Nombre del autor:psicolevelynzunig

Sin categoría

Abordaje psicológico ante experiencias traumáticas

¿Cómo es mi abordaje en trauma psicológico? 1. Fundamento teórico-clínico del abordaje Cuando trabajamos juntas/os en tu proceso terapéutico, lo hacemos con base en modelos que han demostrado ser efectivos para sanar experiencias difíciles. Mi enfoque integra distintas herramientas clínicas y una comprensión profunda del trauma desde el cuerpo, la mente, las emociones y las relaciones. Utilizo técnicas como EMDR (Shapiro, 2018), Brainspotting, el trabajo con partes internas (Schwartz, 2001), la terapia somática (Ogden, Minton & Pain, 2006) y modelos de regulación emocional como la teoría polivagal (Porges, 2011) y la ventana de tolerancia (Siegel, 2020). Esto me permite acompañarte con respeto y claridad, sin forzar, pero sí con dirección. 2. Pilares de mi modelo de intervención Pilar 1: Seguridad y estabilización Antes de tocar cualquier herida profunda, necesitamos que sientas seguridad. Aquí vamos a trabajar en que tu cuerpo y tu mente puedan calmarse. Te enseño a reconocer cuándo estás dentro o fuera de tu “ventana de tolerancia” (Siegel, 2020), y usamos ejercicios de respiración, grounding y conexión con tu cuerpo para volver a un lugar seguro. También hablaremos sobre qué es el trauma, por qué no es tu culpa, y cómo protegerte sin desconectarte (van der Kolk, 2015). Pilar 2: Reconocimiento de partes internas A veces, una parte de ti quiere sanar, pero otra tiene miedo o se protege. Eso es completamente normal. En esta etapa vamos a reconocer esas distintas voces o emociones dentro tuyo: las que critican, las que se esconden, las que protegen. Les vamos a poner nombre, entender qué buscan y cómo ayudarte a que no estén en guerra entre sí (Schwartz, 2001; Fisher, 2017). Esto lo hacemos con mucha compasión. Pilar 3: Reprocesamiento de memorias traumáticas Cuando ya tenés más estabilidad y recursos internos, empezamos a acercarnos con cuidado a esas memorias difíciles. No lo hacemos desde el dolor puro, sino desde un lugar más seguro, con herramientas como EMDR (Shapiro, 2018) o Brainspotting. El objetivo no es revivir el pasado, sino liberar lo que quedó atrapado y poder ver esa historia con nuevos ojos. Pilar 4: Integración y resignificación Finalmente, vamos a trabajar en cómo hacer que todo lo que sanaste y aprendiste tenga sentido en tu vida hoy. Vas a poder mirar tu historia con más ternura y fuerza, conectar con tus valores y tomar decisiones desde lo que te importa (ACT; Siegel, 2020). No se trata solo de dejar atrás el dolor, sino de construir una versión más libre y conectada de vos misma/o. 3. Indicadores de avance clínico Te das cuenta de que ya no evitás ciertas emociones o recuerdos. Empezás a reconocer lo que sentís sin juzgarte. Sentís más calma y conexión con tu cuerpo. Aprendés a hablarte con más cariño. Te relacionás de manera más segura con otras personas. 4. Valores que guían mi trabajo Tu proceso es tuyo, nunca lo voy a forzar. Vamos a tu ritmo, con seguridad y respeto. Validar lo que sentís es parte fundamental de la sanación. Me comprometo contigo desde la escucha y la transparencia. Tu cuerpo tiene voz en este espacio, no solo tus palabras. 5. Diferenciadores del enfoque Combinamos herramientas científicas con una presencia humana y cercana. No solo vemos los síntomas, sino cómo se tejió tu historia. El vínculo terapéutico es un lugar de seguridad, no de juicio. Creo materiales terapéuticos adaptados a lo que vos necesitás. Acompaño procesos de personas diversas, sensibles y con historias complejas, con todo el cuidado que merecen. 6. Referencias bibliográficas van der Kolk, B. (2015). The body keeps the score: Brain, mind, and body in the healing of trauma. Penguin Books. Fisher, J. (2017). Healing the fragmented selves of trauma survivors: Overcoming internal self-alienation. Routledge. Lanius, R., Paulsen, S., & Corrigan, F. (2014). Neurobiology and treatment of traumatic dissociation: Toward an embodied self. Springer. Ogden, P., Minton, K., & Pain, C. (2006). Trauma and the body: A sensorimotor approach to psychotherapy. Norton. Porges, S. W. (2011). The polyvagal theory: Neurophysiological foundations of emotions, attachment, communication, and self-regulation. Norton. Siegel, D. J. (2020). The developing mind: How relationships and the brain interact to shape who we are (3rd ed.). Guilford Press. Shapiro, F. (2018). Eye movement desensitization and reprocessing (EMDR) therapy: Basic principles, protocols, and procedures (3rd ed.). Guilford Press. Schwartz, R. C. (2001). Introduction to the Internal Family Systems Model. Trailheads Publications.   Este enfoque es mi forma de cuidar tu historia. Mi compromiso es acompañarte sin prisa, con herramientas claras y con todo el respeto que merece lo que has vivido. Creo profundamente en tu capacidad de sanar, en tu sabiduría interna, y en que no estás sola/o para hacerlo.

Sin categoría

¿Por qué me cuesta recibir amor si lo anhelo tanto?

Miedo a Amar: ¿Por Qué Me Cuesta Recibir Amor? Vínculos traumáticos, memoria emocional y el miedo a la conexión «Quiero que me amen, pero cuando alguien se acerca, me cierro.»«Me da miedo sentir ternura. Me paraliza.»«Me abruman los gestos de cariño. No sé qué hacer con ellos.» Estas frases, que escucho frecuentemente en consulta, revelan una paradoja dolorosa: el anhelo profundo de amor y, al mismo tiempo, el rechazo involuntario cuando este se presenta. Lo que podría parecer contradicción es, en realidad, una marca de trauma. En especial, de trauma relacional temprano, cuando los vínculos que debían brindar cuidado y seguridad fueron inseguros, ausentes o incluso peligrosos. El amor como amenaza: una huella somática Cuando en la infancia el afecto fue errático, doloroso o condicionado, el cuerpo aprende a protegerse. Como señala Pat Ogden (2006), el sistema nervioso puede codificar las señales de cercanía emocional como peligro, activando estrategias automáticas de defensa: tensión corporal, disociación, congelamiento, evitación. “La memoria del trauma está escrita en el cuerpo más que en las palabras.”(Pat Ogden, 2006) Así, recibir afecto en la adultez —aunque deseado— se experimenta con alerta, incomodidad o incluso con angustia. La experiencia amorosa se vuelve ambivalente: un deseo que hiere. Memoria emocional y vínculos traumáticos La memoria emocional no responde a la lógica. Está tejida de sensaciones, percepciones y respuestas corporales. Cuando alguien nos mira con ternura y sentimos rechazo o vacío, probablemente estamos contactando una huella relacional dolorosa. Judith Herman (1992) explica que el trauma interpersonal temprano —como negligencia, abandono emocional o violencia afectiva— deja una marca en la capacidad de confiar, sentirse digno de amor y sostener relaciones íntimas. El cuerpo se convierte en un archivo del pasado: incluso en contextos seguros, puede responder como si estuviera en peligro. “El trauma rompe los vínculos. La recuperación los reconstruye.”(Judith Herman, 1992) El dilema interno: partes que desean y partes que temen Desde el enfoque de Janina Fisher (2017) y Bethany Brand (2022), esta tensión se comprende como un conflicto entre partes internas. Una parte de la persona desea profundamente conectar. Otra, activada por la memoria del daño, teme ser herida de nuevo y activa mecanismos de protección. Esto no es incoherencia, sino un sistema interno fragmentado por el trauma. “No somos contradictorios, somos muchos intentando sobrevivir con diferentes estrategias.”(Janina Fisher, 2017) Caso clínico: “No sé qué hacer cuando alguien me quiere” N., de 29 años, consultó por ansiedad ante su pareja. «Es bueno conmigo, me cuida… y yo me alejo. Me siento incómoda cuando es cariñoso», decía. En su historia, había una madre emocionalmente ausente y un padre que alternaba afecto con crítica severa. Utilizando las Feel and Soma Cards —material terapéutico que desarrollé para explorar las conexiones entre emoción y cuerpo en personas con trauma relacional—, N. identificó que cuando alguien le demostraba afecto, sentía un «hueco en el pecho», tensión en los hombros y deseos de escapar. Comprendió que eso no era sobre su pareja actual, sino una memoria somática de su infancia. Esta herramienta le permitió distinguir entre pasado y presente, y comenzar a reeducar su sistema emocional. El cuerpo como guardián del trauma Stephen Porges (2011) aporta que, ante la percepción de amenaza relacional, el sistema nervioso activa la rama dorsal del nervio vago, generando estados de colapso, desconexión emocional o congelamiento. Esto explica por qué algunas personas, cuando son tratadas con cariño, se sienten cansadas, vacías o les cuesta responder. No es desinterés: es su sistema protegiéndolas de un peligro percibido. “La conexión emocional solo es posible cuando el cuerpo se siente seguro.”(Stephen Porges, 2011) Abordaje terapéutico: ¿cómo sanar este patrón? 1. Identificar y nombrar la experiencia corporal En sesiones, invito a mis pacientes a registrar qué sucede en su cuerpo cuando alguien les muestra afecto: ¿hay tensión, vacío, huida, desconcierto? Reconocer estas sensaciones como huellas de vínculos pasados, no como defectos personales, es un paso fundamental. Las Feel and Soma Cards han sido claves para poner en palabras y cuerpo lo que muchas veces no se comprende racionalmente. 2. Diferenciar el pasado del presente Desde Peter Levine (2008) aprendemos que el trauma genera una distorsión temporal: el cuerpo cree que lo que fue sigue siendo. Por eso, recibir amor puede detonar respuestas automáticas aprendidas en la infancia. La intervención terapéutica busca ayudar a que la persona experimente el «ahora como diferente del entonces». 3. Trabajar con las partes internas En consulta, escuchamos y validamos a todas las partes: la que desea conexión y la que la teme. Esta integración —lejos de forzar un cambio— permite generar una autoempatía profunda. Se trata de reconstruir desde adentro la seguridad que no se tuvo afuera. 4. Reeducar el sistema nervioso desde la conexión segura Deb Dana (2020) y Luis López (2018) nos muestran que la regulación del sistema nervioso no ocurre solo con palabras, sino con experiencias repetidas de vínculo seguro. En la relación terapéutica, miradas sin juicio, presencia constante, y afecto respetuoso permiten al cuerpo construir nuevos mapas de seguridad. 5. Reescribir la memoria emocional con nuevos vínculos Recibir amor sin exigencias, ser visto sin tener que protegerse, comenzar a confiar en vínculos consistentes, permite reescribir la experiencia emocional del afecto. Terapéuticamente, esto se construye con tiempo, respeto, y contacto emocional profundo. Si te cuesta recibir amor, no estás roto. Estás adaptado a sobrevivir. Lo que fue defensa se convirtió en distancia emocional, pero no es irreversible. Tu cuerpo puede aprender a recibir afecto sin miedo. Y tu historia puede tener otros finales. “Lo que duele no es solo la ausencia de amor, sino haber tenido que construir una vida sin haber aprendido a recibirlo.”— Evelyn Zúñiga Referencias Baita, S. (2020). Abuso sexual infantil. Guía para comprender y acompañar. Fundación Aralma. Brand, B., Schielke, H., & Lanius, R. (2022). Finding Solid Ground: Overcoming Obstacles in Trauma Treatment. Oxford University Press. Dana, D. (2020). Ejercicios polivagales para seguridad y conexión. Norton. Fisher, J. (2017). Healing the Fragmented Selves of Trauma Survivors. Routledge. Herman, J. (1992). Trauma and Recovery. Basic Books. Levine, P. A. (2008). Curar

Sin categoría

¿Y si mi trauma fue crecer sin apoyo emocional? Trauma complejo e invisibilizado

¿Y si mi trauma fue crecer sin apoyo emocional? Trauma complejo e invisibilizado Cuando hablamos de trauma, muchas personas imaginan eventos extremos: violencia, abuso, catástrofes. Pero ¿qué pasa cuando el trauma no dejó huellas visibles? ¿Y si el trauma fue crecer sin consuelo, sin mirada, sin un adulto que pudiera sostener nuestras emociones? Este es el trauma de la negligencia emocional temprana, una forma profunda de sufrimiento que, aunque no deja marcas físicas, afecta profundamente el cuerpo, la identidad y la forma en que nos vinculamos en la adultez. Es el trauma de lo que no pasó, de lo que debimos haber recibido pero nunca llegó. ¿Qué es el trauma complejo? El trauma complejo es un patrón de sufrimiento emocional originado en experiencias relacionales sostenidas (frecuentemente desde la infancia) que implican falta de protección, de validación o de sintonización emocional (Baita, 2020). A diferencia del trauma simple (un evento puntual y abrumador), el trauma complejo se forma gota a gota, cuando la necesidad de afecto, consuelo, límites seguros y mirada empática no es respondida. “El trauma complejo no siempre se ve. Pero sí se siente, se arrastra, se filtra en las relaciones, en la forma de hablarse a uno mismo, en los silencios del cuerpo”(Evelyn Zúñiga, experiencia clínica) ¿Por qué este trauma se invisibiliza? Porque muchas veces no hay un “evento traumático” evidente. La persona creció en un hogar aparentemente funcional: sin abusos físicos ni abandono, pero también sin afecto, validación ni sostén emocional. Esto puede generar frases como: “Mis papás me dieron todo… pero igual me siento vacío(a)” “No puedo quejarme, hubo gente que la pasó peor” “No sé por qué no puedo conectar con nadie” Pero como explica Sandra Baita (2020), el sufrimiento humano no se mide por lo visible del evento, sino por el impacto subjetivo y relacional que tiene en la vida. El cuerpo también recuerda El trauma no se guarda sólo en la memoria verbal, sino también en el cuerpo. Cuando no hubo validación emocional, el cuerpo desarrolló estrategias para sobrevivir: Tensión muscular crónica (especialmente en mandíbula, cuello, espalda) Problemas digestivos o sueño irregular Episodios de disociación o desconexión emocional (“me desconecto sin razón”) Hipervigilancia afectiva: dificultad para relajarse ante la cercanía de otros Sensación difusa de que “algo está mal conmigo” “El cuerpo habla el lenguaje del trauma, incluso cuando la mente aún no puede comprenderlo”(Levine, 2008) Ejemplo clínico: “No sé por qué me incomoda cuando alguien me cuida” M., de 32 años, consultó porque se alejaba de personas que le mostraban afecto. Decía: “Cuando alguien me trata bien, siento incomodidad. Me pongo tensa, dejo de contestar mensajes, invento excusas”. No había abuso físico ni verbal en su infancia, pero sí una carencia constante de apoyo emocional. Sus padres estaban presentes, pero no disponibles: no preguntaban por sus emociones, no la abrazaban, no respondían a su dolor. Al explorar su historia y síntomas somáticos, comprendimos que su sistema nervioso asociaba la cercanía emocional con incomodidad o amenaza, porque nunca había sido una experiencia segura. ¿Cómo se trabaja este trauma en terapia? 1. Poner nombre a lo que dolió en silencio El primer paso es validar la vivencia. Muchos pacientes llegan diciendo: “Yo no viví nada grave”. Pero cuando comienzan a contar su historia, aparece una constante: la ausencia emocional fue dolorosa, aunque invisible para los demás. Nombrar esto como trauma no busca victimizar, sino reconocer lo que no fue nombrado para poder sanarlo. “Validar lo que nadie vio es una forma de devolverle dignidad al sufrimiento”(Baita, 2020) 2. Usar el cuerpo como guía: Feel and Soma Cards En mi práctica clínica, he desarrollado una herramienta propia llamada Feel and Soma Cards, creada para ayudar a las personas a conectar emociones con sensaciones corporales. Es especialmente útil en casos como el de M., donde el lenguaje emocional está bloqueado. Con estas tarjetas, trabajamos en sesión para: Identificar qué siente el cuerpo cuando hay afecto, crítica o tensión Explorar zonas de tensión asociadas a experiencias tempranas Reconocer cómo reacciona el cuerpo al “recibir cuidado” Establecer anclajes somáticos seguros para regularse en el presente En el caso de M., al elegir una tarjeta que relacionaba “presión en el pecho” con “miedo al afecto”, pudo recordar cómo se sentía cuando intentaba buscar consuelo y era ignorada. Esto facilitó un proceso de regulación y validación interna. 3. Trabajar con la parte crítica y con el yo infantil El trauma de la desconexión crea una parte crítica interna muy fuerte: la que dice “no necesitas”, “no molestes”, “tenés que aguantar”. En terapia, trabajamos con visualización somática, ejercicios de Brainspotting y diálogo interno compasivo para: Identificar esa parte que aprendió a no necesitar Escuchar su miedo: ¿qué pasaba si necesitaba y no era atendida? Acercarse al yo infantil con frases como: “No fue tu culpa que no te miraran. Ahora estoy contigo” 4. Crear nuevas experiencias de vínculo seguro La relación terapéutica se convierte en un laboratorio emocional donde el sistema nervioso puede practicar otra forma de vincularse: con afecto, validación y coherencia. Trabajamos con: Mirada segura y contención emocional sin invasión Rituales de regulación (respiración, movimiento, tacto consciente) Pausas para sentir y compartir en el cuerpo lo que no se pudo antes “La recuperación del trauma relacional solo puede darse en un nuevo vínculo seguro”(Ogden, 2006)El trauma de la negligencia emocional es uno de los más comunes y menos comprendidos. No deja marcas físicas, pero deja cuerpos tensos, vínculos evitativos y una profunda sensación de vacío emocional. Reconocerlo es el primer paso para transformarlo. “No hay trauma pequeño si dejó marcas profundas. Y no hay sanación sin darle voz al dolor que no fue escuchado”— Evelyn Zúñiga Referencias Baita, S. (2020). Abuso sexual infantil. Guía para comprender y acompañar. Fundación Aralma. Brand, B., Schielke, H., & Lanius, R. (2022). Finding Solid Ground: Overcoming Obstacles in Trauma Treatment. Oxford University Press. Ogden, P., Minton, K., & Pain, C. (2006). El trauma y el cuerpo: un modelo sensoriomotriz de psicoterapia. Desclée de Brouwer. Dana, D. (2020). Ejercicios polivagales para seguridad y conexión.

Sin categoría

Formas de afrontamiento del abuso sexual infantil y sus manifestaciones en la adultez

Cuando sobrevivir deja huella: abuso sexual infantil y sus efectos en la adultez El abuso sexual infantil no termina cuando cesan los actos. Su verdadera profundidad se manifiesta a lo largo de la vida, especialmente cuando las estrategias que ayudaron a sobrevivir comienzan a cobrar un alto precio en la adultez: relaciones donde se repite la sumisión, culpa por desear afecto, desconexión del cuerpo o miedo a sentir. Este blog busca dar voz a esas estrategias silenciosas de afrontamiento que muchos sobrevivientes desarrollan, no como fallas, sino como formas brillantes de adaptación en entornos donde no hubo protección ni escucha. Para ello, retomaremos los aportes de Sandra Baita, junto con los de autores como Peter Levine, Pat Ogden y Deb Dana, integrando observaciones clínicas desde la experiencia con personas adultas que fueron víctimas de abuso infantil. La estrategia como salvación: sobrevivir en un entorno imposible Cuando el entorno familiar o cercano se convierte en un lugar de amenaza, el niño o niña no tiene opción de escapar físicamente. En su lugar, escapa psíquicamente. Como lo explica Sandra Baita (2020), la mente infantil encuentra maneras de dar sentido a lo insoportable, incluso si eso implica negar lo ocurrido, culparse a sí misma, o vincularse emocionalmente con el agresor Estas estrategias no son conscientes. Son formas profundas, neurobiológicamente codificadas, de preservarse. El problema es que muchas de ellas, en la adultez, siguen activas incluso cuando ya no hay peligro. 1. Identificación con el agresor Una de las respuestas más desconcertantes para quienes no han vivido trauma es la identificación con quien hizo daño. En la infancia, esta estrategia puede ayudar a crear la ilusión de conexión: si me parezco a él, si creo que me quiere, entonces tengo una forma de controlar lo que pasa. “La identificación con el agresor no es un acto de traición del niño, sino una forma de proteger su estructura psíquica cuando la traición vino de donde debía haber cuidado” — Baita (2020). En adultos, esto se observa en: Justificación de conductas violentas de otros (“seguro tuvo una infancia difícil”) Atracción por figuras abusivas o controladoras Repetición de frases internalizadas (“yo lo permití”, “yo también tenía la culpa”) Desde lo clínico, esto requiere intervenciones que no invaliden estas estrategias, sino que reconozcan que fueron intentos de sostener la cordura. Validar esa necesidad es el primer paso para poder desmontarla con seguridad. 2. Búsqueda de sometimiento o repetición vincular Baita habla de la reescenificación traumática: sin saberlo, muchas personas buscan repetir el patrón de abuso en nuevas relaciones. No porque lo deseen, sino porque su sistema nervioso asocia el amor con el control, el afecto con la invasión, la seguridad con la sumisión. Esto puede manifestarse como: Incomodidad ante personas amables o disponibles emocionalmente Necesidad de pedir permiso para existir Atracción hacia relaciones en las que se “gana” afecto cediendo poder “Repetir es una forma de recordar sin palabras, de buscar una salida donde no hubo, de retomar control en escenarios similares” — Baita (2020). Desde la práctica terapéutica, es vital trabajar la autonomía corporal y emocional, enseñando al sistema nervioso que puede sentirse seguro sin necesitar someterse. 3. Negación, minimización y silencio Una de las formas más comunes de afrontar el abuso es negarlo o restarle importancia. Esto permite preservar la estructura familiar y evitar el colapso emocional. “No fue tan grave”, “yo lo permití”, “pudo ser peor” son frases frecuentes. Este silencio, sin embargo, no detiene el impacto. Se transforma en síntomas: ansiedad, depresión, dificultades sexuales, desconexión corporal o somatización crónica. Como afirma Sandra Baita, el silencio impuesto (externo) termina siendo internalizado como autocensura. Recuperar la voz es una tarea terapéutica que implica no solo contar la historia, sino reconectar con el cuerpo y las emociones negadas. 4. Culpa y vergüenza implantadas Uno de los legados más duraderos del abuso es la vergüenza: no se trata de sentir que me pasó algo malo, sino que yo soy algo malo. Esta vergüenza es muchas veces implantada por el entorno, que culpabiliza, minimiza o simplemente ignora el dolor. “En muchos casos, el adulto sobreviviente siente más vergüenza por hablar que por lo que vivió. Eso es muestra de la profundidad del trauma relacional” — Evelyn Zúñiga En consulta, esto puede verse en personas que: Evitan mirar a los ojos Se excusan por hablar de sí mismas Expresan náusea o incomodidad al hablar de placer La vergüenza no se desafía con lógica, sino con presencia emocional, validación profunda y vínculo terapéutico sostenido, como lo subrayan Dearing y Tangney en su trabajo sobre vergüenza crónica. 5. Hipersexualización o anestesia afectiva El cuerpo infantil puede haber experimentado sensaciones físicas confusas durante el abuso, lo que genera una asociación entre dolor, placer y culpa. Esto puede derivar en dos extremos en la adultez: Búsqueda compulsiva de estímulo sexual como forma de evasión Anestesia emocional y rechazo al contacto Ambas respuestas son intentos de lidiar con una vivencia traumática no procesada. Desde la terapia sensoriomotriz y los ejercicios polivagales, se puede trabajar la reconexión segura con el cuerpo, diferenciando entre control, deseo y conexión auténtica. Reflexión final: no es el trauma, es la soledad con que fue vivido El problema no fue solo el abuso, sino haberlo vivido en silencio, sin comprensión ni contención. Las estrategias que se desarrollaron fueron salvavidas emocionales, aunque hoy generen sufrimiento. Desde la práctica clínica, como terapeuta, he aprendido que la reparación comienza cuando la persona comprende que su historia tiene sentido, que su cuerpo no está “dañado”, sino que ha sido inteligente en protegerle, y que ahora tiene derecho a construir otras formas de vincularse consigo y con los demás. Referencias Baita, S. (2020). Abuso sexual infantil. Guía para comprender y acompañar. Fundación Aralma. Dearing, R. L., & Tangney, J. P. (2022). Understanding and Treating Chronic Shame: A Relational Neurobiological Approach. Norton. Ogden, P., Minton, K., & Pain, C. (2006). El trauma y el cuerpo: un modelo sensoriomotriz de psicoterapia. Desclée de Brouwer. Dana, D. (2020). Ejercicios polivagales para seguridad y conexión. Norton. Levine, P. A.

Sin categoría

Disociación: lo que no estás sintiendo también habla

Disociación: lo que no estás sintiendo también habla En mi consulta he escuchado muchas veces frases como:“Me desconecto”, “no me siento”, “veo todo borroso”, “funciono, pero no estoy”. Y otras, con un tono más trivial:“Ayer me disocié viendo Netflix” o “me disocié porque tuve un día cansado”. Vivimos en una época donde los términos psicológicos circulan con libertad, y si bien esto puede democratizar el acceso al conocimiento, también puede llevar a la banalización de conceptos que en realidad describen experiencias profundamente dolorosas y debilitantes. Uno de los casos más serios de esta confusión es la disociación. Desde mi experiencia como terapeuta especializada en trauma complejo, disociación y apego, me resulta imprescindible aclarar que la disociación no es simplemente “estar en piloto automático” ni una excusa moderna para desconectarse del estrés. Es, en muchos casos, una secuela directa de experiencias traumáticas no integradas, una forma de supervivencia y una herida crónica que exige atención clínica, contención y tratamiento especializado. Este artículo busca posicionar una visión rigurosa, compasiva y clínica sobre la disociación, respaldada por las investigaciones más sólidas y también por lo que veo, escucho y trabajo cada día con personas que, sin saberlo, han vivido años fragmentadas internamente. ¿Qué es disociar de verdad? Disociar no es únicamente “irse” mentalmente. Es un proceso neurofisiológico complejo en el que la mente se separa de la experiencia emocional, corporal o cognitiva para poder soportar lo insoportable. Como lo explican Van der Hart, Nijenhuis y Steele (2006), la disociación es una estrategia del sistema nervioso para lidiar con situaciones traumáticas que sobrepasan la capacidad del individuo de comprender, sentir o resistir. No se elige, no es cómoda, y muchas veces ni siquiera es consciente. Es un mecanismo automático que, en su momento, salvó la vida psíquica de la persona. ¿Y entonces por qué tanta gente dice que “se disocia”? Porque existe una forma de desconexión ligera, transitoria, que todos hemos experimentado: Soñar despierto Olvidar un trayecto rutinario Sentirse ligeramente “fuera de foco” en momentos de cansancio Esto no es patológico. Se trata de mecanismos normales de autorregulación atencional o emocional. Es parte de cómo el sistema filtra estímulos o se protege del aburrimiento o sobrecarga. Pero no es lo mismo a sentir que no se tiene cuerpo, no se tienen emociones, no se recuerda una semana entera, o no se sabe quién es una parte del tiempo. Disociación adaptativa vs. disociación traumática Característica Adaptativa Traumática / Patológica Frecuencia Ocasional Recurrente o crónica Conciencia Se puede advertir Involuntaria y automática Control Reversible voluntariamente No controlable Impacto No interfiere en la vida Afecta memoria, identidad, cuerpo y relaciones Causa Estrés moderado o monotonía Trauma severo o prolongado   Formas clínicas de disociación Basado en los modelos de Ogden (2006), Lanius (2022) y Fisher (2021), algunas formas clínicas de disociación incluyen: Despersonalización: la persona se siente desconectada de su cuerpo (como si lo observara desde fuera). Desrealización: el mundo se percibe irreal (lejano, como una película). Amnesia disociativa: pérdida de recuerdos importantes sin explicación médica. Cambios de identidad o de estado del yo: partes internas que se activan y toman el control (como si fueran “otras personas”). Anestesia emocional o física: incapacidad para sentir dolor, placer o emoción. Estas manifestaciones no son parte del funcionamiento normal del cerebro, y en muchos casos reflejan la existencia de trauma complejo, como abuso sexual infantil, violencia doméstica crónica, negligencia afectiva severa o experiencias médicas invasivas sin soporte emocional. Desde mi experiencia clínica He acompañado procesos donde los síntomas disociativos eran sutiles al inicio: una paciente que «se congelaba» cada vez que intentaba hablar de su infancia; un adulto que se quedaba en blanco ante una crítica mínima de su pareja; una mujer que sentía que su cuerpo «no era suyo» al intimar. Estos síntomas no aparecieron por cansancio. Fueron la forma en que el cuerpo bloqueó el acceso a memorias o emociones que, de ser sentidas de golpe, podrían desbordar completamente la integridad psíquica. Y es por eso que no basta con «traer al presente» o hacer mindfulness. La disociación traumática no se resuelve solo con atención plena o afirmaciones positivas. Requiere un tratamiento gradual, informado en trauma, que entienda los sistemas de defensa del cuerpo y del yo. ¿Por qué debemos dejar de minimizar la disociación? Cuando decimos “me disocié porque no dormí bien”, estamos (involuntariamente) deslegitimando lo que viven quienes han sido fragmentados por el trauma. Minimizar la disociación impide que quienes realmente la sufren sean vistos, escuchados y tratados. Banalizarla refuerza la culpa y la vergüenza de quienes no pueden estar presentes, no porque no quieran, sino porque su sistema los protege aún del recuerdo. El camino de vuelta Recuperar la conexión no se trata de “forzarse a estar presente”, sino de generar condiciones de seguridad interna. El trabajo terapéutico debe enfocarse en: Construir regulación corporal (respiración, anclaje somático) Dar voz a las partes internas disociadas (trabajo con partes, EMDR, ego state) Recuperar memoria sensorial con cuidado y contención Fortalecer la identidad integrada, respetando los mecanismos protectores que se activan Como terapeuta, mi enfoque es guiar este proceso con respeto absoluto al ritmo de la persona. La consigna no es “reconéctate”, sino: “Te acompaño mientras aprendemos juntas cuándo y cómo es seguro volver.” Disociarse no es debilidad, ni drama, ni moda. Es una señal profunda de dolor, una defensa antigua y a veces una prisión invisible. Quienes viven con disociación no necesitan que se les niegue o minimice lo que sienten. Necesitan validación, comprensión clínica y acompañamiento especializado. Nombrar la disociación correctamente es el primer paso para restaurar el vínculo con uno mismo. Y eso (como terapeuta) es una de las formas más profundas de reparación emocional que he tenido el privilegio de presenciar. Referencias Dana, D. (2020). Ejercicios polivagales para seguridad y conexión. Nueva York: Norton. Fisher, J. (2021). Transforming the Living Legacy of Trauma. PESI Publishing. Levine, P. A. (2008). Curar el trauma: El cuerpo como sanador. Barcelona: Planeta. Lanius, R. A., Brand, B., Schielke, H. J., & Schiavone, F. (2022). Finding Solid

Sin categoría

¿Qué pasa con el cuerpo cuando hay trauma?

Trauma psicológico:¿Qué pasa con el cuerpo cuando hay trauma? Cuando hablamos de trauma, solemos imaginar recuerdos difíciles o emociones intensas. Pero el trauma no vive solamente en la mente: también se manifiesta, se atrinchera y se perpetúa en el cuerpo. De hecho, el cuerpo es muchas veces el primer testigo y el último en sanar. El trauma es una experiencia corporal, no solo mental Peter Levine, uno de los pioneros en el estudio somático del trauma, explica que cuando una experiencia supera nuestra capacidad de procesarla, “el cuerpo queda congelado en el tiempo” (Levine, 2008). Esta congelación es una forma de defensa biológica. Los animales, por ejemplo, tras un evento amenazante, tienden a temblar o moverse para descargar la energía residual. Los humanos, en cambio, solemos inhibir esa respuesta. El resultado: tensiones crónicas, disociación y síntomas físicos persistentes. “El trauma no es el acontecimiento en sí, sino la energía residual que permanece atrapada en el cuerpo”— Peter Levine (2008, p. 81) El sistema nervioso como eje del trauma Desde el enfoque polivagal de Stephen Porges y las prácticas de Deb Dana, entendemos que el trauma altera profundamente las vías autonómicas de nuestro sistema nervioso. Cuando una persona está traumatizada, su cuerpo puede quedar atrapado en una respuesta constante de hiperactivación (lucha/huida) o de colapso (congelación/dorsal vagal). Esto se traduce en ansiedad crónica, fatiga, digestión deficiente o incluso dolor inexplicable. “Nuestro sistema nervioso autónomo guarda memoria de los eventos traumáticos a través de patrones de activación, no solo de recuerdos”— Dana, D. (2020) El cuerpo como guía en el tratamiento Autores como Pat Ogden y Ruth Lanius sostienen que trabajar directamente con el cuerpo es indispensable en el abordaje del trauma complejo. Su modelo sensoriomotriz muestra cómo las respuestas corporales (movimientos reflejos, tensiones, bloqueos) deben ser exploradas como fragmentos de historia traumática que aún buscan resolución (Ogden, Minton & Pain, 2009). La neurociencia también confirma este enfoque. Estudios neurobiológicos han demostrado que muchas memorias traumáticas no se almacenan en el cerebro verbal sino en sistemas sensoriomotrices y subcorticales, lo que explica por qué una persona “sabe lo que pasó” pero no logra sentirse segura aunque lo racionalice (Lanius et al., 2022). Disociación: cuerpos presentes, emociones ausentes Cuando el trauma es severo o temprano, puede generar formas de disociación estructural. Según Van der Hart, Nijenhuis y Steele (2006), esto implica una fragmentación entre las partes que gestionan la vida cotidiana y aquellas que quedaron atrapadas en la experiencia traumática. Estas partes pueden expresarse a través de síntomas físicos, respuestas de evitación o reacciones emocionales desproporcionadas. “El cuerpo se convierte en portador de lo no dicho, lo no integrado y lo no sentido”— Van der Hart et al. (2006) ¿Cómo se libera el cuerpo del trauma? La recuperación pasa por un proceso de reconexión. Técnicas como EMDR, BSP, ejercicios de integración somática, trabajo con partes, respiración consciente y exploración sensorial permiten al cuerpo completar aquellas acciones defensivas que quedaron interrumpidas. Manuela Mischke-Reeds propone en su caja de herramientas somática ejercicios concretos como “sacudir para liberar”, “escáner corporal emocional” o “mapas somáticos de activación” que permiten al paciente reconectarse con su cuerpo de forma segura (Mischke-Reeds, 2018). El cuerpo no olvida lo que la mente intenta silenciar. Y en ese silencio corporal se esconden tanto el dolor como la posibilidad de reparación. Acompañar a una persona en la reconexión con su cuerpo es ayudarle a recuperar su territorio, su verdad y su poder. Como psicóloga especializada en trauma, integrando enfoques somáticos y neuropsicológicos, creo firmemente que no hay sanación duradera sin el cuerpo. Referencias: Dana, D. (2020). Ejercicios polivagales para seguridad y conexión. Norton. Levine, P. (2008). Curar el trauma. Editorial Planeta. Lanius, R., Brand, B. L., Schielke, H. J., & Schiavone, F. (2022). Finding Solid Ground: Overcoming Obstacles in Trauma Treatment. Oxford University Press. Mischke-Reeds, M. (2018). Somatic Psychotherapy Toolbox. PESI Publishing. Ogden, P., Minton, K., & Pain, C. (2009). El trauma y el cuerpo: un modelo sensoriomotriz de psicoterapia. Desclée de Brouwer. Van der Hart, O., Nijenhuis, E. R. S., & Steele, K. (2006). El yo atormentado: la disociación estructural y el tratamiento de la traumatización crónica. Desclée de Brouwer.

Sin categoría

Confrontación terapéutica: cuándo, cómo y desde dónde intervenir sin dañar

Cómo confrontar a un paciente en terapia sin dañar el vínculo: guía para terapeutas sensibles al trauma Una técnica que puede transformar si nace del vínculo Confrontar a un paciente sí es una técnica clínica. Pero es una técnica que, cuando se usa con presencia, respeto y timing, puede convertirse en algo mucho más profundo: un acto humano que transforma. No es solo una herramienta que se aplica. Es un acto relacional. Es mirar al otro con honestidad y decirle (desde el vínculo): “Podemos ver esto juntos, aunque duela.” Y, sin embargo, a veces escucho terapeutas hablar con orgullo de su capacidad de confrontar, como si fuera una medalla clínica. Presumen de “haberlo dicho todo”, de “no tener filtros”, de “sacudir” al paciente. Y ahí, algo me incomoda profundamente. Porque confrontar no se trata de impactar. Se trata de cuidar. Y confrontar sin sensibilidad no es valentía, es insensibilidad profesional disfrazada de franqueza. Confrontar, entonces, sí es una técnica. Pero no es una técnica cualquiera. Es una que exige madurez emocional, regulación interna y, sobre todo, relación. Porque sin vínculo, confrontar puede volverse un acto de imposición. Y con vínculo, puede ser un acto profundamente sanador. Cada enfoque terapéutico aporta matices que me ayudan a comprender cómo, cuándo y por qué confrontar: Desde mi experiencia, cada enfoque terapéutico ofrece una lectura distinta sobre lo que significa confrontar, y me ha servido no para encasillar, sino para sostener mejor lo que está ocurriendo en el espacio compartido. Desde la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), la confrontación puede tomar la forma de una pregunta que desafía suavemente una distorsión, una creencia limitante o una generalización extrema. Pero si no hay vínculo, ese tipo de intervención puede sentirse como juicio. La TCC me ha enseñado a invitar al cuestionamiento desde lo colaborativo, no desde lo clínicamente correcto. Desde EMDR, confrontar no es confrontar directamente. Es sostener la experiencia interna que emerge durante el reprocesamiento y estar presente para todo lo que aparece: negación, evitación, colapso emocional o fragmentación. Aquí, la confrontación no se hace con palabras, se hace con presencia y regulación. El silencio también puede confrontar, si se ofrece con amor y estructura. Desde las terapias contextuales (como ACT, FAP y TDC), la confrontación es un acto de contacto real y honesto. No es imponer, es decir: “Esto está ocurriendo entre nosotros ahora, y me parece importante que lo miremos juntos.” Se confronta desde el aquí y ahora, desde la autenticidad, con un profundo respeto por las funciones que cumplen los comportamientos. No se trata de cambiar al paciente, sino de invitarlo a ver (con compasión) lo que hace, lo que evita, lo que duele. En todos los casos, la confrontación no es porque yo tenga la razón. Es porque quiero ofrecerle al otro una nueva forma de mirar, cuando siento (muy íntimamente) que está listo para sostener esa mirada. No es para destruir nada. Es para ayudar a que algo se transforme. Y siempre, siempre, se hace desde la relación, porque sin vínculo, la confrontación se vuelve violencia. Antes de confrontar, escucho el cuerpo, el mío y el del paciente Una confrontación que llega desde la urgencia o la incomodidad no procesada puede ser violenta, aunque las palabras sean suaves. Yo necesito sentirme presente antes de confrontar. Necesito respirar con el paciente y observar: ¿Está conectado con su cuerpo o se está yendo? ¿Estoy regulada yo o me mueve algo personal? ¿Hay suficiente vínculo para que esto que quiero decir no se sienta como una agresión? No se confronta desde la incomodidad no procesada. Se confronta desde la presencia. El momento importa más que el contenido A veces he sentido con claridad que hay algo que necesita decirse… pero el momento no es ahora. Si lo digo antes de tiempo, no es confrontación, es invasión. Si lo digo desde el juicio, es castigo. Aprendí que confrontar es esperar. Esperar a que el vínculo esté listo, a que el cuerpo del paciente no se cierre, a que el otro pueda ver sin sentirse atacado. La relación es el canal: sin vínculo, la confrontación es violencia Este principio me lo repito siempre. Porque la confrontación sin vínculo es violencia disfrazada de intervención. No se trata de lo que digo, sino de desde dónde lo digo y a quién se lo estoy diciendo. Cuando hay relación, incluso una confrontación dura puede sentirse como un acto de cuidado. Y si en algún momento me equivoco, si lo que digo toca una herida, entonces tengo que estar ahí para sostenerlo. El vínculo no se exige. Se cuida. Confrontar es acompañar el crecimiento, no derribar defensas Cuando confronto, no lo hago para romper nada. Lo hago porque quiero verte crecer.Es importante que el paciente sepa que su defensa tiene un sentido. Por eso, cuando aparece, la recibo con respeto. No la destruyo, la nombro con compasión. “Parece que esto te cuesta porque te ha protegido por mucho tiempo.” Y desde ahí, desde esa ternura, propongo mirar juntos. No para imponer mi mirada, sino para acompañar la suya en expansión. Yo también me confronto cuando confronto Cada vez que me atrevo a decir algo difícil, me expongo. Porque podría equivocarme. Porque podría herir. Pero también porque me importa. Confrontar me obliga a revisar mis intenciones: ¿Estoy queriendo “tener la razón”? ¿Estoy impaciente? ¿Quiero protegerme yo de la incomodidad del otro? Solo cuando me reconcilio con estas preguntas, puedo hablar desde un lugar ético y humano. Confrontaciones que han transformado (y otras que me enseñaron a callar) Recuerdo cuando una paciente me dijo:“No quería escuchar eso, pero era hora. Gracias por sostenerme mientras lo asumía.” Y también recuerdo cuando me adelanté, cuando dije algo para lo que la otra persona no estaba lista. Aprendí ahí que el daño no siempre está en lo que se dice, sino en cómo y cuándo se dice. Confrontar no es un acto clínico, es un acto de humanidad compartida. Y también de humildad cuando toca reparar. Errores comunes que observo en terapeutas cuando

Sin categoría

Cómo estoy eligiendo mi pareja: claves para sanar y vincularte mejor

¿Desde dónde eliges a tu pareja? Sanar antes, durante o repetir el patrón   Elegir pareja es una de las decisiones más significativas en la vida adulta. Pero muchas veces no elegimos desde el deseo consciente, sino desde heridas no resueltas, vacíos afectivos o creencias que sabotean nuestra posibilidad de construir relaciones sanas.¿Te has preguntado alguna vez desde qué lugar estás eligiendo a tu pareja? ¿Te atrae lo que te hace bien, o lo que confirma lo que crees sobre ti y sobre el amor? Este blog te invita a hacer una pausa y observar con honestidad los patrones que repites, para transformar tu manera de vincularte.   1. El origen de nuestras elecciones afectivas Nuestra historia temprana moldea la forma en la que nos vinculamos. Aprendemos a amar, cuidar, pedir o callar según nuestras experiencias de apego y el entorno emocional en el que crecimos. Desde una perspectiva cognitivo-conductual e integrando elementos de EMDR y Brainspotting, es posible observar que las decisiones afectivas están muchas veces guiadas por “memorias implícitas”: patrones automáticos que se activan sin que seamos conscientes de ellos. Así, la elección de pareja no siempre es un acto racional, sino un eco de nuestro mundo interno no resuelto. Aprendemos a vincularnos con lo que aprendimos por las circunstancias y se reforzó.Por ejemplo: cuando un niño o niña tiene que asumir el rol de cuidador de hermanos porque mamá debía trabajar todo el día. Se vincula desde la negación de sus necesidades para responder a las demandas del entorno, y se refuerza continuamente. Años después, es posible que esa persona se sienta atraída por relaciones en las que tiene que cuidar, resolver o salvar al otro, repitiendo una forma de vínculo que le resulta familiar aunque no sea saludable.Negar las necesidades de sí mismo es el patrón con el que aprendió a vincularse con los demás, aunque el dolor de no poder satisfacer sus necesidades sigue latente. 2. ¿Elegimos desde la seguridad o desde la carencia? Elegir desde la seguridad implica tener una buena relación con uno mismo: conocerse, validarse, saber poner límites, y tener claridad sobre lo que se quiere y se necesita. En cambio, elegir desde la carencia implica buscar que la pareja supla nuestras heridas emocionales no resueltas: que nos cuide, nos salve o nos valore porque sentimos que no podemos hacerlo solos. Ejemplos de elecciones desde la carencia: Una persona que teme quedarse sola y acepta relaciones que no le hacen bien. Alguien que siempre termina con parejas frías o distantes porque busca “ganarse” el amor que nunca tuvo. Quien se siente valioso solo si es necesitado, y por eso se involucra con personas con muchas dificultades personales. En estos casos, las emociones dominantes suelen ser la ansiedad por ser amado, la culpa al poner límites, o la vergüenza por sentir que no se es suficiente. Estas emociones nublan la capacidad de elegir libremente y hacen que se confunda la necesidad con el amor. 3. Identificar mis creencias: ¿Desde dónde me vinculo? La importancia de reconocerlo Muchas personas arrastran creencias desadaptativas que actúan como filtros invisibles a la hora de vincularse. Estas creencias se construyen a partir de experiencias tempranas de dolor, rechazo o abandono, y se mantienen vivas si no se cuestionan. Creencias comunes que sabotean nuestras elecciones: «El amor verdadero no existe.» «Siempre me van a dejar.» «No soy suficiente para que alguien me ame de verdad.» «Si no sufro, no es amor.» «Tengo que demostrar mi valor todo el tiempo.» «No me van a elegir si no doy todo de mí.» Estas ideas no suelen aparecer de forma consciente, pero guían nuestras decisiones, atraen relaciones tóxicas y nos hacen dudar cuando algo bueno aparece. Identificarlas es el primer paso para poder desafiar estos pensamientos y dejar de repetir patrones. 4. ¿Debo sanar antes de estar en pareja o puedo sanar durante la relación? No hay una única respuesta. Algunas personas necesitan un tiempo de sanación personal antes de poder relacionarse de forma saludable. Otras pueden avanzar en su proceso de sanación mientras están en pareja, siempre que la relación sea consciente, segura y acompañe el crecimiento mutuo. Lo importante es que ambas partes se responsabilicen de su mundo emocional. Porque cuando no hay conciencia, las relaciones no solo no sanan, sino que reactivan heridas profundas. Por ejemplo: Si no trabajas tu miedo al abandono, puedes vivir con ansiedad constante cuando tu pareja se distancia. Si no reconoces tu baja autoestima, podrías tolerar maltratos o invisibilizar tus necesidades para no incomodar. Si no has elaborado traumas previos, podrías reaccionar de forma desproporcionada ante situaciones neutras. No se trata de estar “completamente sanado”, sino de estar en proceso, con disposición a mirarte y cuidarte, en vez de esperar que el otro lo haga por ti. 5. La relación de pareja como activador de necesidades afectivas y creencias desadaptativas Una relación íntima es un campo fértil para que emerjan nuestras heridas más profundas. No por maldad del otro, sino porque el vínculo toca aspectos muy sensibles: nuestra autoestima, nuestra seguridad, nuestra historia afectiva. Ejemplos de esto: Puedes sentirte invisible cuando tu pareja está distraída, no porque lo esté haciendo a propósito, sino porque eso activa recuerdos de cuando tus necesidades no eran vistas en la infancia. Puedes enojarte excesivamente cuando tu pareja necesita espacio, porque tu mente lo interpreta como abandono, aunque no lo sea. Estos momentos son oportunidades: si los ves con conciencia, puedes usarlos para conocerte, comunicarte y crecer. Si los vives desde la reactividad, puedes caer en conflictos repetitivos y en ciclos destructivos. ✅ Recomendaciones prácticas ✍️ 1. Haz un diario de exploración emocional Anota cuándo te sientes muy atraíd@ por alguien y pregúntate: ¿Qué necesidad emocional está tocando esta persona? ¿Me siento en calma o en urgencia? ¿Hay algo familiar en esta conexión? 🧠 2. Identifica tus creencias afectivas Haz una lista de frases automáticas que aparecen en tu mente cuando piensas en el amor o en tus relaciones. Luego, cuestiónalas: ¿Es cierto esto? ¿De dónde lo aprendí?

Sin categoría

Cuando dejo de encajar para empezar a pertenecer: El viaje emocional de Lilo y Stitch hacia la autenticidad.

Cuando dejo de encajar para empezar a pertenecer: El viaje emocional de Lilo y Stitch hacia la autenticidad Recién vi Lilo & Stitch con mi hija, la esperamos muchísimo. Lo que empezó como una tarde de película se convirtió en una experiencia profundamente reveladora (y para muchos adultos que fueron solos a verla, sin niños). Mientras compartíamos risas y silencios, no pude evitar mirar la historia con ojos de madre, de la niña que fui y  de terapeuta.Lilo & Stitch no es solo son personajes. Son una metáfora viva de muchas personas que llegan a terapia cargando con el caos interno de no haber tenido un lugar donde simplemente ser. Y entonces lo vi con claridad: este no es solo un cuento de Disney. Es una guía emocional para quienes crecieron creyendo que tenían que encajar para ser amados, cuando en realidad lo que siempre necesitaron fue pertenecer sin condiciones. Lilo y Stitch: Dos almas que no encajan… hasta que se encuentran Lilo es una niña intensa, solitaria, rechazada por sus pares, con una vida marcada por la pérdida. Stitch es un experimento creado para el caos, incapaz de adaptarse, programado para la destrucción. Ninguno “funciona bien” en el mundo.Pero cuando se encuentran, algo cambia. No intentan corregirse, sino reconocerse. Lilo ve a Stitch más allá de su caos. Y Stitch, por primera vez, se siente visto. En terapia, esto ocurre cuando nuestro paciente se ofrece a sí mismo un espacio libre de exigencias, donde el paciente deja de ser un “caso difícil” y se convierte en alguien digno de ternura (requiere su proceso, pero se logra). Como Lilo con Stitch.  Encajar es adaptarse. Pertenecer es ser. Desde el inicio, Stitch intenta adaptarse. Se disfraza de perro, copia conductas humanas, trata de ser “normal”. Pero fracasa. Porque su esencia está en conflicto con lo que se espera de él.Lilo, en cambio, lo acepta como es: destructivo, desordenado, intenso. No porque lo idealice, sino porque reconoce que su conducta no define quién es él, como en su mismo caso. Pertenecer no exige borrar el dolor, sino integrarlo. Como terapeuta, lo veo constantemente: cuando una persona deja de actuar para agradar y empieza a mostrarse auténtica, algo se libera. El cuerpo respira distinto. La identidad empieza a tener raíz. El entorno como puente para reaprender Lilo no le impone a Stitch un cambio. Lo lleva a su mundo: le da una cama, lo integra en sus rutinas, lo nombra como parte de su familia.Le dice: “Ohana significa familia. Y familia significa que nadie se queda atrás ni se olvida.” Esa es una experiencia emocional que sana, Stitch no cambia por obligación, cambia porque se siente en casa. “En consulta personas que aprenden a exigirse a sí mismas y ponerse máscaras para intentar encajar en entornos altamente violentos (bullying, por ejemplo) y otras experimentar dolor por la exclusisión.  No se trata solo de entender qué pasó en la infancia o por qué nos sentimos como nos sentimos. Muchas veces, las personas que vivieron experiencias tempranas de trauma, negligencia o vínculos inseguros ya conocen la historia. La han contado. La han analizado.Pero no logran sentir que ha cambiado algo dentro de ellas.Ahí es donde entran estos enfoques. EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimiento Ocular) Permite reprocesar memorias traumáticas que quedaron “congeladas” en el sistema nervioso. A través de estimulación bilateral (movimientos oculares, toques alternados o sonidos), se activa la capacidad natural del cerebro de integrar experiencias y liberar la carga emocional asociada. Muchos pacientes dicen: “Ya no duele igual”, o incluso, “ya no me siento esa niña o ese niño asustado”. En este proceso, se da algo profundo: el cuerpo comienza a entender que ya no está en peligro. No se trata de borrar el pasado, sino de reorganizar cómo se vive en el presente. Brainspotting Trabaja con puntos visuales que conectan directamente con zonas profundas del cerebro donde se almacenan emociones y experiencias no verbalizadas. Al sostener la mirada en un punto específico, el cuerpo accede a emociones que no pasan por la mente racional, lo que permite una liberación auténtica y espontánea. “No sabía por qué lloraba, pero sentí que algo por fin salía. Como si esa parte de mí hubiera esperado mucho para ser escuchada.” — Paciente, tras sesión de Brainspotting Este enfoque es especialmente útil cuando las palabras no alcanzan, cuando lo que duele no tiene forma de contarse, pero sí de sentirse y transformarse. Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) ACT ayuda a dejar de luchar contra las emociones, pensamientos o recuerdos dolorosos, para empezar a vivir desde los valores personales elegidos. No busca eliminar el malestar, sino enseñarnos a relacionarnos con él de una manera diferente. “El miedo sigue ahí, pero ya no me detiene. Ahora camino con él, no contra él.” — Paciente, tras un ejercicio de valores en ACT ACT fortalece la identidad auténtica: permite dejar de ser una versión diseñada para encajar, y empezar a construir una vida con sentido, aunque el pasado aún duela. Se trabaja no solo desde la narrativa, sino desde el cuerpo, para integrar experiencias donde el paciente se siente contenido sin ser exigido. Estas terapias reconocen que el trauma no solo se aloja en la memoria, sino también en el cuerpo, en los gestos, en las respuestas automáticas. Y por eso, no basta con hablar: es necesario sentir desde otro lugar.En estas sesiones, los pacientes no solo se “dan cuenta” de lo que les pasó… lo viven de forma diferente, acompañados, sin juicio, sin presión por cambiar. Y eso es profundamente reparador. Es el equivalente a lo que Lilo le ofreció a Stitch:Un espacio donde podía hacer ruido, equivocarse, ser impulsivo… y aun así seguir siendo parte de algo. En terapia, ese entorno se construye conscientemente. Y desde ahí, se reprograma la relación del paciente con el mundo, con los otros y —sobre todo— consigo mismo. De sobrevivir adaptándose a vivir con autocuidado Stitch comienza queriendo “portarse bien” para no ser abandonado. Pero eso no es vínculo, es miedo.

Sin categoría

La carga invisible de ser madre.

Ser madre y sentirse al límite: lo que sostienes en silencio también necesita cuidado. La carga invisible de ser madre: reconocer lo que agota, para dejar de cargarlo sola La maternidad está llena de amor, sí. Pero también puede estar cargada de silencios, responsabilidades invisibles y exigencias que muchas veces no se ven… pero se sienten. Este blog está escrito para ti, madre, que estás agotada sin saber por qué. Aquí te ayudamos a ponerle nombre a lo que vives y, sobre todo, a soltar lo que no necesitas cargar sola. Roles de género: ¿por qué la carga sigue cayendo sobre las madres? Aunque en el discurso moderno se habla de igualdad, en la vida cotidiana la organización emocional, mental y logística de la familia sigue recayendo mayoritariamente sobre las madres. Esto no es casual, sino el resultado de siglos de mandato cultural: Ser madre implica cuidar, sin pedir. Ser madre implica saber, sin preguntar. Ser madre implica poder, sin soltar. Como psicóloga, lo escucho a diario: mujeres agotadas, confundidas, culpables por no “poder con todo”, cuando en realidad lo que necesitan es dejar de cargarlo todo. Y aprender que el cuidado debe ser compartido. ¿Qué es la carga invisible? El esfuerzo que no se ve, pero agota La carga invisible es la responsabilidad silenciosa de planificar, prever, organizar, contener y sostener emocionalmente a otros. Es invisible porque muchas veces ni siquiera se nombra, pero consume: Tiempo Energía mental Espacio emocional Vitalidad corporal “No es solo lo que hago… es tener que pensar en todo. Si yo no lo pienso, no pasa.” Este tipo de carga es agotadora porque no tiene pausas, no se delega y rara vez se reconoce. Genera una fatiga acumulativa que termina impactando directamente en la salud mental y física de las madres. Las tres capas del agotamiento Carga mental Todo lo que se recuerda y organiza: citas, vacunas, menús, tallas, cumpleaños, tareas escolares, turnos médicos… Carga emocional Gestionar no solo las emociones de los hijos, sino también las de la pareja, la familia extendida… y muchas veces, esconder las propias. Carga física Dormir poco, comer apurada, no tener pausas reales, cargar físicamente a los hijos, estar alerta día y noche. El cuerpo también lleva la maternidad. Cuando estas tres dimensiones se superponen sin espacios de descanso, aparece la sensación de agotamiento crónico. Y muchas veces, eso es leído como “debilidad” en lugar de lo que realmente es: sobrecarga estructural. Impacto en la salud mental La carga invisible no solo cansa, también duele emocionalmente: Irritabilidad constante Tristeza persistente Sensación de vacío o insatisfacción Culpa por no disfrutar Dificultad para concentrarse Desconexión emocional del entorno No se trata de una madre débil. Se trata de una madre colapsada. La salud mental materna no puede seguir siendo interpretada como “hormonas” o “drama emocional”. Necesita ser nombrada, atendida y cuidada con la seriedad que merece. ¿Por qué es tan difícil soltar esta carga? Soltar no es fácil, y no se trata solo de logística. Hay temores más profundos que sostienen esta sobrecarga: Miedo a que los hijos se sientan abandonados Muchas madres temen que si se priorizan, sus hijos se sientan menos amados. Pero… ¿realmente necesitan exclusividad, o necesitan presencia emocional auténtica? Como psicóloga, te invito a cambiar la mirada: ¿qué necesita realmente tu hijo? ¿Más tiempo contigo o más vínculos seguros con otras personas? Soltar espacios también le permite al niño socializar, desarrollar autonomía y conectar con otros miembros de su entorno. “Me di cuenta de que mi hijo disfrutaba pasar la tarde con su tía, y eso me alivió. No soy la única que puede contenerlo.” Miedo a no amar lo suficiente Sentir cansancio, rabia o deseos de estar sola puede hacerte dudar de tu amor. Pero el amor no se mide por disponibilidad constante, sino por conexión real. “Me siento culpable por necesitar espacio.”Necesitar descansar no significa que ames menos. Significa que eres humana. Miedo a la crítica social Pedir ayuda, poner límites, no estar disponible todo el tiempo, sigue siendo mal visto en una madre. Se castiga el autocuidado como si fuera abandono. Romper con este mandato es un acto político, terapéutico y transformador. No solo para ti, sino para las que vienen detrás. Estrategias para gestionar y soltar la carga Haz visible lo que piensas y haces: nómbralo, escríbelo, compártelo. Redefine la maternidad: no es entrega total, es relación. Comparte tareas sin supervisar. No delegues “a medias”. Crea espacios propios no negociables. Deja de pedir permiso para descansar. Busca apoyo profesional si la culpa no te deja soltar. El contexto importa: no todas las madres pueden soltar Hay madres que crían solas, que no tienen red ni recursos. Otras, que enfrentan pobreza, violencia o precariedad laboral. Por eso, el autocuidado sin contexto se vuelve discurso vacío. Empoderar no es exigir más. Es acompañar desde la realidad. Y también visibilizar que esta carga no es individual: es social. Y como tal, se debe compartir. Reflexión final: cuidarte también es resistir La carga mental que enfrento como madre es un reflejo de desigualdades más amplias dentro de la sociedad, y sé que no va a desaparecer por completo hasta que no tengamos un cambio social y político donde los cuidados tengan la importancia que merecen. Debemos seguir trabajando para lograr esos cambios, pero en lo que llegan, practicar el autocuidado y no permitir que la culpa se apodere, es un acto de resistencia feminista para ser la mamá que deseo ser y reivindicar mi (y nuestro) derecho a una vida plena y saludable. Recomendaciones finales para madres que se sienten sobrecargadas Haz una lista real de todo lo que piensas y haces. Compártela. Pregunta a tu entorno cómo creen que se distribuyen las tareas. Observa si tu hijo necesita más tiempo contigo o con otros. Redefine el éxito materno: no es hacerlo todo, es estar bien. No respondas desde la culpa, responde desde tu bienestar. Recuerda: tú también mereces cuidados. Hablar salva. Nombrar transforma. Soltar libera. Si este blog te resonó, compártelo con otra madre.

Sin categoría

No estás sola: comprendiendo la depresión posparto desde lo que sientes y no te atreves a decir

Depresión posparto sin filtros: tristeza, culpa, miedo y pensamientos que nadie se atreve a contar 1. ¿Qué es y qué no es la depresión posparto? La depresión posparto es una condición clínica real y tratable que puede afectar a cualquier madre, incluso a aquellas que planearon y desearon profundamente la llegada de su bebé. No se trata solo de tristeza; es un estado de sufrimiento emocional sostenido que interfiere en el bienestar, la vinculación con el bebé y la calidad de vida. Muchas madres que acompaño sienten un fuerte conflicto interno: por un lado, saben que deberían estar felices, y por otro, sienten que algo dentro de ellas se rompió o se apagó. No se trata de ingratitud. Se trata de un sistema emocional que necesita ayuda para repararse. 2. Las emociones complejas en la depresión posparto Una de las razones por las que muchas madres no piden ayuda es porque lo que sienten es difícil de nombrar. En consulta, aparecen emociones intensas, contradictorias, que asustan o generan culpa. Entre ellas: Pánico Una sensación interna de que algo malo va a pasar, o que no vas a poder con lo que viene. El miedo se vuelve cuerpo, parálisis, taquicardia, sudoración, pensamientos acelerados. 💬 “Siento que si me duermo, algo le va a pasar al bebé.”💬 “Tengo miedo de no poder controlarme.” Este miedo no es exageración. Es el sistema nervioso activado al máximo, intentando anticiparse a todos los riesgos, muchas veces sin tregua. Culpa El “no lo estoy haciendo bien”, “no siento lo que debería sentir”, “mi bebé merece una madre mejor”. La culpa es una de las emociones más debilitantes del posparto, y suele estar acompañada de exigencias internas inalcanzables. 💬 “Mi bebé no tiene la culpa de cómo me siento. Me odio por eso.”💬 “Debería poder con esto. ¿Por qué no puedo?” La culpa en muchas madres no viene de lo que hacen, sino de lo que creen que deberían ser. Ayudar a resignificar estas creencias es una parte central del proceso terapéutico. Rabia La irritabilidad extrema, la sensación de que todo molesta, que nadie ayuda, que el entorno exige pero no sostiene. Muchas veces esta rabia se dirige hacia sí misma por sentirla, generando un círculo de culpa y autocastigo. 💬 “Quiero que me dejen en paz… pero también quiero ayuda.”💬 “Me enojo con mi pareja, pero después me siento mal por eso.” La rabia no es mala. Es una señal de límite cruzado, de necesidad no cubierta. En lugar de silenciarla, en terapia aprendemos a escucharla. Vergüenza El miedo a ser juzgada. A que descubran lo que realmente estás sintiendo. A que alguien piense que no estás hecha para esto. A que tu dolor sea visto como debilidad. 💬 “No puedo contarle esto a nadie. Me da vergüenza.”💬 “Van a pensar que estoy loca o que no amo a mi bebé.” La vergüenza genera silencio. Y el silencio alimenta el sufrimiento. Cuando una madre puede nombrar lo que siente en un espacio seguro, la vergüenza empieza a perder fuerza. Ansiedad Pensamientos acelerados, miedo a equivocarse, sensación de no estar nunca haciendo lo suficiente. La ansiedad muchas veces se disfraza de hipercontrol: listas, rutinas rígidas, anticipación constante. 💬 “No puedo relajarme. Si no estoy atenta todo el tiempo, algo malo va a pasar.”💬 “Me duele el cuerpo del estrés.” La ansiedad no siempre se nota como “nervios”. A veces se manifiesta como agotamiento, insomnio o hipervigilancia. Y merece ser atendida con seriedad. 3. TOC posparto: pensamientos que se repiten y asustan Algunas madres viven pensamientos intrusivos constantes: imágenes, frases o escenarios que no desean, que las aterrorizan y que se repiten una y otra vez. 💬 “¿Y si lo ahogo sin querer?”💬 “¿Y si pierdo la cabeza y lo lastimo?”💬 “¿Y si siento algo inapropiado?” Cuando estos pensamientos se vuelven obsesivos, provocan rituales mentales (revisar, rezar, contar) o evitación constante (no estar sola con el bebé), hablamos de un cuadro con síntomas de TOC posparto. Lo más importante: no son pensamientos que reflejen deseo. Son el resultado de un sistema emocional desbordado. Con tratamiento, se pueden trabajar y reducir significativamente. 4. Síntomas psicóticos: cómo identificarlos En casos poco frecuentes pero graves, pueden aparecer síntomas psicóticos que requieren atención urgente. Algunas señales son: Confusión mental severa Desconexión de la realidad Voces o alucinaciones Delirios de daño o misiones divinas Comportamiento incoherente o peligroso 💬 “Mi bebé tiene algo dentro, tengo que salvarlo.”💬 “Las voces me dicen que no soy suficiente madre.” Estos síntomas no significan que una madre sea peligrosa. Significan que está atravesando un episodio agudo que necesita atención urgente, contención profesional y tratamiento. No es su culpa. Pero sí requiere actuar rápidamente. 5. ¿Qué hacer si aparecen estos síntomas? Recomendaciones urgentes: No dejar sola a la madre ni al bebé No confrontar, pero tampoco minimizar Buscar asistencia médica inmediata Comunicar claramente a los profesionales lo observado Acompañar desde la calma, sin juicios En estos casos, el tiempo es clave. Con atención oportuna, el pronóstico suele ser excelente. Recomendaciones terapéuticas integradas Valida tus emociones, incluso las más oscuras. No estás mal, estás desbordada. Habla de lo que piensas y sientes. Lo que no se nombra, pesa más. Busca espacios donde puedas hablar sin ser corregida. No estás sola ni eres la única. Muchas madres atraviesan lo que tú vives. Los pensamientos intrusivos no te definen. Tienen tratamiento. La rabia, la vergüenza, el miedo y la culpa tienen sentido. Dales lugar sin juicio. Si te sientes confundida o desconectada de la realidad, busca ayuda urgente. Tú también mereces ser cuidada. No solo el bebé. Tú también. La psicoterapia no solo alivia: transforma. Hablar salva. Sentir no es fallo. Sentir es humano.   El rol invertido: cuando el o la hijo(a) se convierte en madre de su madre. Este fenómeno, conocido como parentalización, ocurre cuando un hijo asume responsabilidades emocionales, logísticas o afectivas que le corresponden al adulto. Suele suceder en familias con dinámicas disfuncionales o trauma transgeneracional. Los efectos son profundos: hipermadurez, sensación de tener que ser

Sin categoría

No es tu responsabilidad sanar a tus padres de sus propios traumas

No es tu responsabilidad sanar a tus padres de sus propios traumas. La importancia de crear límites saludables. Renunciar a la figura de madre o padre idealizado Una de las heridas emocionales más profundas proviene de haber deseado, durante años, que nuestros padres fueran diferentes: más amorosos, más presentes, más estables emocionalmente. Esa fantasía es comprensible, pero nos puede mantener atrapados en una eterna espera y frustración. Aceptar que mamá o papá no serán quienes queremos que sean, y nunca lo fueron, es un proceso doloroso, pero liberador. Esta aceptación nos permite empezar a sanar desde la realidad, no desde la ilusión. 💬 «Siento que sigo esperando que algún día cambien», «Es como si todavía quisiera que me vean como su prioridad». Estas frases aparecen con frecuencia en consulta y marcan el inicio del duelo por esa figura idealizada. El rol invertido: cuando el o la hijo(a) se convierte en madre de su madre. Este fenómeno, conocido como parentalización, ocurre cuando un hijo asume responsabilidades emocionales, logísticas o afectivas que le corresponden al adulto. Suele suceder en familias con dinámicas disfuncionales o trauma transgeneracional. Los efectos son profundos: hipermadurez, sensación de tener que ser fuerte todo el tiempo, dificultad para reconocer necesidades propias, y una infancia perdida. Estas personas, ya adultas, suelen decir: 💬 «Desde pequeña he tenido que cuidar de todos», «No sé cómo pedir ayuda, siempre he sido quien resuelve», «Me cuesta conectar con mis emociones porque siempre estoy ocupándome de los demás». La adopción de un rol que no corresponde a la edad interrumpe procesos clave del desarrollo socioemocional. La buena noticia es que se puede reaprender y sanar. La fantasía de salvar a mamá o papá: Condicionamientos que afectan nuestra autoestima Muchos hijos han interiorizado la idea de que si logran “sanar” a sus padres, entonces serán dignos de amor. Esta fantasía suele estar presente cuando los padres fueron emocionalmente ausentes, inestables o dañinos. Esta necesidad inconsciente de “reparar” al otro puede llevar a vínculos dependientes, elecciones de pareja basadas en carencias, y una autoestima construida en función de la validación ajena. 💬 «Si logro que mi mamá esté bien, quizá entonces me reconozca», «Todo lo que hago es para que se sienta orgullosa, aunque me duela». Estas frases revelan la urgencia de demostrar amor mediante sacrificio. Aprender a soltar esta dinámica es parte fundamental de la sanación. Aceptar y acompañar sin cargar emocionalmente Acompañar desde el amor no significa asumir responsabilidades emocionales que no te corresponden. Puedes ser una hija, hijo o cuidador presente y empático, sin convertirte en el salvador emocional de tu madre o padre. Aquí es clave practicar la aceptación radical: dejar de esperar un cambio en el otro, y empezar a construir tu paz interior independientemente de ello. 💬 «Siento culpa si no estoy disponible todo el tiempo», «No quiero ser egoísta, pero me estoy agotando». Aprender a diferenciar la compasión del sacrificio emocional es un paso esencial para una relación más sana. Cuidar de mamá o papá sin perderte a ti mismo/a El autocuidado y los límites son actos de amor propio y también de respeto hacia los demás. Estar presente no significa borrarte. Puedes amar sin descuidarte. Puedes cuidar sin dejar de ser tú. Establecer roles sostenibles es una estrategia que protege tu bienestar: decidir hasta dónde acompañas, cuándo necesitas pausar, y cuándo pedir apoyo. 💬 «No sé dónde termino yo y dónde empieza ella», «Me he perdido en su historia, no tengo espacio para la mía». Estos relatos reflejan la urgencia de volver a ti. Recomendaciones prácticas para empezar hoy Reconoce y valida lo que sientes: Emociones como culpa, enojo, impotencia, tristeza o agotamiento son válidas. No estás exagerando. El primer paso es permitirte sentir sin juzgarte. Identifica tus pensamientos automáticos: ¿Te descubres pensando «debo estar para ella/él siempre» o «si no me esfuerzo, no valgo»? Esos pensamientos pueden ser reflejo de aprendizajes pasados. Escríbelos y empieza a cuestionarlos. Crea un espacio seguro para ti: Agenda tiempo para ti, aunque sea 10 minutos al día. Realiza actividades que te conecten contigo: escribir, caminar, meditar, hablar con alguien que te escuche sin juicio. Establece límites claros y compasivos: No necesitas justificar el autocuidado. Un «hoy no puedo, necesito descansar» es una forma válida de cuidarte. Establece límites desde el amor, no desde la culpa. Busca acompañamiento terapéutico si lo necesitas: A veces, estas dinámicas están tan arraigadas que necesitamos ayuda profesional para deshacer los nudos emocionales. La terapia puede ofrecerte herramientas para recuperar tu autonomía emocional. Práctica diaria: la pregunta clave ¿Esto que estoy haciendo lo hago desde el amor o desde el deber? Responderte con honestidad será una guía poderosa para cada decisión.

Sin categoría

¿Por qué nos cuesta tanto descansar?

¿Por qué nos cuesta tanto descansar? Cuestionando una vida que corre sin pausa En una sociedad donde “hacer” parece más valioso que “ser”, el descanso ha perdido su lugar como necesidad vital y ha sido reemplazado por la productividad como medida de valor personal. Vivimos en una cultura que aplaude la agenda llena, que mide el éxito por logros visibles y donde parar —o simplemente no hacer nada— puede generar culpa, ansiedad o una incómoda sensación de vacío. Este blog no solo busca explicar por qué nos cuesta tanto descansar, sino también ayudarte a cuestionar activamente el modelo de vida acelerada en el que estamos inmersos y ofrecerte herramientas para reconectar con el descanso como un acto de autocuidado profundo. 1. La cultura de la velocidad y la productividad La vida moderna nos arrastra a un ritmo que rara vez se detiene. Las redes sociales, los entornos laborales y el sistema educativo refuerzan constantemente la idea de que estar ocupados equivale a ser valiosos. Estar “siempre haciendo algo” se ha vuelto un mandato silencioso. Incluso los momentos de ocio se han transformado en espacios para mostrar, compartir o capitalizar. La pausa ha perdido legitimidad y se vive como algo que debe ser justificado. 2. Descanso y relajación: conceptos malinterpretados Descansar no es ser ineficiente ni perder el tiempo. Sin embargo, muchas personas sienten que deben “ganarse” el descanso, como si fuera una recompensa y no una necesidad básica. Relajarse se vuelve incómodo cuando no se está acostumbrado a permitirlo. Esto suele manifestarse en pensamientos intrusivos, culpa o la necesidad inmediata de buscar una nueva tarea. Desvincular el descanso de la productividad es un paso crucial para cuidar la salud mental. 3. Impactos psicológicos de la vida acelerada El ritmo acelerado conlleva consecuencias reales, y muchas de ellas llegan a consulta. Algunos ejemplos y síntomas frecuentes que atendemos son: Ansiedad constante: personas que no pueden relajarse, con una sensación de urgencia permanente. Por ejemplo, alguien que llega a terapia diciendo: “Incluso cuando no tengo nada que hacer, mi cabeza no para. Me siento mal por no estar haciendo algo útil.” Insomnio y agotamiento físico: cuerpos que no logran “apagarse”, mentes hiperactivas en la noche. Es común escuchar: “Estoy tan cansado que no me puedo dormir.” Irritabilidad y reacciones emocionales intensas: la tensión acumulada suele explotar en situaciones cotidianas. Alguien puede decir: “Me enfado por cualquier cosa. No tengo paciencia ni para mí.” Crisis de identidad o vacío existencial: al frenar, muchas personas descubren que no saben quiénes son más allá de su rendimiento. Frases como: “Si no estoy produciendo, ¿qué valor tengo?” aparecen con frecuencia. Desconexión emocional: personas que sienten que han perdido la capacidad de disfrutar, de sentir placer o simplemente estar presentes. Esto puede generar tristeza profunda o sensación de estar “desvinculados de la vida”. En todos estos casos, las emociones que predominan son la culpa, el miedo a fallar, la frustración, el agotamiento emocional y una sensación de desconexión consigo mismas y con los demás. 4. La culpa por descansar: un síntoma cultural Desde muy pequeños aprendemos que “el tiempo libre es para los que ya cumplieron con sus obligaciones”. Esta narrativa se convierte en una creencia limitante que genera culpa cada vez que intentamos parar. Muchas veces trabajamos con personas que, al intentar descansar, experimentan una sensación de estar “fallando” o “perdiendo tiempo”. Esta culpa está profundamente relacionada con mandatos sociales y familiares, y su reconocimiento es esencial para comenzar a cambiar la relación con el descanso. 5. Volver al cuerpo: el descanso como necesidad biológica y emocional El cuerpo necesita pausas. No es un lujo, es una función vital. Descansar permite al sistema nervioso repararse, al cerebro integrar experiencias y a las emociones encontrar su cauce. Desde la práctica clínica, invito a las personas a reconectarse con su cuerpo, aprender a detectar señales internas de saturación y trabajar en su tolerancia al descanso. Muchas veces el desafío no está en “no tener tiempo”, sino en aprender a sostener la calma sin sentir ansiedad o urgencia. Recuperar esa conexión cuerpo-mente implica pequeñas acciones: detenerse a respirar, moverse conscientemente, registrar tensiones musculares o simplemente hacer una pausa sin estímulos externos. 6. Cuestionar para transformar: una vida menos rígida y más significativa En mi práctica como psicóloga, una de las estrategias que aplico con frecuencia está centrada en trabajar con personas que viven con un alto nivel de autoexigencia, rigidez emocional y control excesivo. Estas personas suelen funcionar muy bien en lo externo, pero por dentro experimentan soledad, agotamiento emocional y un profundo malestar cuando intentan detenerse. Mi formación en un enfoque específicamente diseñado para estos casos —Radically Open— me ha permitido ayudar a quienes sienten que “nunca es suficiente” o que no pueden mostrarse vulnerables sin sentir que están fallando. El objetivo es fomentar la apertura emocional, la espontaneidad y la conexión auténtica con los demás, enseñando que descansar también es una forma de vivir con sentido. Aprender a descansar es también aprender a confiar. Confiar en que no todo se derrumbará si te detienes. Confiar en que eres valioso más allá de tu rendimiento. Confiar en que puedes darte lo que necesitas, aunque nadie más lo valide. Recomendaciones prácticas Agenda el descanso como prioridad, no como opción.Escríbelo en tu calendario y protégelo con la misma firmeza que tus citas de trabajo. Observa tus pensamientos automáticos sobre el descanso.¿Qué te dices cuando estás por detenerte? ¿Qué creencias estás repitiendo sin cuestionar? Entrena la tolerancia a estar sin hacer.Comienza con 5 minutos al día sin distracciones. No lo llenes. Solo quédate contigo. Practica la presencia en el cuerpo.Detente varias veces al día y registra tu respiración, la tensión en tus músculos o el ritmo de tu corazón. Valida tu necesidad de pausa.Recuérdate que descansar no es una debilidad. Es un derecho, una necesidad y una forma de respeto hacia ti. Permítete el descanso aunque no hayas “terminado todo”.A veces, el verdadero logro es saber parar antes del colapso. Reflexiona sobre tu historia personal con el descanso.¿Qué aprendiste sobre

Sin categoría

Muñecas quita pena: gestión emocional desde las raíces culturales.

Muñecas quita pena: gestión emocional desde las raíces culturales. Objetos que transforman el dolor en ritual de cuidado. En la psicología moderna, lo ancestral tiene lugar. Porque no hay nada más humano que querer sentirse en casa, incluso dentro de uno mismo. La historia de las muñecas quitapenas: un legado de ternura, sabiduría y consuelo En las altas montañas de Guatemala, donde el cielo parece tocar las cumbres y las noches son profundas y silenciosas, nace una de las tradiciones más conmovedoras de la cultura maya: las muñecas quitapenas. La leyenda cuenta que, hace mucho tiempo, vivía una niña llamada Ixmucané, cuyo corazón era tan grande como los volcanes que rodeaban su pueblo. Ixmucané era muy sensible: sentía el dolor de los animales, lloraba por las penas de su madre y no podía dormir cuando las preocupaciones la visitaban por la noche. Una de esas noches, mientras intentaba conciliar el sueño bajo su manta tejida a mano, la luna —compasiva y brillante— le susurró un secreto: “Ixmucané, recoge un poco de tela, unos palitos y algo de hilo. Haz pequeñas muñequitas y cuéntales lo que te inquieta. Ellas guardarán tus penas mientras tú descansas.” La niña, obediente y curiosa, siguió las instrucciones. Hizo siete pequeñas muñecas, una para cada día de la semana, y les contó sus miedos, una por una. Luego, las colocó cuidadosamente debajo de su almohada. Esa noche, Ixmucané durmió profundamente por primera vez en semanas. Sus sueños fueron tranquilos, su respiración pausada. Al despertar, sintió que sus preocupaciones se habían desvanecido como la neblina matutina. Las muñecas quitapenas se hacen a mano, con materiales humildes: madera, hilos de colores, trocitos de tela. Son pequeñas, pero llevan en su forma una sabiduría ancestral: la de externalizar la preocupación, darle forma y luego soltarla. Según la leyenda, cuando un niño o niña tiene preocupaciones o siente tristeza, debe contarle sus penas a una pequeña muñeca de trapo antes de dormir. Luego, debe colocarla debajo de la almohada. Durante la noche, la muñeca se encargará de llevarse sus preocupaciones, para que el niño despierte aliviado.  ¿Qué simbolizan? Que hablar de lo que duele alivia. Que nombrar la emoción le quita poder sobre ti. Que tener un ritual de cuidado propio puede marcar la diferencia en tu salud mental. Hoy en día, estas muñequitas no solo son regalos simbólicos en Guatemala, sino también herramientas utilizadas por terapeutas, educadores y familias para ayudar a niñas, niños y adultos a gestionar la ansiedad, las preocupaciones o el insomnio. Aporte psicológico Este acto puede entenderse como una forma de externalizar pensamientos ansiosos, lo que ayuda a reducir su carga emocional. Es similar a escribir una preocupación en un papel: al verbalizarla o simbolizarla, perdemos parte del control negativo que ejerce sobre nosotros. También puede relacionarse con la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), como un acto de «defusión»: no intentar eliminar el pensamiento, sino tomar distancia de él y permitir que esté sin que nos controle. Según la leyenda, una figura protectora conocida como la Mujer Araña tejía redes invisibles para cuidar a los niños y niñas mientras dormían, atrapando los malos sueños y dejando pasar solo los buenos. Cuando su pueblo se dispersó y ya no podía llegar a todos, las madres y abuelas comenzaron a tejer sus propias redes para proteger a sus familias. Así nació el atrapasueños: un aro circular con una red en su interior, decorado con plumas y cuentas, que se cuelga sobre la cama. Su función simbólica es filtrar los sueños, atrapando los negativos en la red para disolverlos al amanecer, y dejando pasar los positivos a través del centro para que lleguen suavemente al durmiente. Cultura ojibwa, América del norte Atrapasueños: una red para los miedos nocturnos Los atrapasueños provienen de la cultura Ojibwa, un pueblo indígena de América del Norte. Se cree que estos círculos tejidos actúan como filtros de sueños: los sueños buenos pasan a través del centro y los malos quedan atrapados en la red, donde se disuelven con la luz del día. Función simbólica y psicológica Este objeto puede utilizarse como una herramienta simbólica en el manejo del miedo nocturno, especialmente en niños y niñas. También sirve como metáfora para adultos en procesos terapéuticos: establecer “filtros” emocionales que nos ayuden a dejar pasar lo que suma y detener lo que daña. Desde la TCC, se puede vincular con técnicas de reestructuración cognitiva, ayudando a modificar la narrativa en torno a los sueños o a experiencias nocturnas angustiantes. Otros objetos culturales con poder emocional Ojos de Dios (Huicholes, México) Representan la visión espiritual y la conexión con el universo. En psicología pueden utilizarse como símbolos del “observador interno”: la parte de nosotros que observa sin juzgar. Amuletos de obsidiana o jade Simbolizan protección y fortaleza emocional, y pueden servir como anclajes en momentos de crisis. Piedras de gratitud Inspiradas en el mindfulness, nos ayudan a reconectar con lo que sí está presente y valioso en nuestra vida. Cintas de deseos Usadas en rituales en Brasil o India, representan el acto de soltar, pedir y confiar. Sirven para resignificar procesos de cambio o cierre emocional. COSTA RICA, LEYENDA Cuentos que enseñan a sentir: cómo las leyendas ayudan a gestionar emociones Las leyendas y cuentos tradicionales también funcionan como contenedores de emociones colectivas. Nos permiten proyectar, entender y resignificar lo que sentimos a través de personajes e historias. La Tulevieja: la culpa hecha cuento Resumen: La Tulevieja es el alma de una mujer que ahogó a su hijo y fue condenada a vagar eternamente con un cuerpo desfigurado, lamentando su culpa. Se le representa con alas, ojos inflamados y cabello cubierto de tule (planta acuática). Valor simbólico: Esta leyenda encarna el dolor que produce la culpa profunda y la vergüenza. Puede reflejar también la tristeza silenciada en las maternidades difíciles, los duelos no resueltos o los errores que nos cuesta perdonarnos. Desde la psicología: Esta figura puede ayudar a hablar sobre: La carga de la culpa y cómo esta nos aísla. El deseo de

Sin categoría

Soltar a toda costa: rage rooms, círculos de expresión y otras prácticas que no gestionan las emociones.

Soltar a toda costa: rage rooms, círculos de expresión y otras prácticas que no gestionan las emociones. Una cultura obsesionada con “sacar lo que duele” Vivimos en una sociedad que promueve la descarga emocional como una forma válida de sanar. Desde el grito en el retiro, hasta la respiración intensa, pasando por círculos donde se promueve “sacar todo sin filtros”, muchas prácticas ponen el foco en la liberación, pero no en la integración. Estas intervenciones pueden activar el sistema límbico, elevando los niveles de cortisol y adrenalina, generando una sensación momentánea de alivio, pero sin ofrecer herramientas para regular o dar sentido a lo que se vivió. Esto puede generar un patrón adictivo de búsqueda de alivio inmediato que no transforma, solo repite. Consecuencias emocionales de liberar sin integrar Cuando no hay un marco de contención ni procesos de integración emocional, ocurre lo siguiente:   Re-traumatización: El cuerpo revive el trauma como si estuviera ocurriendo de nuevo, sin posibilidad de resignificación. Sobrecarga emocional: Al no dar tiempo para procesar lo que se siente, se acumula tensión, confusión y agotamiento. Adicción a la intensidad: Se vuelve necesaria una experiencia emocional cada vez más intensa para sentir algo o creer que se avanza. Desconexión emocional: Se pierde contacto con la emoción real porque el foco está en “expulsarla” y no en comprenderla. Prácticas comunes que perpetúan este ciclo Estas son algunas prácticas que suelen caer en la trampa de liberar sin integrar:   Terapias de grito primal o descargas corporales sin acompañamiento clínico: Estimulan el sistema emocional sin asegurar un procesamiento posterior. Círculos de expresión emocional no dirigidos por profesionales de la salud mental: Pueden promover el desborde emocional sin red de apoyo. Eventos intensivos de “transformación personal” de un fin de semana: Activan memorias emocionales profundas sin continuidad terapéutica. Algunas formas de respiración holotrópica no guiada clínicamente: Aunque pueden tener beneficios en ciertos contextos, sin integración pueden desorganizar emocionalmente. El mito terapéutico de los “rage rooms” Romper objetos puede generar una descarga de adrenalina y una sensación momentánea de alivio, pero este tipo de estimulación: Activa el sistema simpático (respuesta de lucha), no el sistema de regulación emocional. Refuerza el circuito de descarga emocional impulsiva, es decir, entrena al cerebro a buscar agresión externa como vía de alivio. No permite integración cognitiva ni emocional: No se conecta con el origen del malestar ni se resignifica la emoción. ¿Qué significa integrar y cómo lo hacemos los psicólogos desde la terapia? Integrar es dar sentido a lo que se siente, recordarlo sin desorganización emocional, y permitir que la experiencia deje de tener el mismo peso fisiológico o emocional en el presente. Es un proceso en el que el cerebro reorganiza la memoria emocional y la vincula con nuevas narrativas, recursos y significados, logrando que lo vivido deje de doler como si aún estuviera ocurriendo. Desde la psicología clínica, integrar no es simplemente hablar o llorar, sino acompañar un proceso neurobiológico y emocional en el que la persona: Regula sus respuestas fisiológicas. Procesa cognitivamente lo ocurrido. Reconecta con sus recursos internos. Actualiza su historia con nuevas perspectivas. Disminuye la carga afectiva de la experiencia traumática. ¿Cómo lo hacemos desde distintos enfoques? EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing)Permite al cerebro reprocesar memorias traumáticas activando simultáneamente el sistema de procesamiento adaptativo y redes emocionales. Se ha demostrado su eficacia en múltiples metaanálisis.📚 Metaanálisis de Chen et al. (2014) muestra que EMDR tiene efectos significativos en la reducción de síntomas de estrés postraumático con mayor rapidez que otras terapias. Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)Enseña al paciente a observar sus pensamientos y emociones sin fusionarse con ellos, aceptarlos, y comprometerse con acciones alineadas a sus valores. Esto permite integrar lo vivido sin rechazarlo ni revivirlo constantemente.📚 Metaanálisis de A-Tjak et al. (2015) encontró que ACT es eficaz en ansiedad, depresión, dolor crónico y más, con beneficios duraderos en el tiempo. Terapia Dialéctico Conductual y su variante Radicalmente Abierta (RO-DBT)Estas terapias enseñan habilidades de regulación emocional y validación, que permiten integrar experiencias difíciles desde la compasión y el vínculo interpersonal.📚 Lynch et al. (2015) evidencian la efectividad de RO-DBT en personas con sobrecontrol emocional, ayudando a flexibilizar y conectar emocionalmente desde la seguridad. BrainspottingEsta técnica accede a áreas cerebrales profundas mediante el enfoque visual y la atención dual, facilitando el procesamiento emocional almacenado en el cuerpo.📚 Estudios preliminares (Hilton et al., 2017) sugieren que Brainspotting reduce síntomas de trauma y ansiedad, y mejora la regulación emocional. Modelo PARCUVEDesarrollado por el psicólogo Manuel Hernández, este enfoque específico trabaja emociones como pánico, ansiedad, rabia, culpa y vergüenza desde un enfoque integrativo que no busca desahogar, sino resignificar. Guía práctica para identificar prácticas que pueden dañar más que ayudar Estas señales pueden ayudarte a identificar si una práctica emocional no está siendo saludable: ¿Hay acompañamiento profesional calificado? ¿Existe un encuadre claro de seguridad y cuidado? ¿Se promueve la integración posterior de lo vivido? ¿Sientes más claridad después o quedas desorganizado/a emocionalmente? ¿Estás acudiendo constantemente porque necesitas “descargar” todo el tiempo? Si la mayoría de tus respuestas son negativas, puede que estés en un ciclo de evasión emocional, no de sanación. Recomendaciones prácticas Prioriza la integración sobre la descarga: Si algo te mueve emocionalmente, date el espacio para escribirlo, conversarlo con un profesional y buscar su significado. Evita experiencias emocionales intensas sin apoyo: No todo lo emocionalmente fuerte es transformador. A veces lo más sanador es suave y progresivo. Infórmate sobre terapias basadas en evidencia: Pregunta a tu terapeuta por enfoques como EMDR, ACT o Brainspotting si trabajas trauma. Busca acompañamiento ético y profesional: Verifica credenciales y busca espacios terapéuticos que prioricen la seguridad emocional. Desconfía de lo que promete sanación instantánea: La transformación emocional lleva tiempo y profundidad, no se logra con una sola sesión intensa.

Scroll al inicio