una oportunidad para aprender y crecer. Evelyn Zúñiga M, psicóloga clínica.  Bienvenido Psicología para la vida cotidiana Este es un lugar donde las experiencias, emociones y pensamientos encuentran un espacio para ser explorados con calma y profundidad. Un espacio reflexivo no busca respuestas inmediatas ni soluciones rápidas, sino que invita a la pausa, al autoconocimiento y a la comprensión de lo que vivimos en nuestra vida cotidiana. Order Now ¿Y si mi trauma fue crecer sin apoyo emocional? Este blog aborda las formas en que las personas que vivieron abuso sexual en la infancia aprenden a sobrevivir emocionalmente a través de mecanismos como la desconexión, la hipervigilancia o la autoexigencia. Explica cómo estas estrategias, aunque fueron necesarias para soportar lo vivido, pueden convertirse en bloqueos en la adultez, afectando vínculos, emociones y bienestar físico. Es una invitación a comprender que lo que hoy duele o confunde, muchas veces tiene raíces profundas, y merece ser mirado con compasión y acompañamiento. Leer más ¿Por qué me cuesta recibir amor si lo anhelo tanto? Este blog explora por qué, aun cuando deseamos con todas nuestras ganas el amor, nos cuesta recibirlo. Profundiza en cómo experiencias tempranas de inseguridad, apego inestable o críticas recibidas pueden generar barreras emocionales: una voz interna que no se siente merecedora o un temor a ser heridos si nos abrimos.Invita a reconocer esos obstáculos, entender su origen y comenzar a desarmarlos con paciencia, autocompasión y acompañamiento. Leer más Disociación: lo que no estás sintiendo también habla Descubre en este blog cómo la disociación puede ser una forma del cuerpo de expresar lo que no estás sintiendo conscientemente. Se explica por qué a veces nos desconectamos de emociones, recuerdos o sensaciones internas, y cómo esto puede funcionar como un mecanismo de protección.  Leer más Formas de afrontamiento del abuso sexual infantil y sus manifestaciones en la adultez Este blog explora cómo las personas que vivieron abuso sexual infantil desarrollan formas de afrontamiento que, aunque protectoras en su momento, pueden afectar su bienestar en la adultez. A través de la evitación o el enfrentamiento activo del dolor, se revelan patrones emocionales, conductuales y físicos que muchas veces persisten sin ser comprendidos.  Leer más Confrontación terapéutica: cuándo, cómo y desde dónde intervenir sin dañar ¿Cuándo una confrontación en terapia deja de ser intervención y  daña al paciente?En este blog comparto, desde la práctica clínica, cómo sostener confrontaciones profundas sin dañar el vínculo terapéutico. Una invitación a confrontar con presencia, ética y humanidad. Leer más ¿Qué pasa con el cuerpo cuando hay trauma? Descubrí cómo el trauma se manifiesta en el cuerpo a través de síntomas como tensión, fatiga, hipervigilancia o problemas para respirar. Este blog explica por qué el cuerpo guarda memoria emocional, cómo esas respuestas son intentos de protección, y qué pasos podés dar para empezar a escucharlo, comprenderlo y sanar desde adentro. Leer más Cuando dejo de encajar para empezar a pertenecer: El viaje emocional de Lilo y Stitch hacia la autenticidad. ¿Te has sentido fuera de lugar incluso siendo adulto? Este blog, inspirado en Lilo & Stitch, explora el paso de encajar por miedo a pertenecer desde la autenticidad. Una mirada íntima y terapéutica sobre trauma, identidad y el poder del vínculo. Leer más ¿Cómo elegir una pareja correctamente? Este blog explora cómo nuestras heridas, creencias y experiencias tempranas influyen en la elección de pareja. Aprenderás a identificar si eliges desde la seguridad o la carencia, y cómo sanar para construir vínculos conscientes. Incluye recomendaciones prácticas para transformar tu manera de amar. Leer más Depresión posparto sin filtros: tristeza, culpa, miedo y pensamientos que nadie se atreve a contar. ¿Y si lo que sientes no es debilidad, sino un pedido de ayuda? Este blog habla de la depresión posparto como nadie te lo contó. Conoce sus señales, pensamientos difíciles y cuándo pedir ayuda.No estás sola. Leélo con el corazón abierto.  Leer más Ser madre y sentirse al límite: lo que sostienes en silencio también necesita cuidado Este blog pone palabras a ese agotamiento que nadie ve. Hablemos de la carga invisible, la culpa y cómo empezar a soltar.Nombrar lo que te duele también es parte del autocuidado. Cuidarte es resistir y transformar la forma en que maternas. Leélo, sentite acompañada.  Leer más ¿Por qué nos cuesta tanto descansar? ¿Te cuesta parar o desconectar incluso cuando no tienes nada que hacer?Este blog no es solo una lectura: es una invitación a cuestionar la forma en que vivimos, a identificar el impacto de la hiperexigencia en nuestra salud emocional y a recuperar el descanso como un acto de respeto hacia ti. Leer más ¿Sanar a tus padres de sus traumas? La importancia de crear límites saludables. A veces, sin darnos cuenta, intentamos sanar a mamá o a papá. Lo hacemos por amor, por lealtad, por esperanza. Pero esa tarea es imposible para nosotros. No se trata de culpar, mientras intentamos resolver su historia, muchas veces dejamos la nuestra en pausa💛.  Leer más Soltar a toda costa: rage rooms, círculos de expresión y otras prácticas que no gestionan las emociones. El artículo explora cómo prácticas populares como los rage rooms o círculos de expresión emocional, que promueven la descarga intensa de emociones, pueden ser contraproducentes si no están acompañadas de un proceso de integración psicológica.  Leer más Muñecas quita pena: gestión emocional desde las raíces culturales. Estos símbolos no sustituyen la terapia, pero pueden enriquecerla. No reemplazan el diálogo, pero abren caminos para hablar. No borran el dolor, pero lo hacen más habitable.Explora cómo la psicología puede transformar objetos culturales en herramientas emocionales. Desde Guatemala hasta Costa Rica, descubre cómo soltar, sentir y sanar con lo simbólico. Leer más Cuando el vínculo con tu familia duele: Cómo reconocer relaciones que generan sufrimiento y saber cuándo alejarse para sanar Este blog invita a explorar con compasión y claridad emocional qué

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