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La carga invisible de ser madre.

Ser madre y sentirse al límite: lo que sostienes en silencio también necesita cuidado. La carga invisible de ser madre: reconocer lo que agota, para dejar de cargarlo sola La maternidad está llena de amor, sí. Pero también puede estar cargada de silencios, responsabilidades invisibles y exigencias que muchas veces no se ven… pero se sienten. Este blog está escrito para ti, madre, que estás agotada sin saber por qué. Aquí te ayudamos a ponerle nombre a lo que vives y, sobre todo, a soltar lo que no necesitas cargar sola. Roles de género: ¿por qué la carga sigue cayendo sobre las madres? Aunque en el discurso moderno se habla de igualdad, en la vida cotidiana la organización emocional, mental y logística de la familia sigue recayendo mayoritariamente sobre las madres. Esto no es casual, sino el resultado de siglos de mandato cultural: Ser madre implica cuidar, sin pedir. Ser madre implica saber, sin preguntar. Ser madre implica poder, sin soltar. Como psicóloga, lo escucho a diario: mujeres agotadas, confundidas, culpables por no “poder con todo”, cuando en realidad lo que necesitan es dejar de cargarlo todo. Y aprender que el cuidado debe ser compartido. ¿Qué es la carga invisible? El esfuerzo que no se ve, pero agota La carga invisible es la responsabilidad silenciosa de planificar, prever, organizar, contener y sostener emocionalmente a otros. Es invisible porque muchas veces ni siquiera se nombra, pero consume: Tiempo Energía mental Espacio emocional Vitalidad corporal “No es solo lo que hago… es tener que pensar en todo. Si yo no lo pienso, no pasa.” Este tipo de carga es agotadora porque no tiene pausas, no se delega y rara vez se reconoce. Genera una fatiga acumulativa que termina impactando directamente en la salud mental y física de las madres. Las tres capas del agotamiento Carga mental Todo lo que se recuerda y organiza: citas, vacunas, menús, tallas, cumpleaños, tareas escolares, turnos médicos… Carga emocional Gestionar no solo las emociones de los hijos, sino también las de la pareja, la familia extendida… y muchas veces, esconder las propias. Carga física Dormir poco, comer apurada, no tener pausas reales, cargar físicamente a los hijos, estar alerta día y noche. El cuerpo también lleva la maternidad. Cuando estas tres dimensiones se superponen sin espacios de descanso, aparece la sensación de agotamiento crónico. Y muchas veces, eso es leído como “debilidad” en lugar de lo que realmente es: sobrecarga estructural. Impacto en la salud mental La carga invisible no solo cansa, también duele emocionalmente: Irritabilidad constante Tristeza persistente Sensación de vacío o insatisfacción Culpa por no disfrutar Dificultad para concentrarse Desconexión emocional del entorno No se trata de una madre débil. Se trata de una madre colapsada. La salud mental materna no puede seguir siendo interpretada como “hormonas” o “drama emocional”. Necesita ser nombrada, atendida y cuidada con la seriedad que merece. ¿Por qué es tan difícil soltar esta carga? Soltar no es fácil, y no se trata solo de logística. Hay temores más profundos que sostienen esta sobrecarga: Miedo a que los hijos se sientan abandonados Muchas madres temen que si se priorizan, sus hijos se sientan menos amados. Pero… ¿realmente necesitan exclusividad, o necesitan presencia emocional auténtica? Como psicóloga, te invito a cambiar la mirada: ¿qué necesita realmente tu hijo? ¿Más tiempo contigo o más vínculos seguros con otras personas? Soltar espacios también le permite al niño socializar, desarrollar autonomía y conectar con otros miembros de su entorno. “Me di cuenta de que mi hijo disfrutaba pasar la tarde con su tía, y eso me alivió. No soy la única que puede contenerlo.” Miedo a no amar lo suficiente Sentir cansancio, rabia o deseos de estar sola puede hacerte dudar de tu amor. Pero el amor no se mide por disponibilidad constante, sino por conexión real. “Me siento culpable por necesitar espacio.”Necesitar descansar no significa que ames menos. Significa que eres humana. Miedo a la crítica social Pedir ayuda, poner límites, no estar disponible todo el tiempo, sigue siendo mal visto en una madre. Se castiga el autocuidado como si fuera abandono. Romper con este mandato es un acto político, terapéutico y transformador. No solo para ti, sino para las que vienen detrás. Estrategias para gestionar y soltar la carga Haz visible lo que piensas y haces: nómbralo, escríbelo, compártelo. Redefine la maternidad: no es entrega total, es relación. Comparte tareas sin supervisar. No delegues “a medias”. Crea espacios propios no negociables. Deja de pedir permiso para descansar. Busca apoyo profesional si la culpa no te deja soltar. El contexto importa: no todas las madres pueden soltar Hay madres que crían solas, que no tienen red ni recursos. Otras, que enfrentan pobreza, violencia o precariedad laboral. Por eso, el autocuidado sin contexto se vuelve discurso vacío. Empoderar no es exigir más. Es acompañar desde la realidad. Y también visibilizar que esta carga no es individual: es social. Y como tal, se debe compartir. Reflexión final: cuidarte también es resistir La carga mental que enfrento como madre es un reflejo de desigualdades más amplias dentro de la sociedad, y sé que no va a desaparecer por completo hasta que no tengamos un cambio social y político donde los cuidados tengan la importancia que merecen. Debemos seguir trabajando para lograr esos cambios, pero en lo que llegan, practicar el autocuidado y no permitir que la culpa se apodere, es un acto de resistencia feminista para ser la mamá que deseo ser y reivindicar mi (y nuestro) derecho a una vida plena y saludable. Recomendaciones finales para madres que se sienten sobrecargadas Haz una lista real de todo lo que piensas y haces. Compártela. Pregunta a tu entorno cómo creen que se distribuyen las tareas. Observa si tu hijo necesita más tiempo contigo o con otros. Redefine el éxito materno: no es hacerlo todo, es estar bien. No respondas desde la culpa, responde desde tu bienestar. Recuerda: tú también mereces cuidados. Hablar salva. Nombrar transforma. Soltar libera. Si este blog te resonó, compártelo con otra madre.

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No estás sola: comprendiendo la depresión posparto desde lo que sientes y no te atreves a decir

Depresión posparto sin filtros: tristeza, culpa, miedo y pensamientos que nadie se atreve a contar 1. ¿Qué es y qué no es la depresión posparto? La depresión posparto es una condición clínica real y tratable que puede afectar a cualquier madre, incluso a aquellas que planearon y desearon profundamente la llegada de su bebé. No se trata solo de tristeza; es un estado de sufrimiento emocional sostenido que interfiere en el bienestar, la vinculación con el bebé y la calidad de vida. Muchas madres que acompaño sienten un fuerte conflicto interno: por un lado, saben que deberían estar felices, y por otro, sienten que algo dentro de ellas se rompió o se apagó. No se trata de ingratitud. Se trata de un sistema emocional que necesita ayuda para repararse. 2. Las emociones complejas en la depresión posparto Una de las razones por las que muchas madres no piden ayuda es porque lo que sienten es difícil de nombrar. En consulta, aparecen emociones intensas, contradictorias, que asustan o generan culpa. Entre ellas: Pánico Una sensación interna de que algo malo va a pasar, o que no vas a poder con lo que viene. El miedo se vuelve cuerpo, parálisis, taquicardia, sudoración, pensamientos acelerados. 💬 “Siento que si me duermo, algo le va a pasar al bebé.”💬 “Tengo miedo de no poder controlarme.” Este miedo no es exageración. Es el sistema nervioso activado al máximo, intentando anticiparse a todos los riesgos, muchas veces sin tregua. Culpa El “no lo estoy haciendo bien”, “no siento lo que debería sentir”, “mi bebé merece una madre mejor”. La culpa es una de las emociones más debilitantes del posparto, y suele estar acompañada de exigencias internas inalcanzables. 💬 “Mi bebé no tiene la culpa de cómo me siento. Me odio por eso.”💬 “Debería poder con esto. ¿Por qué no puedo?” La culpa en muchas madres no viene de lo que hacen, sino de lo que creen que deberían ser. Ayudar a resignificar estas creencias es una parte central del proceso terapéutico. Rabia La irritabilidad extrema, la sensación de que todo molesta, que nadie ayuda, que el entorno exige pero no sostiene. Muchas veces esta rabia se dirige hacia sí misma por sentirla, generando un círculo de culpa y autocastigo. 💬 “Quiero que me dejen en paz… pero también quiero ayuda.”💬 “Me enojo con mi pareja, pero después me siento mal por eso.” La rabia no es mala. Es una señal de límite cruzado, de necesidad no cubierta. En lugar de silenciarla, en terapia aprendemos a escucharla. Vergüenza El miedo a ser juzgada. A que descubran lo que realmente estás sintiendo. A que alguien piense que no estás hecha para esto. A que tu dolor sea visto como debilidad. 💬 “No puedo contarle esto a nadie. Me da vergüenza.”💬 “Van a pensar que estoy loca o que no amo a mi bebé.” La vergüenza genera silencio. Y el silencio alimenta el sufrimiento. Cuando una madre puede nombrar lo que siente en un espacio seguro, la vergüenza empieza a perder fuerza. Ansiedad Pensamientos acelerados, miedo a equivocarse, sensación de no estar nunca haciendo lo suficiente. La ansiedad muchas veces se disfraza de hipercontrol: listas, rutinas rígidas, anticipación constante. 💬 “No puedo relajarme. Si no estoy atenta todo el tiempo, algo malo va a pasar.”💬 “Me duele el cuerpo del estrés.” La ansiedad no siempre se nota como “nervios”. A veces se manifiesta como agotamiento, insomnio o hipervigilancia. Y merece ser atendida con seriedad. 3. TOC posparto: pensamientos que se repiten y asustan Algunas madres viven pensamientos intrusivos constantes: imágenes, frases o escenarios que no desean, que las aterrorizan y que se repiten una y otra vez. 💬 “¿Y si lo ahogo sin querer?”💬 “¿Y si pierdo la cabeza y lo lastimo?”💬 “¿Y si siento algo inapropiado?” Cuando estos pensamientos se vuelven obsesivos, provocan rituales mentales (revisar, rezar, contar) o evitación constante (no estar sola con el bebé), hablamos de un cuadro con síntomas de TOC posparto. Lo más importante: no son pensamientos que reflejen deseo. Son el resultado de un sistema emocional desbordado. Con tratamiento, se pueden trabajar y reducir significativamente. 4. Síntomas psicóticos: cómo identificarlos En casos poco frecuentes pero graves, pueden aparecer síntomas psicóticos que requieren atención urgente. Algunas señales son: Confusión mental severa Desconexión de la realidad Voces o alucinaciones Delirios de daño o misiones divinas Comportamiento incoherente o peligroso 💬 “Mi bebé tiene algo dentro, tengo que salvarlo.”💬 “Las voces me dicen que no soy suficiente madre.” Estos síntomas no significan que una madre sea peligrosa. Significan que está atravesando un episodio agudo que necesita atención urgente, contención profesional y tratamiento. No es su culpa. Pero sí requiere actuar rápidamente. 5. ¿Qué hacer si aparecen estos síntomas? Recomendaciones urgentes: No dejar sola a la madre ni al bebé No confrontar, pero tampoco minimizar Buscar asistencia médica inmediata Comunicar claramente a los profesionales lo observado Acompañar desde la calma, sin juicios En estos casos, el tiempo es clave. Con atención oportuna, el pronóstico suele ser excelente. Recomendaciones terapéuticas integradas Valida tus emociones, incluso las más oscuras. No estás mal, estás desbordada. Habla de lo que piensas y sientes. Lo que no se nombra, pesa más. Busca espacios donde puedas hablar sin ser corregida. No estás sola ni eres la única. Muchas madres atraviesan lo que tú vives. Los pensamientos intrusivos no te definen. Tienen tratamiento. La rabia, la vergüenza, el miedo y la culpa tienen sentido. Dales lugar sin juicio. Si te sientes confundida o desconectada de la realidad, busca ayuda urgente. Tú también mereces ser cuidada. No solo el bebé. Tú también. La psicoterapia no solo alivia: transforma. Hablar salva. Sentir no es fallo. Sentir es humano.   El rol invertido: cuando el o la hijo(a) se convierte en madre de su madre. Este fenómeno, conocido como parentalización, ocurre cuando un hijo asume responsabilidades emocionales, logísticas o afectivas que le corresponden al adulto. Suele suceder en familias con dinámicas disfuncionales o trauma transgeneracional. Los efectos son profundos: hipermadurez, sensación de tener que ser

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No es tu responsabilidad sanar a tus padres de sus propios traumas

No es tu responsabilidad sanar a tus padres de sus propios traumas. La importancia de crear límites saludables. Renunciar a la figura de madre o padre idealizado Una de las heridas emocionales más profundas proviene de haber deseado, durante años, que nuestros padres fueran diferentes: más amorosos, más presentes, más estables emocionalmente. Esa fantasía es comprensible, pero nos puede mantener atrapados en una eterna espera y frustración. Aceptar que mamá o papá no serán quienes queremos que sean, y nunca lo fueron, es un proceso doloroso, pero liberador. Esta aceptación nos permite empezar a sanar desde la realidad, no desde la ilusión. 💬 «Siento que sigo esperando que algún día cambien», «Es como si todavía quisiera que me vean como su prioridad». Estas frases aparecen con frecuencia en consulta y marcan el inicio del duelo por esa figura idealizada. El rol invertido: cuando el o la hijo(a) se convierte en madre de su madre. Este fenómeno, conocido como parentalización, ocurre cuando un hijo asume responsabilidades emocionales, logísticas o afectivas que le corresponden al adulto. Suele suceder en familias con dinámicas disfuncionales o trauma transgeneracional. Los efectos son profundos: hipermadurez, sensación de tener que ser fuerte todo el tiempo, dificultad para reconocer necesidades propias, y una infancia perdida. Estas personas, ya adultas, suelen decir: 💬 «Desde pequeña he tenido que cuidar de todos», «No sé cómo pedir ayuda, siempre he sido quien resuelve», «Me cuesta conectar con mis emociones porque siempre estoy ocupándome de los demás». La adopción de un rol que no corresponde a la edad interrumpe procesos clave del desarrollo socioemocional. La buena noticia es que se puede reaprender y sanar. La fantasía de salvar a mamá o papá: Condicionamientos que afectan nuestra autoestima Muchos hijos han interiorizado la idea de que si logran “sanar” a sus padres, entonces serán dignos de amor. Esta fantasía suele estar presente cuando los padres fueron emocionalmente ausentes, inestables o dañinos. Esta necesidad inconsciente de “reparar” al otro puede llevar a vínculos dependientes, elecciones de pareja basadas en carencias, y una autoestima construida en función de la validación ajena. 💬 «Si logro que mi mamá esté bien, quizá entonces me reconozca», «Todo lo que hago es para que se sienta orgullosa, aunque me duela». Estas frases revelan la urgencia de demostrar amor mediante sacrificio. Aprender a soltar esta dinámica es parte fundamental de la sanación. Aceptar y acompañar sin cargar emocionalmente Acompañar desde el amor no significa asumir responsabilidades emocionales que no te corresponden. Puedes ser una hija, hijo o cuidador presente y empático, sin convertirte en el salvador emocional de tu madre o padre. Aquí es clave practicar la aceptación radical: dejar de esperar un cambio en el otro, y empezar a construir tu paz interior independientemente de ello. 💬 «Siento culpa si no estoy disponible todo el tiempo», «No quiero ser egoísta, pero me estoy agotando». Aprender a diferenciar la compasión del sacrificio emocional es un paso esencial para una relación más sana. Cuidar de mamá o papá sin perderte a ti mismo/a El autocuidado y los límites son actos de amor propio y también de respeto hacia los demás. Estar presente no significa borrarte. Puedes amar sin descuidarte. Puedes cuidar sin dejar de ser tú. Establecer roles sostenibles es una estrategia que protege tu bienestar: decidir hasta dónde acompañas, cuándo necesitas pausar, y cuándo pedir apoyo. 💬 «No sé dónde termino yo y dónde empieza ella», «Me he perdido en su historia, no tengo espacio para la mía». Estos relatos reflejan la urgencia de volver a ti. Recomendaciones prácticas para empezar hoy Reconoce y valida lo que sientes: Emociones como culpa, enojo, impotencia, tristeza o agotamiento son válidas. No estás exagerando. El primer paso es permitirte sentir sin juzgarte. Identifica tus pensamientos automáticos: ¿Te descubres pensando «debo estar para ella/él siempre» o «si no me esfuerzo, no valgo»? Esos pensamientos pueden ser reflejo de aprendizajes pasados. Escríbelos y empieza a cuestionarlos. Crea un espacio seguro para ti: Agenda tiempo para ti, aunque sea 10 minutos al día. Realiza actividades que te conecten contigo: escribir, caminar, meditar, hablar con alguien que te escuche sin juicio. Establece límites claros y compasivos: No necesitas justificar el autocuidado. Un «hoy no puedo, necesito descansar» es una forma válida de cuidarte. Establece límites desde el amor, no desde la culpa. Busca acompañamiento terapéutico si lo necesitas: A veces, estas dinámicas están tan arraigadas que necesitamos ayuda profesional para deshacer los nudos emocionales. La terapia puede ofrecerte herramientas para recuperar tu autonomía emocional. Práctica diaria: la pregunta clave ¿Esto que estoy haciendo lo hago desde el amor o desde el deber? Responderte con honestidad será una guía poderosa para cada decisión.

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¿Por qué nos cuesta tanto descansar?

¿Por qué nos cuesta tanto descansar? Cuestionando una vida que corre sin pausa En una sociedad donde “hacer” parece más valioso que “ser”, el descanso ha perdido su lugar como necesidad vital y ha sido reemplazado por la productividad como medida de valor personal. Vivimos en una cultura que aplaude la agenda llena, que mide el éxito por logros visibles y donde parar —o simplemente no hacer nada— puede generar culpa, ansiedad o una incómoda sensación de vacío. Este blog no solo busca explicar por qué nos cuesta tanto descansar, sino también ayudarte a cuestionar activamente el modelo de vida acelerada en el que estamos inmersos y ofrecerte herramientas para reconectar con el descanso como un acto de autocuidado profundo. 1. La cultura de la velocidad y la productividad La vida moderna nos arrastra a un ritmo que rara vez se detiene. Las redes sociales, los entornos laborales y el sistema educativo refuerzan constantemente la idea de que estar ocupados equivale a ser valiosos. Estar “siempre haciendo algo” se ha vuelto un mandato silencioso. Incluso los momentos de ocio se han transformado en espacios para mostrar, compartir o capitalizar. La pausa ha perdido legitimidad y se vive como algo que debe ser justificado. 2. Descanso y relajación: conceptos malinterpretados Descansar no es ser ineficiente ni perder el tiempo. Sin embargo, muchas personas sienten que deben “ganarse” el descanso, como si fuera una recompensa y no una necesidad básica. Relajarse se vuelve incómodo cuando no se está acostumbrado a permitirlo. Esto suele manifestarse en pensamientos intrusivos, culpa o la necesidad inmediata de buscar una nueva tarea. Desvincular el descanso de la productividad es un paso crucial para cuidar la salud mental. 3. Impactos psicológicos de la vida acelerada El ritmo acelerado conlleva consecuencias reales, y muchas de ellas llegan a consulta. Algunos ejemplos y síntomas frecuentes que atendemos son: Ansiedad constante: personas que no pueden relajarse, con una sensación de urgencia permanente. Por ejemplo, alguien que llega a terapia diciendo: “Incluso cuando no tengo nada que hacer, mi cabeza no para. Me siento mal por no estar haciendo algo útil.” Insomnio y agotamiento físico: cuerpos que no logran “apagarse”, mentes hiperactivas en la noche. Es común escuchar: “Estoy tan cansado que no me puedo dormir.” Irritabilidad y reacciones emocionales intensas: la tensión acumulada suele explotar en situaciones cotidianas. Alguien puede decir: “Me enfado por cualquier cosa. No tengo paciencia ni para mí.” Crisis de identidad o vacío existencial: al frenar, muchas personas descubren que no saben quiénes son más allá de su rendimiento. Frases como: “Si no estoy produciendo, ¿qué valor tengo?” aparecen con frecuencia. Desconexión emocional: personas que sienten que han perdido la capacidad de disfrutar, de sentir placer o simplemente estar presentes. Esto puede generar tristeza profunda o sensación de estar “desvinculados de la vida”. En todos estos casos, las emociones que predominan son la culpa, el miedo a fallar, la frustración, el agotamiento emocional y una sensación de desconexión consigo mismas y con los demás. 4. La culpa por descansar: un síntoma cultural Desde muy pequeños aprendemos que “el tiempo libre es para los que ya cumplieron con sus obligaciones”. Esta narrativa se convierte en una creencia limitante que genera culpa cada vez que intentamos parar. Muchas veces trabajamos con personas que, al intentar descansar, experimentan una sensación de estar “fallando” o “perdiendo tiempo”. Esta culpa está profundamente relacionada con mandatos sociales y familiares, y su reconocimiento es esencial para comenzar a cambiar la relación con el descanso. 5. Volver al cuerpo: el descanso como necesidad biológica y emocional El cuerpo necesita pausas. No es un lujo, es una función vital. Descansar permite al sistema nervioso repararse, al cerebro integrar experiencias y a las emociones encontrar su cauce. Desde la práctica clínica, invito a las personas a reconectarse con su cuerpo, aprender a detectar señales internas de saturación y trabajar en su tolerancia al descanso. Muchas veces el desafío no está en “no tener tiempo”, sino en aprender a sostener la calma sin sentir ansiedad o urgencia. Recuperar esa conexión cuerpo-mente implica pequeñas acciones: detenerse a respirar, moverse conscientemente, registrar tensiones musculares o simplemente hacer una pausa sin estímulos externos. 6. Cuestionar para transformar: una vida menos rígida y más significativa En mi práctica como psicóloga, una de las estrategias que aplico con frecuencia está centrada en trabajar con personas que viven con un alto nivel de autoexigencia, rigidez emocional y control excesivo. Estas personas suelen funcionar muy bien en lo externo, pero por dentro experimentan soledad, agotamiento emocional y un profundo malestar cuando intentan detenerse. Mi formación en un enfoque específicamente diseñado para estos casos —Radically Open— me ha permitido ayudar a quienes sienten que “nunca es suficiente” o que no pueden mostrarse vulnerables sin sentir que están fallando. El objetivo es fomentar la apertura emocional, la espontaneidad y la conexión auténtica con los demás, enseñando que descansar también es una forma de vivir con sentido. Aprender a descansar es también aprender a confiar. Confiar en que no todo se derrumbará si te detienes. Confiar en que eres valioso más allá de tu rendimiento. Confiar en que puedes darte lo que necesitas, aunque nadie más lo valide. Recomendaciones prácticas Agenda el descanso como prioridad, no como opción.Escríbelo en tu calendario y protégelo con la misma firmeza que tus citas de trabajo. Observa tus pensamientos automáticos sobre el descanso.¿Qué te dices cuando estás por detenerte? ¿Qué creencias estás repitiendo sin cuestionar? Entrena la tolerancia a estar sin hacer.Comienza con 5 minutos al día sin distracciones. No lo llenes. Solo quédate contigo. Practica la presencia en el cuerpo.Detente varias veces al día y registra tu respiración, la tensión en tus músculos o el ritmo de tu corazón. Valida tu necesidad de pausa.Recuérdate que descansar no es una debilidad. Es un derecho, una necesidad y una forma de respeto hacia ti. Permítete el descanso aunque no hayas “terminado todo”.A veces, el verdadero logro es saber parar antes del colapso. Reflexiona sobre tu historia personal con el descanso.¿Qué aprendiste sobre

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Muñecas quita pena: gestión emocional desde las raíces culturales.

Muñecas quita pena: gestión emocional desde las raíces culturales. Objetos que transforman el dolor en ritual de cuidado. En la psicología moderna, lo ancestral tiene lugar. Porque no hay nada más humano que querer sentirse en casa, incluso dentro de uno mismo. La historia de las muñecas quitapenas: un legado de ternura, sabiduría y consuelo En las altas montañas de Guatemala, donde el cielo parece tocar las cumbres y las noches son profundas y silenciosas, nace una de las tradiciones más conmovedoras de la cultura maya: las muñecas quitapenas. La leyenda cuenta que, hace mucho tiempo, vivía una niña llamada Ixmucané, cuyo corazón era tan grande como los volcanes que rodeaban su pueblo. Ixmucané era muy sensible: sentía el dolor de los animales, lloraba por las penas de su madre y no podía dormir cuando las preocupaciones la visitaban por la noche. Una de esas noches, mientras intentaba conciliar el sueño bajo su manta tejida a mano, la luna —compasiva y brillante— le susurró un secreto: “Ixmucané, recoge un poco de tela, unos palitos y algo de hilo. Haz pequeñas muñequitas y cuéntales lo que te inquieta. Ellas guardarán tus penas mientras tú descansas.” La niña, obediente y curiosa, siguió las instrucciones. Hizo siete pequeñas muñecas, una para cada día de la semana, y les contó sus miedos, una por una. Luego, las colocó cuidadosamente debajo de su almohada. Esa noche, Ixmucané durmió profundamente por primera vez en semanas. Sus sueños fueron tranquilos, su respiración pausada. Al despertar, sintió que sus preocupaciones se habían desvanecido como la neblina matutina. Las muñecas quitapenas se hacen a mano, con materiales humildes: madera, hilos de colores, trocitos de tela. Son pequeñas, pero llevan en su forma una sabiduría ancestral: la de externalizar la preocupación, darle forma y luego soltarla. Según la leyenda, cuando un niño o niña tiene preocupaciones o siente tristeza, debe contarle sus penas a una pequeña muñeca de trapo antes de dormir. Luego, debe colocarla debajo de la almohada. Durante la noche, la muñeca se encargará de llevarse sus preocupaciones, para que el niño despierte aliviado.  ¿Qué simbolizan? Que hablar de lo que duele alivia. Que nombrar la emoción le quita poder sobre ti. Que tener un ritual de cuidado propio puede marcar la diferencia en tu salud mental. Hoy en día, estas muñequitas no solo son regalos simbólicos en Guatemala, sino también herramientas utilizadas por terapeutas, educadores y familias para ayudar a niñas, niños y adultos a gestionar la ansiedad, las preocupaciones o el insomnio. Aporte psicológico Este acto puede entenderse como una forma de externalizar pensamientos ansiosos, lo que ayuda a reducir su carga emocional. Es similar a escribir una preocupación en un papel: al verbalizarla o simbolizarla, perdemos parte del control negativo que ejerce sobre nosotros. También puede relacionarse con la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), como un acto de «defusión»: no intentar eliminar el pensamiento, sino tomar distancia de él y permitir que esté sin que nos controle. Según la leyenda, una figura protectora conocida como la Mujer Araña tejía redes invisibles para cuidar a los niños y niñas mientras dormían, atrapando los malos sueños y dejando pasar solo los buenos. Cuando su pueblo se dispersó y ya no podía llegar a todos, las madres y abuelas comenzaron a tejer sus propias redes para proteger a sus familias. Así nació el atrapasueños: un aro circular con una red en su interior, decorado con plumas y cuentas, que se cuelga sobre la cama. Su función simbólica es filtrar los sueños, atrapando los negativos en la red para disolverlos al amanecer, y dejando pasar los positivos a través del centro para que lleguen suavemente al durmiente. Cultura ojibwa, América del norte Atrapasueños: una red para los miedos nocturnos Los atrapasueños provienen de la cultura Ojibwa, un pueblo indígena de América del Norte. Se cree que estos círculos tejidos actúan como filtros de sueños: los sueños buenos pasan a través del centro y los malos quedan atrapados en la red, donde se disuelven con la luz del día. Función simbólica y psicológica Este objeto puede utilizarse como una herramienta simbólica en el manejo del miedo nocturno, especialmente en niños y niñas. También sirve como metáfora para adultos en procesos terapéuticos: establecer “filtros” emocionales que nos ayuden a dejar pasar lo que suma y detener lo que daña. Desde la TCC, se puede vincular con técnicas de reestructuración cognitiva, ayudando a modificar la narrativa en torno a los sueños o a experiencias nocturnas angustiantes. Otros objetos culturales con poder emocional Ojos de Dios (Huicholes, México) Representan la visión espiritual y la conexión con el universo. En psicología pueden utilizarse como símbolos del “observador interno”: la parte de nosotros que observa sin juzgar. Amuletos de obsidiana o jade Simbolizan protección y fortaleza emocional, y pueden servir como anclajes en momentos de crisis. Piedras de gratitud Inspiradas en el mindfulness, nos ayudan a reconectar con lo que sí está presente y valioso en nuestra vida. Cintas de deseos Usadas en rituales en Brasil o India, representan el acto de soltar, pedir y confiar. Sirven para resignificar procesos de cambio o cierre emocional. COSTA RICA, LEYENDA Cuentos que enseñan a sentir: cómo las leyendas ayudan a gestionar emociones Las leyendas y cuentos tradicionales también funcionan como contenedores de emociones colectivas. Nos permiten proyectar, entender y resignificar lo que sentimos a través de personajes e historias. La Tulevieja: la culpa hecha cuento Resumen: La Tulevieja es el alma de una mujer que ahogó a su hijo y fue condenada a vagar eternamente con un cuerpo desfigurado, lamentando su culpa. Se le representa con alas, ojos inflamados y cabello cubierto de tule (planta acuática). Valor simbólico: Esta leyenda encarna el dolor que produce la culpa profunda y la vergüenza. Puede reflejar también la tristeza silenciada en las maternidades difíciles, los duelos no resueltos o los errores que nos cuesta perdonarnos. Desde la psicología: Esta figura puede ayudar a hablar sobre: La carga de la culpa y cómo esta nos aísla. El deseo de

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Soltar a toda costa: rage rooms, círculos de expresión y otras prácticas que no gestionan las emociones.

Soltar a toda costa: rage rooms, círculos de expresión y otras prácticas que no gestionan las emociones. Una cultura obsesionada con “sacar lo que duele” Vivimos en una sociedad que promueve la descarga emocional como una forma válida de sanar. Desde el grito en el retiro, hasta la respiración intensa, pasando por círculos donde se promueve “sacar todo sin filtros”, muchas prácticas ponen el foco en la liberación, pero no en la integración. Estas intervenciones pueden activar el sistema límbico, elevando los niveles de cortisol y adrenalina, generando una sensación momentánea de alivio, pero sin ofrecer herramientas para regular o dar sentido a lo que se vivió. Esto puede generar un patrón adictivo de búsqueda de alivio inmediato que no transforma, solo repite. Consecuencias emocionales de liberar sin integrar Cuando no hay un marco de contención ni procesos de integración emocional, ocurre lo siguiente:   Re-traumatización: El cuerpo revive el trauma como si estuviera ocurriendo de nuevo, sin posibilidad de resignificación. Sobrecarga emocional: Al no dar tiempo para procesar lo que se siente, se acumula tensión, confusión y agotamiento. Adicción a la intensidad: Se vuelve necesaria una experiencia emocional cada vez más intensa para sentir algo o creer que se avanza. Desconexión emocional: Se pierde contacto con la emoción real porque el foco está en “expulsarla” y no en comprenderla. Prácticas comunes que perpetúan este ciclo Estas son algunas prácticas que suelen caer en la trampa de liberar sin integrar:   Terapias de grito primal o descargas corporales sin acompañamiento clínico: Estimulan el sistema emocional sin asegurar un procesamiento posterior. Círculos de expresión emocional no dirigidos por profesionales de la salud mental: Pueden promover el desborde emocional sin red de apoyo. Eventos intensivos de “transformación personal” de un fin de semana: Activan memorias emocionales profundas sin continuidad terapéutica. Algunas formas de respiración holotrópica no guiada clínicamente: Aunque pueden tener beneficios en ciertos contextos, sin integración pueden desorganizar emocionalmente. El mito terapéutico de los “rage rooms” Romper objetos puede generar una descarga de adrenalina y una sensación momentánea de alivio, pero este tipo de estimulación: Activa el sistema simpático (respuesta de lucha), no el sistema de regulación emocional. Refuerza el circuito de descarga emocional impulsiva, es decir, entrena al cerebro a buscar agresión externa como vía de alivio. No permite integración cognitiva ni emocional: No se conecta con el origen del malestar ni se resignifica la emoción. ¿Qué significa integrar y cómo lo hacemos los psicólogos desde la terapia? Integrar es dar sentido a lo que se siente, recordarlo sin desorganización emocional, y permitir que la experiencia deje de tener el mismo peso fisiológico o emocional en el presente. Es un proceso en el que el cerebro reorganiza la memoria emocional y la vincula con nuevas narrativas, recursos y significados, logrando que lo vivido deje de doler como si aún estuviera ocurriendo. Desde la psicología clínica, integrar no es simplemente hablar o llorar, sino acompañar un proceso neurobiológico y emocional en el que la persona: Regula sus respuestas fisiológicas. Procesa cognitivamente lo ocurrido. Reconecta con sus recursos internos. Actualiza su historia con nuevas perspectivas. Disminuye la carga afectiva de la experiencia traumática. ¿Cómo lo hacemos desde distintos enfoques? EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing)Permite al cerebro reprocesar memorias traumáticas activando simultáneamente el sistema de procesamiento adaptativo y redes emocionales. Se ha demostrado su eficacia en múltiples metaanálisis.📚 Metaanálisis de Chen et al. (2014) muestra que EMDR tiene efectos significativos en la reducción de síntomas de estrés postraumático con mayor rapidez que otras terapias. Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)Enseña al paciente a observar sus pensamientos y emociones sin fusionarse con ellos, aceptarlos, y comprometerse con acciones alineadas a sus valores. Esto permite integrar lo vivido sin rechazarlo ni revivirlo constantemente.📚 Metaanálisis de A-Tjak et al. (2015) encontró que ACT es eficaz en ansiedad, depresión, dolor crónico y más, con beneficios duraderos en el tiempo. Terapia Dialéctico Conductual y su variante Radicalmente Abierta (RO-DBT)Estas terapias enseñan habilidades de regulación emocional y validación, que permiten integrar experiencias difíciles desde la compasión y el vínculo interpersonal.📚 Lynch et al. (2015) evidencian la efectividad de RO-DBT en personas con sobrecontrol emocional, ayudando a flexibilizar y conectar emocionalmente desde la seguridad. BrainspottingEsta técnica accede a áreas cerebrales profundas mediante el enfoque visual y la atención dual, facilitando el procesamiento emocional almacenado en el cuerpo.📚 Estudios preliminares (Hilton et al., 2017) sugieren que Brainspotting reduce síntomas de trauma y ansiedad, y mejora la regulación emocional. Modelo PARCUVEDesarrollado por el psicólogo Manuel Hernández, este enfoque específico trabaja emociones como pánico, ansiedad, rabia, culpa y vergüenza desde un enfoque integrativo que no busca desahogar, sino resignificar. Guía práctica para identificar prácticas que pueden dañar más que ayudar Estas señales pueden ayudarte a identificar si una práctica emocional no está siendo saludable: ¿Hay acompañamiento profesional calificado? ¿Existe un encuadre claro de seguridad y cuidado? ¿Se promueve la integración posterior de lo vivido? ¿Sientes más claridad después o quedas desorganizado/a emocionalmente? ¿Estás acudiendo constantemente porque necesitas “descargar” todo el tiempo? Si la mayoría de tus respuestas son negativas, puede que estés en un ciclo de evasión emocional, no de sanación. Recomendaciones prácticas Prioriza la integración sobre la descarga: Si algo te mueve emocionalmente, date el espacio para escribirlo, conversarlo con un profesional y buscar su significado. Evita experiencias emocionales intensas sin apoyo: No todo lo emocionalmente fuerte es transformador. A veces lo más sanador es suave y progresivo. Infórmate sobre terapias basadas en evidencia: Pregunta a tu terapeuta por enfoques como EMDR, ACT o Brainspotting si trabajas trauma. Busca acompañamiento ético y profesional: Verifica credenciales y busca espacios terapéuticos que prioricen la seguridad emocional. Desconfía de lo que promete sanación instantánea: La transformación emocional lleva tiempo y profundidad, no se logra con una sola sesión intensa.

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Silencio emocional, ghosting y ley del hielo: cómo identificar y sanar la violencia afectiva invisible

La ley del hielo y otras formas de violencia emocional en las relaciones A veces no hacen falta gritos, insultos o agresiones directas para que una relación nos destruya emocionalmente. A veces, basta con el silencio. Un silencio sostenido, calculado, que nos hace dudar de nuestro valor, que genera culpa, ansiedad, inseguridad. Un silencio que, lejos de ser madurez emocional, se convierte en una estrategia de control disfrazada de necesidad personal. Este tipo de comportamiento se conoce como ley del hielo, y aunque puede parecer “menos grave” que otras formas de violencia, sus efectos psicológicos son profundos y duraderos. Este blog tiene como objetivo ayudarte a identificar esta dinámica, entender su impacto en tu salud mental, y acompañarte —desde una mirada terapéutica— en tu proceso de sanación. ¿Qué es la ley del hielo? Cuando el silencio se convierte en castigo Todos necesitamos momentos de espacio. A veces el conflicto emocional nos abruma y preferimos callar antes que decir algo que hiera. Eso es legítimo. Pero otra cosa muy distinta es castigar al otro con silencio, dejarlo en el limbo sin explicación, sin contención, sin palabra. La ley del hielo ocurre cuando una persona interrumpe abruptamente la comunicación y la conexión emocional como forma de castigo. No se trata de “tomar espacio para pensar”, sino de generar un vacío relacional que deja al otro en incertidumbre. Es un mensaje implícito que grita: “No importas lo suficiente como para hablar contigo”. Este tipo de silencios no son pausas para sanar, sino armas para controlar. La persona que aplica la ley del hielo suele tener el control emocional del vínculo, mientras que la otra se consume preguntándose qué hizo mal.  ¿Por qué lo normalizamos? Aprendizajes y autoengaños Muchas veces hemos crecido en entornos donde el silencio se usaba como forma de corrección: padres que dejaban de hablarnos cuando “nos portábamos mal”, profesores que ignoraban a los alumnos como castigo, parejas que se alejaban sin decir una palabra. Aprendimos a interpretar el silencio como una consecuencia lógica de nuestras acciones. Y por eso, en la vida adulta, lo normalizamos. Frases como “necesita espacio”, “está procesando”, o “no sabe cómo decir lo que siente” pueden encubrir formas más sutiles de manipulación emocional. El problema no es dar espacio; el problema es usar el silencio para dañar o confundir. Cuando crecemos con estas creencias, es fácil caer en relaciones donde sentimos que merecemos el castigo emocional. Nos volvemos expertos en justificarlos, aun cuando nos sentimos completamente rotos por dentro. Efectos psicológicos del castigo con silencio El impacto del silencio prolongado es profundo y suele pasar desapercibido. Muchas personas no logran ponerle nombre a lo que sienten, pero experimentan una mezcla entre ansiedad constante, miedo al abandono, culpa crónica y una necesidad desesperada de reparar una conexión que el otro eligió cortar. Desde un enfoque de trauma, el silencio puede actuar como un detonador emocional: revive sensaciones de rechazo, abandono o invalidez emocional que quizás vienen de muy atrás. El cuerpo lo sabe, incluso si la mente no logra entenderlo. Aquí, la Terapia Focalizada en las Emociones (TFE) aporta una comprensión clave: en el centro de nuestras heridas vinculares suelen estar emociones primarias no procesadas como el miedo, la tristeza o la soledad. Cuando somos ignorados o castigados con silencio, estas emociones se activan con gran intensidad, pero muchas veces no sabemos cómo nombrarlas o gestionarlas. Como resultado, se generan emociones secundarias (como la rabia o la culpa), que a menudo enmascaran el verdadero dolor. Las consecuencias más comunes incluyen: Ansiedad anticipatoria: miedo constante a que desaparezcan otra vez. Autoestima fragmentada: creencia de que no vales lo suficiente para que te expliquen lo que ocurre. Sobreadaptación: intentar agradar para evitar más silencios. Despersonalización: desconexión de ti mismo/a por no saber dónde estás parado emocionalmente. Hipervigilancia emocional: leer cada gesto, cada palabra, buscando señales que eviten el “próximo silencio”. Validación emocional: reconocer que lo que viviste fue real Una parte esencial del proceso de sanación es validar tus emociones. Muchas personas dudan si están exagerando, si lo que les pasó realmente fue violencia emocional. Es común pensar: “Tal vez estoy siendo muy sensible”, “No me gritó, no me pegó, solo dejó de hablarme”. Pero precisamente por eso es tan dañino: porque no se ve. Porque no deja moretones, sino heridas emocionales que sangran en silencio. Validar lo vivido no es victimizarse, es reconocer el daño para poder empezar a sanar. Desde la TFE, se entiende que la validación emocional no es un acto racional, sino experiencial: es necesario sentir que lo vivido tiene sentido, que hay un espacio seguro para expresar el dolor sin ser juzgado o minimizado. Cuando una persona puede poner en palabras su miedo al abandono, su tristeza por sentirse ignorada, su rabia por haber sido castigada emocionalmente, comienza un proceso de reorganización interna que da lugar a la sanación.  La diferencia entre pedir espacio y ejercer castigo emocional Una persona emocionalmente responsable puede necesitar espacio… pero lo comunica. Dice lo que necesita, acuerda un tiempo, se mantiene en contacto emocional aunque no haya palabras. No deja al otro en el vacío. Ejemplos de comunicación saludable: “Estoy muy alterado/a, necesito una hora para calmarme antes de seguir hablando.” “No puedo procesar esto ahora, pero quiero retomarlo mañana.” “Necesito unos días para pensar, pero no es por ti, y te aviso cuando me sienta preparado/a.” En cambio, el castigo emocional se manifiesta como indiferencia total, ausencia de empatía y falta de cierre. No se comunica, se retira. No explica, desconecta. No pausa, desaparece. Recomendaciones para comenzar a sanar Ponle nombre a lo que viviste: Ley del hielo, ghosting, castigo emocional… No es exageración, es una forma de violencia. Valida tu dolor: No estás loco/a, no eres exagerado/a. Tu sufrimiento tiene sentido. No intentes arreglar lo que te daña: El silencio como castigo no es una pausa amorosa, es una desconexión impuesta. Acércate a vínculos que sí saben dialogar: Relaciones donde se puede hablar, sentir y reparar. Busca ayuda profesional: Un proceso terapéutico con enfoque en

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Cuando el vínculo con tu familia duele.

Cómo reconocer vínculos familiares que generan sufrimiento y saber cuándo alejarse para sanar. La familia puede ser una fuente de amor, cuidado y contención, pero también (y más frecuentemente de lo que se reconoce) puede convertirse en un espacio de dolor emocional, ansiedad y conflicto interno. Hablar de esto no es fácil, en parte porque nos han enseñado que la familia “es lo más importante” y que “todo se perdona por amor”. Sin embargo, cuando el vínculo familiar deja de ser seguro y comienza a afectarnos profundamente, es momento de preguntarnos si realmente estamos eligiendo ese amor… o si solo estamos aferrándonos a la expectativa de que ese vínculo algún día sea lo que siempre soñamos. ¿Qué significa que un vínculo familiar sea dañino? Un vínculo familiar se vuelve perjudicial cuando, lejos de cuidar, genera desgaste, culpa, ansiedad o confusión constante. No se trata de la persona en sí, sino del tipo de relación que se establece, de cómo se interactúa emocionalmente. Indicadores frecuentes que escuchamos en terapia: “Después de verlos, necesito días para recuperarme.” “No puedo decir lo que pienso sin que me juzguen.” “Siempre termino cediendo, aunque no quiero.” “En casa no puedo ser yo.” Estos patrones dañinos a menudo están tan normalizados que cuesta identificar que lo son. La terapia ayuda a hacer consciente lo que ha sido silenciosamente doloroso durante años. El miedo a perder el vínculo y el duelo de lo que no fue Muchas personas no se atreven a revisar la relación con sus familiares por miedo a perder algo. Pero lo que temen perder muchas veces no es el amor real, sino la expectativa de que esa persona algún día se convierta en el padre, la madre o el hermano que soñaron. También temen sentir emociones como el enojo, porque se les enseñó que “eso no se hace con la familia”. Sin embargo, reprimir emociones legítimas no nos hace más fuertes, solo más atrapados. El problema no es sentir enojo: el problema es quedarse atascado, sin poder expresarlo, convirtiéndolo en resentimiento. Validar el enojo y la tristeza es parte del proceso de sanar. Solo desde ahí puede nacer una relación más sana y real. Creencias que perpetúan el sufrimiento. Algunas creencias muy comunes que escuchamos en consulta: “Si me alejo, dejo de amar.” “Tengo que quedarme, aunque me duela.” “No puedo enojarme con ellos, son mis padres.” Estas ideas, profundamente arraigadas, limitan el bienestar emocional y perpetúan vínculos basados en el miedo y la culpa. Desde enfoques como la ACT y la TCC, ayudamos a cuestionar estas creencias y a reconectar con los propios valores, incluso si eso implica tomar decisiones difíciles. El impacto emocional: trauma, ansiedad y desconexión Cuando crecemos en relaciones familiares en las que sentimos que no podemos ser quienes somos, que tenemos que agradar todo el tiempo, evitar el conflicto o reprimir lo que sentimos, nuestro sistema nervioso aprende a adaptarse desde la supervivencia emocional. Muchas personas viven en un estado de alerta constante sin saberlo. Se sienten tensas, ansiosas o tristes sin una razón clara. Esto ocurre porque las emociones que no se pudieron expresar —como el miedo, el enojo o la tristeza— quedan almacenadas en el cuerpo, generando malestar físico y emocional que se arrastra por años. La terapia orientada al procesamiento del trauma, como el reprocesamiento visual (por ejemplo, EMDR o Brainspotting), trabaja directamente con estas experiencias congeladas en la memoria emocional. No se trata de revivir el dolor, sino de permitir que el cuerpo y la mente comprendan que eso que dolió ya pasó, que hoy puedes estar a salvo y elegir de forma diferente. Cuando la mente reprocesa y el cuerpo libera, se produce un cambio profundo: desaparecen síntomas físicos, se regula la ansiedad, mejora el sueño, y muchas personas comienzan a tomar decisiones que antes les parecían imposibles, como poner límites, decir que no, o simplemente dejar de sentirse culpables por cuidar de sí mismas. Sanar no es olvidar lo que pasó. Es dejar de vivir como si siguiera pasando.   ¿Tomar distancia es alejarse para siempre? No necesariamente. Tomar distancia no siempre implica cortar físicamente la relación. Muchas veces se trata de renunciar a la expectativa de que esa persona cambie, y empezar a aceptar la realidad tal cual es. La distancia también puede ser emocional: elegir no involucrarte en ciertas conversaciones, dejar de intentar complacer o esperar una validación que nunca llega. Distanciarse puede ser una forma de cuidarse sin dejar de amar. Sanar no es borrar: es resignificar La verdadera sanación no siempre implica reconciliación, pero sí implica darle otro lugar a ese vínculo en tu vida, uno que no duela, que no pese, que no te desvíe de tu bienestar.Y sí, muchas veces se puede reconstruir una relación más sana desde la honestidad emocional y los límites. Otras veces, es mejor no volver, y eso también es válido. Sanar es poder decir: “Me dolió, pero ya no me controla.” Sanar no es borrar: es resignificar La verdadera sanación no siempre implica reconciliación, pero sí implica darle otro lugar a ese vínculo en tu vida, uno que no duela, que no pese, que no te desvíe de tu bienestar.Y sí, muchas veces se puede reconstruir una relación más sana desde la honestidad emocional y los límites. Otras veces, es mejor no volver, y eso también es válido.

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¿Por qué me siento triste y no sé por qué?

¿Por qué me siento triste y no sé por qué? Quizá no entiendas tu tristeza, pero eso no significa que no tenga sentido.Muchas personas experimentan esa tristeza silenciosa, sin motivo claro, y no saben qué hacer con ella. Hay días en los que te despiertas con una sensación extraña en el pecho. No ha pasado nada malo, nadie te ha herido, y sin embargo… estás triste. No sabes por qué. No puedes explicarlo, pero tampoco puedes ignorarlo. La tristeza, esa vieja conocida que a veces llega sin avisar y sin motivo aparente, puede ser desconcertante. Muchas personas llegan a consulta diciendo: “Estoy bien, todo está en orden… pero me siento mal, apagado, desconectado. No entiendo por qué.” Si te ha pasado esto, quiero que sepas algo desde el principio: no estás solo/a, no estás roto/a, y tu tristeza tiene sentido, aunque aún no lo comprendas. La tristeza como emoción: un sistema para sobrevivir Es posible pensar que los seres humanos somos la única especie capaz de sentir emociones… pero esto está lejos de ser cierto. Todos los mamíferos experimentan emociones porque forman parte de un sistema biológico de supervivencia. Las emociones nos ayudan a reaccionar rápidamente ante los peligros del entorno. Cuando hay una amenaza, miedo y rabia activan al cuerpo para huir o luchar. Pero ¿qué pasa con la tristeza? La tristeza suele aparecer cuando algo nos falta, cuando perdemos algo que era importante: Un ser querido Una relación Una etapa de vida Una oportunidad Una parte de nosotros que ya no reconocemos Y aunque no haya una “gran pérdida” aparente, puede haber pequeñas pérdidas invisibles que se acumulan. A veces, lo que perdemos no es algo externo, sino interno: el entusiasmo, la conexión, el sentido, la calma. Pero aquí viene algo fundamental: La tristeza tiene una función: nos ayuda a parar, a reflexionar, y sobre todo, a buscar apoyo. Cuando sentimos tristeza, nuestro cuerpo cambia: el rostro se entristece, bajamos la mirada, nuestra voz se suaviza. Todo esto genera, en muchas ocasiones, una respuesta de acogida en los demás. Es como si nuestro cuerpo hablara por nosotros, diciendo: “No puedo con esto solo. Necesito que alguien me vea.” ¿Por qué estoy triste si todo está bien? Hay muchas razones por las que puedes estar triste sin entender por qué. Aquí van algunas que veo frecuentemente en terapia: Acumulación de pequeñas cargas emocionales: Cosas que “no parecían tan graves” pero que fuiste guardando. Cambios vitales no procesados: Nuevos trabajos, mudanzas, rupturas, incluso “cambios positivos” que generan pérdida de estabilidad. Desconexión interna: Vivir en automático, sin pausa, sin preguntarte qué necesitas o cómo te sientes. Duelo por partes de ti que ya no están: A veces lloramos por quien fuimos y ya no somos. Cansancio emocional: Estar fuerte demasiado tiempo también agota. Y otras veces, la tristeza puede estar relacionada con experiencias del pasado que tu mente no ha conectado con el presente, pero tu cuerpo sí. ¿Cómo se aborda esto en terapia? Cuando llegas con una tristeza sin causa clara, tu terapeuta no buscará “corregirte”, sino acompañarte a explorarla con curiosidad, sin juzgarla. 🔸 Terapia Cognitivo Conductual (TCC):Ayuda a identificar pensamientos automáticos como “No tengo derecho a estar triste” o “No debería sentirme así si todo está bien”. Se trabaja en cuestionar esos pensamientos, entender de dónde vienen, y reemplazarlos por formas más compasivas y realistas. Además, se incorporan pequeños cambios en tu rutina diaria que favorecen el bienestar. 🔸 Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT):Aquí se propone dejar de pelear con la tristeza. Se trabaja para aceptar su presencia, observarla sin reaccionar de inmediato, y seguir actuando en base a lo que realmente importa en tu vida, aunque el malestar esté presente. 🔸 EMDR y Brainspotting:Se usan para abordar emociones profundas cuando hay sospecha de que la tristeza se relaciona con experiencias pasadas no resueltas. En EMDR, se utiliza estimulación bilateral para reprocesar esos recuerdos. En Brainspotting, se localiza un punto visual asociado a la emoción, y se permite al cuerpo procesarla de forma profunda, sin necesidad de racionalizar. 🔸 Modelo PARCUVE:Permite abordar emociones como la culpa, vergüenza o ansiedad que muchas veces están enmascaradas en la tristeza. Se trabaja desde lo corporal, emocional y narrativo para liberar la carga. ¿Qué puedo hacer cuando estoy triste y no entiendo por qué? Aquí van algunas ideas que puedes probar, no para «quitarte» la tristeza, sino para acompañarte con más presencia: Valídala sin exigirle explicaciones: “No sé por qué estoy triste, pero me doy permiso para sentirlo.” Escucha tu cuerpo:¿Cómo se siente la tristeza físicamente? ¿Dónde la sientes? ¿Qué necesitaría esa parte de ti? Crea una pausa real:Detente. Respira. Quizá la tristeza llegó porque necesitabas bajar el ritmo. Habla con alguien que no intente solucionarte, sino escucharte. Escribe sin filtro:A veces, al escribir sin pensar, aparece eso que no sabías que te estaba doliendo. Busca ayuda profesional si la tristeza no se va o interfiere demasiado con tu vida. ¿Cuándo buscar ayuda profesional? No esperes a “estar muy mal” para pedir ayuda. La terapia no es solo para quienes ya no pueden más. Es también para quienes quieren comprenderse, crecer, y cuidar su salud mental como parte de su bienestar general. 🚩 Busca apoyo si: La tristeza dura más de dos semanas sin mejorar Te cuesta realizar tareas básicas o disfrutar de cosas que antes te gustaban Sientes que tu cuerpo está agotado o muy agitado sin razón clara Te aíslas, lloras con frecuencia o estás muy irritable Tienes pensamientos de inutilidad, desesperanza o ideas relacionadas con la muerte. “Quizá no entiendas tu tristeza, pero eso no significa que no tenga sentido. A veces, es el idioma que usa tu cuerpo para pedirte que te abraces más fuerte.”

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Sentirse perdido en la vida: Una oportunidad de aprendizaje

«El que no sabe para dónde va, cualquier rumbo es bueno. Y ninguno le satisface» (Paciente en proceso psicológico). Esta frase refleja el vacío que sienten muchos jóvenes adultos hoy: avanzar sin dirección, lograr cosas sin satisfacción. Cuando tomas decisiones desde la presión externa y no desde tu verdad, el rumbo se vuelve confuso y nada te satisface.  «No sé qué quiero hacer con mi vida», «Siento que todo el mundo avanza menos yo», «Estoy haciendo mil cosas, pero ninguna me llena».Estas frases no son raras entre jóvenes adultos. De hecho, son más comunes de lo que parecen. En una etapa donde todo parece moverse rápido, se espera que elijas una carrera, un trabajo, una pareja, una identidad… casi sin espacio para preguntarte si realmente eso es lo que tú deseas. Vivimos muchas veces en piloto automático, cumpliendo mandatos familiares o sociales: “Estudia algo con salida laboral”, “Consigue estabilidad”, “Sé alguien en la vida”. Pero, ¿quién decide qué significa «ser alguien»?Esa desconexión entre lo que hacemos y lo que realmente necesitamos, genera un vacío difícil de explicar: nos sentimos perdidos, aunque desde afuera parezca que «vamos bien». Creencias invisibles, decisiones visibles: lo que creo, guía lo que elijo Cuando no sabemos hacia dónde ir, solemos buscar más información, hacer tests vocacionales, ver videos motivacionales. Pero rara vez nos detenemos a mirar qué creencias nos están guiando en silencio. Frases como: “Tengo que tener éxito para valer” “Si me equivoco, arruinaré mi vida” “No puedo defraudar a mis padres” “Si no soy productivo, estoy perdiendo el tiempo” Estas creencias actúan como filtros que deforman la manera en que tomamos decisiones. Desde la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), se entiende que muchas veces estas ideas vienen de la infancia, la cultura o experiencias pasadas, y aunque no siempre son conscientes, afectan profundamente cómo vivimos. Una buena pregunta para comenzar es:¿Desde qué creencia estoy buscando mi propósito?   No es hacia afuera: el acto radical de detenerse e ir hacia adentro A veces la presión de encontrar “el camino correcto” nos empuja a buscar hacia afuera: ¿qué habilidad tengo? ¿Qué está de moda? ¿Qué genera dinero? ¿Qué me dice el test vocacional? Pero encontrar dirección no es solo elegir una carrera o un objetivo, es volver a ti. La verdadera claridad no viene de acumular más opciones, sino de detenerte.El acto de pausar para escucharte, aunque incómodo, es lo que te permite reconocerte. Desde la Terapia Dialéctico Conductual Radicalmente Abierta, se trabaja mucho la capacidad de introspección real, esa que surge cuando no estás actuando para encajar, sino para entenderte. Algunas preguntas poderosas para ese momento de pausa: ¿Qué parte de mí estoy ignorando por seguir avanzando? ¿Estoy eligiendo desde el miedo o desde el deseo? ¿Qué necesito escuchar que no me he permitido? Nuestro GPS interno: lo activas tu mismo, tus valores de vida. Tener dirección no es tener respuestas fijas.  Es tener un GPS interno, que te oriente incluso en la incertidumbre.Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), se trabaja el concepto de valores, entendidos como principios que dan sentido a nuestras acciones. Son diferentes de las metas porque no se “cumplen”: se viven. Un valor puede ser: cuidar, crear, aprender, conectar, explorar.Una meta sería: “ser ingeniero”, “ganar dinero”, “tener pareja”.Puedes cumplir una meta y seguir vacío si no está conectada con un valor auténtico. Ejercicio sugerido:Recuerda una situación en la que te sentiste muy tú. ¿Qué valor estaba presente? ¿Qué dice eso sobre lo que realmente importa en tu vida?   Muchas veces no es que no sepamos qué hacer, es que algo dentro de nosotros nos impide movernos.Es importante identificar qué emoción está interfiriendo. Por ejemplo: Pánico: “Si me equivoco, arruinaré mi vida” Ansiedad: “Tengo que decidir ya” Rabia: “Estoy harto de que todo el mundo opine sobre mi vida” Culpa: “Mis padres se esforzaron por mí, no puedo defraudarlos” Vergüenza: “¿Y si fracaso y todos lo ven?” Reconocer y atender estas emociones es un paso esencial antes de tomar decisiones importantes. No se trata de evitarlas, sino de escucharlas con compasión. El propósito no se encuentra, se construye Vivimos esperando ese momento mágico en que “todo tendrá sentido”, como si el propósito fuera un tesoro escondido. Pero el propósito no aparece de golpe. Se construye con cada elección diaria que está alineada contigo. No necesitas tener todo resuelto para empezar. Solo necesitas estar dispuesto a caminar hacia lo que te importa, incluso si no sabes exactamente a dónde lleva. Esa es la verdadera dirección con sentido.   Recomendaciones prácticas Pausa intencionalAgenda un momento semanal sin distracciones para preguntarte:¿Cómo me siento? ¿Qué necesito? ¿Qué parte de mí he ignorado últimamente? Lista de creencias limitantesAnota todo lo que crees que “deberías” hacer o ser. Luego pregúntate:¿Esta idea es mía? ¿O la heredé de alguien más? Identifica tu emoción dominante (PARCUVE)Elige cuál de estas emociones te frena más seguido. Escribe:¿Qué me quiere decir esta emoción? ¿Qué necesito validar o sanar? Crea tu brújula de valoresElige 3 valores que te importen profundamente. Luego piensa:¿Qué acciones concretas puedo hacer esta semana que reflejen ese valor? Diseña un experimento de vida de 30 díasElige una acción diaria conectada con un valor (por ejemplo: conectar → enviar un mensaje genuino a alguien cada día). Evalúa cómo te sientes al final del mes.    

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Tu emoción no es el enemigo. Es la señal de algo que importa.

Tu emoción no es el enemigo. Es la señal de algo que importa. Hemos aprendido —de manera casi automática— a tragarnos las lágrimas, a disfrazar la rabia con sonrisas, a no mostrar tristeza para no parecer débiles, a minimizar lo que nos duele con frases como “no es para tanto” o “debería estar agradecido”. Y así, en nombre del control y la funcionalidad, muchas veces nos desconectamos de nosotros mismos. ¿Qué pasa cuando nos contenemos todo el tiempo? Al reprimir nuestras emociones, no las eliminamos. Solo las empujamos hacia adentro.Y lo que queda guardado, no desaparece: se transforma en síntomas, se filtra en los vínculos, se acumula en el cuerpo. La angustia sin nombre se manifiesta como un nudo en la garganta. El enojo no expresado se convierte en impaciencia o cinismo. El miedo silenciado se transforma en ansiedad. La tristeza ignorada se esconde detrás de un cansancio sin explicación. En consulta, escucho frases como: “No sé por qué lloro si no me pasa nada grave.”“Todo está bien, pero siento una presión en el pecho todo el día.”“Me cuesta dormir, tengo miles de pensamientos, pero no logro identificar qué me preocupa.” No es que no haya nada. Lo que hay es una desconexión de lo que sentimos porque hemos aprendido a no escucharnos. Escucharse no es debilidad. Es una forma de volver a casa. Escucharse no es actuar impulsivamente. No es gritar todo lo que sentimos ni vivir desde la emoción sin filtros.Tampoco es victimizarnos ni quedarnos estancados en el dolor. Escucharse es permitirnos reconocer lo que está pasando dentro.Es ponerle nombre a esa sensación vaga que llevamos cargando hace días.Es sostenernos con presencia, sin juicio, sin prisa por “estar bien”. ¿Cómo podemos comenzar a escucharnos? Aquí algunos pasos para empezar: 1. Nombrar la emoción Haz una pausa y preguntate: ¿Qué estoy sintiendo ahora?¿Dónde lo siento en el cuerpo?¿Tiene una forma, color, temperatura? Nombrar nos da poder. No es lo mismo decir “me siento rara” que “estoy triste y frustrada porque no me sentí escuchada”. 2. Validar lo que sentimos Permitirnos sentir no significa justificar todo, pero sí reconocer que lo que sentimos tiene sentido desde nuestra historia, nuestras heridas, nuestras necesidades. “Es normal que me sienta así. Lo que me pasó fue doloroso, y mi emoción está tratando de cuidarme.” 3. Buscar formas de expresión seguras A veces no se trata de hablar, sino de encontrar otras formas de canalizar lo que llevamos dentro: Escribir un diario emocional. Dibujar lo que sentimos, aunque no tenga forma definida. Movernos: bailar, caminar, respirar profundo. Llorar en silencio o en compañía. Usar objetos que nos den contención (una manta, un peluche, una vela, un cuaderno especial). 4. Tener una actitud compasiva No todo se va a entender de inmediato. No todo se va a resolver hoy.Pero podemos empezar a hablarnos bonito, a no juzgarnos tan fuerte, a tratarnos como trataríamos a alguien que amamos profundamente. “Estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo. No tengo que tener todas las respuestas hoy.”   Ejemplos reales y cotidianos María sonríe todo el día en el trabajo. Pero al llegar a casa, colapsa emocionalmente sin saber por qué. Lleva semanas ignorando su tristeza. Su cuerpo ya no puede más. Luis evita hablar con su pareja porque teme al conflicto. Pero la tensión se acumula, y un día explota por algo mínimo. No era el problema, solo la gota. Sofía llora viendo una película. Se siente tonta por hacerlo. Pero en realidad, lo que llora es su propia historia que nunca tuvo espacio para ser sentida. Andrés tiene un dolor de cabeza constante. Ha hecho estudios, no hay causa médica. Pero su terapeuta le pregunta: “¿qué estás conteniendo?”… y entonces, empieza a recordar Reprimir no es sanar. Contener no es sostener. Sanar no es dejar de sentir.Sanar es darnos el permiso de sentir con seguridad.Es acompañarnos en lo que aparece sin tener que taparlo.Es entender que lo que no se escucha… busca otras formas de hablar. A veces en la piel. A veces en el cuerpo. A veces en los sueños o en las relaciones. Frases para recordarte si te cuesta escucharte: 🌱 «No tengo que tener todo claro para sentir lo que siento.»🌱 «Hoy me permito reconocer lo que me habita.»🌱 «Mis emociones no son un problema. Son señales de vida.»🌱 «Puedo ser suave conmigo, incluso cuando no entiendo todo.»🌱 «Estoy aprendiendo a no huir de mí.»

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Cultura organizacional inclusiva y Trastorno del Espectro Autista

“Que nadie quede fuera: construyamos juntos un espacio laboral que abrace la neurodiversidad” Cultura organizacional inclusiva y Trastorno del Espectro Autista Al inicio de mi carrera como psicóloga trabajé en procesos de inclusión laboral para personas con discapacidad. Esa experiencia despertó un profundo compromiso que conservo hasta hoy: facilitar apoyos reales para que empresas y personas puedan construir entornos laborales verdaderamente inclusivos.(Evelyn) “No quiero que me den un trato especial, solo que se den cuenta de que mi forma de hacer las cosas no es un error, es simplemente diferente.” — Luis, adulto diagnosticado con TEA a los 29 años Beneficios de incluir personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) en el lugar de trabajo. Alta capacidad de concentración y atención al detalle Pensamiento lógico, metódico y estructurado Compromiso y constancia en tareas repetitivas Honestidad e integridad laboral Aporte de soluciones creativas desde una perspectiva distinta Mejora del clima laboral al fomentar la empatía, la paciencia y el respeto mutuo.  Las empresas que han incorporado prácticas inclusivas reportan mejoras en la productividad, la innovación y la cohesión de los equipos. Los colaboradores neurotípicos también se benefician de procesos más claros, canales de comunicación efectivos y un entorno más comprensivo y humano. Beneficios de incluir personas con TEA en el lugar de trabajo Independientemente del puesto o del nivel de autismo, existen estrategias generales de adaptación que han demostrado facilitar la integración y el desempeño laboral de personas con TEA. Muchas de estas “ajustes razonables” benefician no solo al empleado autista sino a la plantilla en general (principio de diseño universal). A continuación, se destacan recomendaciones clínicas y laborales respaldadas por expertos: Proceso de selección inclusivo: Adaptar las entrevistas y evaluaciones para que midan el talento real y no eliminen candidatos por sus dificultades sociales. Por ejemplo, extender el tiempo de entrevista y proporcionar las preguntas por adelantado, para reducir la ansiedad y permitir respuestas más precisas. También se puede ofrecer la opción de responder por escrito o mediante demostraciones prácticas en lugar de preguntas orales.  Grandes empresas como Google han implementado estas medidas en su programa de contratación de personas con autismo (entrevistadores entrenados en TEA, entrevistas más estructuradas y predecibles). Asimismo, informar claramente al candidato de cada paso del proceso de selección y qué se espera de él, evitando sorpresas, ayuda a que muestre su potencial real. Claridad en las tareas y comunicación: Una vez contratado, el empleador debe proveer instrucciones claras, concretas y sin ambigüedades. Conviene asignar objetivos bien definidos y fechas límite explícitas, evitando la comunicación implícita o “entre líneas” . Muchos empleados con TEA rinden mejor con rutinas predecibles; por ello, estructurar el día a día (por ejemplo, horarios fijos, checklist de tareas) les proporciona seguridad. Si es posible, entregar las instrucciones también por escrito o con apoyos visuales (diagramas, ejemplos) complementa la comunicación verbal y reduce malentendidos. La retroalimentación directa y honesta por parte de los supervisores es crucial: elogiar sus contribuciones específicas y señalar áreas de mejora de forma específica (evitando críticas vagas) les ayuda a ajustarse a las expectativas. Adecuaciones sensoriales y ambientales: Muchas personas con TEA son hipersensibles a estímulos como el ruido, la iluminación o la multitud. Pequeños cambios en el entorno pueden marcar gran diferencia. Por ejemplo, proporcionar un espacio de trabajo tranquilo o permitir el uso de auriculares con cancelación de ruido puede mejorar enormemente su concentración. Evitar luces fluorescentes parpadeantes (o reemplazarlas por luz natural o LED estable) reduce la sobrecarga sensorial. Si la oficina es de planta abierta ruidosa, se puede habilitar un cubículo o rincón menos concurrido para el empleado con TEA, o brindarle la opción de hacer teletrabajo ciertos días si eso aumenta su comodidad. También es útil establecer “espacios de calma” o permitir pequeños recesos donde la persona pueda retirarse momentáneamente si siente ansiedad sensorial, retomando luego su actividad con más tranquilidad. Apoyos sociales y culturales en la empresa: Fomentar una cultura organizacional neuro-inclusiva. Esto implica formar a los compañeros de trabajo y mandos medios sobre el autismo, derribando estereotipos y promoviendo la empatía. Por ejemplo, realizar talleres breves de sensibilización para el personal sobre las características del TEA (explicar por qué su colega tal vez no socializa en las pausas o tiene hábitos particulares) puede crear un ambiente de respeto y aceptación. Varios programas exitosos asignan un mentor o “buddy” al empleado con TEA: un compañero dispuesto a orientarlo en las normas no escritas de la oficina, responder preguntas cotidianas y ofrecer apoyo informal en la integración social. Desde la gestión, es recomendable que los supervisores actúen en parte como coaches: que brinden guía adicional al empleado con TEA, monitoreen su carga de trabajo para evitar sobreestrés, y estén disponibles para resolver dudas de forma paciente. Estas “prácticas de apoyo natural” suelen ser más sostenibles que depender indefinidamente de un especialista externo, y benefician a todo el equipo al cultivar liderazgo inclusivo Ajustes en las políticas y horarios: Ser flexible en ciertas normas puede constituir un ajuste razonable sin costo significativo. Por ejemplo, permitir un horario ligeramente adaptado (entradas o salidas escalonadas) si la persona tiene dificultades con el transporte en horas pico o necesita una rutina específica. Igualmente, tolerar que el empleado use estrategias autocalmantes discretas (como tener un objeto anti-estrés en el escritorio, hacer stimming leve) siempre que no afecte el rendimiento, en vez de prohibirlas, ayudará a que maneje su ansiedad. También, definir claramente las expectativas de vestimenta, breaks, etc., para que no tenga que adivinar reglas informales. Si existen políticas de rotación de puesto o tareas, planificar con anticipación cómo afectarán al empleado con TEA y comunicarlo con suficiente antelación, preparando una transición estructurada. Tecnología asistiva y herramientas organizativas: Aprovechar dispositivos y software para apoyar al trabajador. Aplicaciones de gestión de tiempo y tareas (calendarios electrónicos con alarmas, listas digitales), recordatorios visuales y temporizadores pueden ayudar con las funciones ejecutivas (organización, iniciación de tareas). Algunas personas con TEA usan aplicaciones específicas para practicar habilidades sociales o recordar protocolos laborales. Incluir estos apoyos tecnológicos personalizados puede aumentar su autonomía en

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Más allá del trauma: ¿Cómo diferenciamos el Trastorno de Estrés Postraumático del trauma complejo?

No todo trauma es igual: diferencias esenciales entre TEPT y trauma complejo. No todo trauma es igual. Mientras que el TEPT surge de eventos traumáticos puntuales, el trauma complejo deja huellas más profundas en la identidad, las emociones y las relaciones. Conocer sus diferencias es clave para un tratamiento efectivo. Descubre en este artículo cómo abordarlos desde la evidencia clínica y la adaptación terapéutica. Trastorno de Estrés Postraumático Trauma Complejo Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) El Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) se clasifica dentro de los trastornos relacionados con traumas y factores de estrés en el DSM-5. Se desarrolla después de la exposición a un evento traumático que implica una amenaza real o percibida de muerte, lesiones graves o violencia sexual, ya sea directamente experimentado, presenciado o sufrido por un ser querido. Trauma Complejo Aunque el DSM-5 no reconoce formalmente el trauma complejo como un diagnóstico independiente, sí reconoce que algunos pacientes con TEPT presentan síntomas adicionales que afectan la identidad, las relaciones y la regulación emocional. El CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS) introduce el diagnóstico de Trastorno de Estrés Postraumático Complejo (TEPT-C), diferenciándolo del TEPT estándar.   El trauma puede manifestarse de diversas maneras y afectar a las personas de formas únicas. No todo trauma es igual, y comprender sus diferencias es clave para brindar un tratamiento adecuado y efectivo. El Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) y el trauma complejo, aunque comparten ciertas similitudes, tienen orígenes, síntomas y abordajes terapéuticos distintos. El TEPT surge tras un evento traumático puntual y se caracteriza por reexperimentación, evitación e hiperactivación. En cambio, el trauma complejo se origina en experiencias prolongadas de abuso o negligencia, afectando la identidad, las relaciones y la regulación emocional. El Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) es un diagnóstico que surge tras la exposición a un evento traumático extremo, como accidentes, violencia o desastres naturales. Se caracteriza por síntomas como reviviscencias, evitación, alteraciones en la cognición y el estado de ánimo, y una activación fisiológica elevada. Por otro lado, el trauma complejo se refiere a experiencias traumáticas prolongadas y repetidas, generalmente en el contexto de relaciones interpersonales abusivas (maltrato infantil, violencia doméstica, explotación, etc.). A diferencia del TEPT, el trauma complejo afecta la identidad, la regulación emocional, las relaciones interpersonales y la percepción del mundo. Diferencias clave entre TEPT y trauma complejo Origen y Duración: El TEPT suele desarrollarse a partir de un solo evento traumático, mientras que el trauma complejo surge de experiencias prolongadas de abuso o negligencia. Síntomas: Mientras que el TEPT se enfoca en la reexperimentación y la hiperactivación, el trauma complejo involucra dificultades en la regulación emocional, disociación, autoimagen negativa y problemas interpersonales. Impacto en la Personalidad: El trauma complejo puede generar alteraciones profundas en la identidad y la manera en que la persona percibe el mundo y las relaciones. Dificultades en el Tratamiento: El abordaje del trauma complejo es más extenso, ya que se necesita trabajar no solo con los síntomas del trauma, sino con patrones de apego disfuncionales, creencias nucleares dañadas y desregulación emocional crónica.   Diferencias en su abordaje El tratamiento del TEPT generalmente incluye técnicas de procesamiento del trauma, como la exposición prolongada o la desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR), con el objetivo de reducir los síntomas de reexperimentación y evitar la evitación del trauma. En el caso del trauma complejo, los protocolos de tratamiento deben adaptarse a las necesidades individuales del paciente, utilizando un juicio clínico basado en la evolución del proceso terapéutico. En muchas ocasiones, se requiere modificar o aplicar protocolos especializados en diferentes fases, asegurando que el paciente esté preparado para afrontar cada etapa sin riesgo de retraumatización. El trauma complejo requiere un enfoque más amplio y progresivo: Primera Fase Desarrollo de habilidades de regulación emocional y estabilización. Segunda Fase Procesamiento del trauma mediante enfoques como EMDR, Brainspotting o Terapia Cognitivo-Conductual centrada en el trauma. Esta fase puede variar, de acuerdo con el modelo terapéutico, por ejemplo en EMDR, la fase 2 implica la regulación emocional en caso de ser necesario. Tercera Fase Integración y reconstrucción de la identidad y las relaciones interpersonales. Desafíos para los terapeutas y la importancia de contar con diversas herramientas El tratamiento del trauma complejo presenta múltiples desafíos para los terapeutas. Algunos de los principales incluyen: Dificultades en la alianza terapéutica: Los pacientes con trauma complejo pueden presentar desconfianza extrema debido a experiencias previas de abuso y traición. Desregulación emocional severa: Es común encontrar una elevada reactividad emocional, lo que puede dificultar el progreso terapéutico si no se han trabajado estrategias de regulación previamente. Tendencias a la disociación: La presencia de estados disociativos puede interferir en el procesamiento del trauma, haciendo necesario ajustar las intervenciones para estabilizar al paciente antes de trabajar con recuerdos traumáticos. Impacto en el terapeuta: La exposición prolongada a historias de trauma puede generar fatiga por compasión o desgaste emocional, por lo que el autocuidado del terapeuta es esencial. Para abordar estos desafíos, es crucial que el terapeuta cuente con un amplio repertorio de herramientas terapéuticas y la flexibilidad para adaptar las intervenciones según el paciente. La combinación de enfoques como EMDR, Brainspotting, TDC, ACT y modelos específicos de procesamiento emocional permite un tratamiento más efectivo y ajustado a las necesidades individuales. El reto del trauma complejo y la importancia de un psicólogo clínico altamente formado en trauma El tratamiento del trauma complejo es desafiante debido a la profundidad del daño emocional y la alteración en la identidad. La intervención debe ser realizada por profesionales con formación especializada en trauma, pues requiere un abordaje multifacético y adaptado a las necesidades individuales. Contar con un terapeuta experto en trauma facilita la estabilidad emocional, la confianza en la terapia y el acceso a herramientas eficaces para el procesamiento del trauma. Recomendaciones para pacientes y personas en búsqueda de apoyo Busca un terapeuta especializado en trauma: No todos los profesionales están capacitados en trauma complejo, por lo que es clave encontrar a alguien con formación en enfoques como TCC, EMDR, TDC o Brainspotting. No te compares

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La culpa y su papel en el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC)

La Culpa y su papel en el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) La culpa es una de las emociones que más peso tienen en la vida de las personas con Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC). Puede convertirse en un motor que alimenta pensamientos intrusivos, llevándolas a realizar compulsiones para aliviar su angustia. Comprendiendo la culpa ¿Qué es la culpa? La culpa es una emoción compleja que surge cuando una persona percibe que ha hecho algo moralmente incorrecto o ha fallado en cumplir con ciertos estándares internos o sociales. Se diferencia de la vergüenza en que la culpa está más relacionada con acciones específicas, mientras que la vergüenza afecta la identidad de la persona. En el contexto del TOC, la culpa se intensifica debido a creencias disfuncionales y a una percepción exagerada de responsabilidad. Comprendiendo la culpa ¿Qué es la culpa? La culpa es una emoción compleja que surge cuando una persona percibe que ha hecho algo moralmente incorrecto o ha fallado en cumplir con ciertos estándares internos o sociales. Se diferencia de la vergüenza en que la culpa está más relacionada con acciones específicas, mientras que la vergüenza afecta la identidad de la persona. En el contexto del TOC, la culpa se intensifica debido a creencias disfuncionales y a una percepción exagerada de responsabilidad. Comprendiendo la culpa ¿Qué es la culpa? El peso de la culpa en las personas con TOC Las personas con TOC experimentan culpa de manera desproporcionada, ya que su mente suele interpretar pensamientos intrusivos como si fueran indicativos de su moralidad o intención real. Esto genera angustia y la necesidad de realizar compulsiones para aliviar la culpa. En muchos casos, la culpa se convierte en el motor principal de las obsesiones y compulsiones, haciendo que el ciclo del TOC sea más difícil de romper.Cómo se manifiesta la culpa en el TOC? La culpa en el TOC puede manifestarse de varias formas, dependiendo del subtipo de TOC que se presente. Algunas de las más comunes incluyen: TOC Religioso o Escrupulosidad: La persona siente culpa extrema por pensamientos que considera blasfemos o inmorales. TOC de Contaminación Moral: Surge el miedo de haber causado daño ético o moral a otros, incluso sin evidencia real de ello. TOC de Responsabilidad Excesiva: Sensación de ser responsable de cualquier daño que pueda ocurrir, lo que lleva a compulsiones como la verificación repetitiva. TOC Relacional: Culpa intensa por pensamientos intrusivos sobre la pareja o relaciones personales. ¿Cómo podemos identificar la culpa en el TOC?          Para identificar la culpa en el TOC, es importante prestar atención a ciertos patrones de pensamiento y comportamiento, como: Pensamientos recurrentes de haber cometido un error imperdonable. Necesidad constante de pedir disculpas o buscar confirmación en los demás. Angustia extrema ante pensamientos intrusivos que desafían las creencias morales de la persona. Realización de rituales para aliviar la sensación de culpa. Abordaje terapéutico de la culpa en el TOC El tratamiento de la culpa en el TOC se basa en enfoques terapéuticos específicos que ayudan a desafiar y modificar la relación disfuncional con esta emoción. Algunas estrategias efectivas incluyen: Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Identificación y reestructuración de creencias irracionales sobre la culpa y la responsabilidad. Exposición con Prevención de Respuesta (EPR): Exposición gradual a los pensamientos o situaciones temidas sin realizar compulsiones. Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT): Aprender a aceptar la culpa como una emoción natural sin intentar evitarla. EMDR y Brainspotting: Enfoques que ayudan a reprocesar experiencias traumáticas que refuerzan la culpa disfuncional.   Recomendaciones Para quienes experimentan culpa como parte de su TOC, aquí algunas estrategias prácticas para manejarla: Reconoce la culpa sin juzgarla: Permítete sentirla sin etiquetarla como «buena» o «mala». Desafía pensamientos irracionales: Pregúntate si realmente eres responsable de lo que temes o si tu mente está exagerando la situación. Evita buscar constante confirmación: Pedir validación repetidamente refuerza el ciclo del TOC. Practica la autocompasión: Trátate con la misma amabilidad que ofrecerías a un amigo en una situación similar. Busca ayuda profesional: Un terapeuta puede ayudarte a gestionar la culpa de manera efectiva. La Técnica CxC Transforma tu relación con la culpa con curiosidad y compasión Cuando te descubras atrapado en la culpa o la autocrítica, intenta este cambio de enfoque: Cambia la Crítica por Curiosidad (CxC). La próxima vez que sientas una emoción difícil, en lugar de juzgarte, usa frases como: «Interesante. Aún me molesta cuando…» «Interesante. Me siento ansioso cuando…» «Interesante. Tengo miedo de…» Esto te permitirá explorar tus emociones en lugar de rechazarlas. En vez de castigarte por sentir, estarás escuchando lo que esas emociones intentan decirte. Si empiezas a ver tus emociones como mensajeras, en lugar de amenazas, descubrirás que tienen información valiosa para ti. No necesitas reprimirlas ni castigarte por sentirlas. Solo necesitas escucharlas con amabilidad. Cada vez que te descubras juzgándote por sentir algo, haz una pausa y di: «Interesante, aún me afecta esto». Notarás cómo cambia la forma en que experimentas tus emociones. No está mal sentirte mal. Lo que está mal es creer que está mal sentirte mal. ¿Te animas a intentarlo? Cuéntanos en los comentarios cómo cambia tu relación con tus emociones cuando dejas de criticarlas y comienzas a explorarlas con curiosidad.

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Miedo a la muerte: cuando el pensamiento intrusivo domina la mente

Cuándo es miedo y cuándo es TOC de miedo a la muerte Miedo a la muerte: cuando el pensamiento intrusivo domina la mente. El miedo a la muerte suele relacionarse con el miedo a no ser importante, a no dejar huella, a que la vida no tenga un impacto.  El miedo a la muerte es una de las preocupaciones más universales del ser humano. Para algunas personas, este temor puede volverse abrumador, manifestándose en pensamientos intrusivos, sensaciones físicas intensas y una ansiedad constante que interfiere con su vida diaria. En este artículo exploraremos sus causas, cómo diferenciarlo de otras condiciones y las mejores estrategias para afrontarlo desde una perspectiva terapéutica.  ¿Qué es el miedo a la muerte? El miedo a la muerte, también conocido como tanatofobia, es una ansiedad intensa y persistente relacionada con la idea de la propia muerte o la de seres queridos. Es una preocupación común en los seres humanos, pero en algunos casos puede convertirse en un pensamiento intrusivo que interfiere con la vida diaria. Este miedo puede estar presente en diferentes momentos de la vida y suele estar vinculado con la incertidumbre, la pérdida de control y la falta de sentido existencial. ¿Cuáles son las causas del miedo a la muerte? Es importante diferenciar el miedo a la muerte de otras condiciones médicas y psicológicas. Algunas personas pueden confundir sus síntomas con trastornos de ansiedad, ataques de pánico o incluso problemas cardíacos. Por ello, una valoración médica es fundamental para descartar afecciones físicas antes de asumir que el origen es psicológico. Asimismo, el acompañamiento psicológico permite identificar si el miedo a la muerte está asociado a un trastorno de ansiedad, un TOC o una crisis existencial.Las causas pueden ser diversas y están influenciadas por factores psicológicos, biológicos y sociales. Algunas de las razones más comunes incluyen: Experiencias traumáticas previas, como la pérdida de un ser querido o enfermedades graves. Pensamiento catastrofista, donde la mente imagina constantemente escenarios de muerte. Influencias culturales y religiosas, que pueden generar temor o culpa en relación con el más allá. Ansiedad generalizada, que incrementa la preocupación por la muerte. Hipocondría o ansiedad por la salud, donde cualquier síntoma es interpretado como un signo de enfermedad mortal.   TOC de miedo a la muerte: cuando la obsesión toma el control Algunas personas experimentan sensaciones físicas intensas, como opresión en el pecho, taquicardia o dificultad para respirar, que pueden ser interpretadas como señales de que van a morir en ese momento. Estos síntomas pueden intensificar los pensamientos intrusivos y reforzar la sensación de peligro inminente, aumentando la ansiedad y la necesidad de realizar compulsiones para intentar controlarlo. A continuación, algunas frases típicas que las personas con este miedo pueden decir o pensar: «Siento que en cualquier momento voy a dejar de respirar.» «Mi corazón está latiendo muy rápido, seguro es un infarto.» «¿Y si me desmayo y no despierto?» «Creo que tengo una enfermedad mortal y aún no lo sé.» «Si sigo sintiéndome así, algo malo me va a pasar.» «No puedo dejar de pensar en lo que pasará cuando muera.» «Cada vez que tengo esta sensación, siento que el final está cerca.» El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) de miedo a la muerte es una condición en la que los pensamientos sobre la muerte se vuelven obsesivos e incontrolables. Este miedo puede ser impulsado por emociones como la ansiedad, la culpa o la vergüenza, que refuerzan los pensamientos intrusivos y llevan a la persona a desarrollar compulsiones para intentar controlarlos. Algunas personas experimentan sensaciones físicas intensas, como opresión en el pecho, taquicardia o dificultad para respirar, que pueden ser interpretadas como señales de que van a morir en ese momento. Estos síntomas pueden intensificar los pensamientos intrusivos y reforzar la sensación de peligro inminente, aumentando la ansiedad y la necesidad de realizar compulsiones para intentar controlarlo. El Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) de miedo a la muerte es una condición en la que los pensamientos sobre la muerte se vuelven obsesivos e incontrolables. Este miedo puede ser impulsado por emociones como la ansiedad, la culpa o la vergüenza, que refuerzan los pensamientos intrusivos y llevan a la persona a desarrollar compulsiones para intentar controlarlos. Las personas con este tipo de TOC pueden: Tener pensamientos recurrentes e intrusivos sobre su propia muerte o la de seres queridos. Realizar compulsiones para intentar neutralizar esos pensamientos (repetir frases, buscar información sobre longevidad, evitar conversaciones sobre la muerte, etc.). Experimentar ansiedad intensa y evitación de cualquier situación que les recuerde la mortalidad. El tratamiento de emociones como el pánico, la ansiedad, la rabia, la culpa y la vergüenza puede ayudar a comprender cómo estas emociones intensifican la sensación de peligro asociada a la muerte y cómo el miedo puede convertirse en un patrón repetitivo difícil de romper.     El papel de la evitación y el control en el mantenimiento del miedo La evitación es una estrategia común en las personas que temen a la muerte. Se evita hablar del tema, leer noticias relacionadas con enfermedades o accidentes, e incluso pensar en la propia finitud. Sin embargo, esta estrategia refuerza el miedo a largo plazo, ya que impide la habituación a la idea de la mortalidad. Por otro lado, el intento de control es otro factor clave. Algunas personas desarrollan rituales o comportamientos compulsivos para sentirse seguras (revisar constantemente su salud, realizar chequeos médicos innecesarios, entre otros). Sin embargo, esto solo alimenta la ansiedad y refuerza el ciclo del miedo. La sensación de pérdida de control sobre la vida y la incertidumbre del futuro pueden estar vinculadas con emociones de pánico y ansiedad, que retroalimentan la obsesión por la muerte.     El miedo a la muerte puede estar arraigado en factores psicológicos profundos, como: Causas profundas y factores psicológicos involucrados La culpa y la vergüenza también pueden desempeñar un papel importante en el miedo a la muerte. La culpa por no haber aprovechado el tiempo suficiente o la vergüenza de no haber alcanzado ciertos logros pueden hacer que la idea de la muerte se convierta en un

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